Qué
triste la vida del cipayo, ¿no?
Las pocas veces que gana, gana contra
sus hermanos, ve tristes a los más humildes y ve llorar a los más pequeños y vulnerables.
¿Qué habrán sentido los argentinos que estaban a bordo de la flota anglofrancesa en 1845, en el Río Paraná, al ver cómo todo el pueblo de Santa Fe y Entre Ríos, contra lo que ellos se mentían en su delirio, les tiraba a las naves invasoras con piedras, con viejos arcabuces, con insultos, con palos, con todo lo que pudiera? Al ver cómo todo el pueblo raso, el gauchaje, iba a inmolarse contra esas armas tan avanzadas sólo para que el gringo no les usurpe su patria... ¿Habrán podido dormir alguna noche después de eso?
Mientras él, el cipayo, festeja con el oligarca y el extranjero, sus hermanos más humildes
rabian, lloran, insultan, se quedan sin trabajo, se cagan de hambre.
Nunca va a saber lo que es el festejo vibrante, el abrazo con el desconocido con el que no sólo te hermana la alegría del momento, sino la historia y la esperanza en el futuro compartido que ambos saben gozoso. Nunca va a ser suya esa tan rara ebriedad del corazón. Jamás va a disfrutar ver a su pueblo bailando y cantando por las calles por una alegría que es para todos, es inclusiva, salvo para el cipayo. Prefiere no verlos en esos momentos, porque si los ve los odiará y sabe que eso lo va a hacer odiarse a si mísmo al querer domir un poco por las noches.
Mientras él brinda con el champán importado, los chicos de su pueblo se quedan sin
pan. Una vida de amargado y de miserable cuentamonedas le espera, porque
el extranjero lo desprecia doblemente, por negro y por traidor y para
el rico es un forro que ya se usó.
¡Qué pelotudo!
Esteban Cámara, Santa Fe, 07/12/2012, a propósito de algunos festejos de ayer y hoy con motivo del desconocimiento de una ley por parte de tres tristes turros, dizque jueces de la cámara "clarín y comercial". Eran tres chanchitos, uno se fue a maiami, otra duerme con el abogado de una de las partes y la otra ... pasará a la historia. Y no de la forma agradable.
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