jueves, 13 de diciembre de 2012

Vladimir Ilich Winograd

Indignados estamos los argentinos. Indignados con la tragedia de Once, con la nacionalización de YPF, con la Cámpora, con la Carrió, con el calor. O si no, con el frío. Vivimos en un estado de indignación casi contínuo. Eso sí, no hacemos nada. O casi nada. 

Pregúntese a un argentino si está indignado y le dirá que sí. Con diferentes cosas, pero que estará indignado, estará indignado. Con razones dignas de indignarse o no, pero seguro que lo estaremos.

Ahora estamos indignados con el fallo (difícil encontrar mejor polisemia) de la cámara penal de Tucumán por el caso de la desaparición de Marita Verón. Y en esto estamos todos indignados. Y con razón. Y admiramos a Susana Trimarco, madre coraje de los cientos de liberaciones.

Pero lo que me sorprendió realmente fue la forma de responder a esa indignación por parte de algunos grupúsculos, ayer. Me refiero a la destrucción de la Casa de la Provincia de Tucumán en Buenos Aires. Allí vimos, enervados, a los portadores del discurso revolucionario. A los verdaderos portadores, no a esos pseudo revolucionarios kirchneristas, que no piden la luna.

No, me refiero a los verdaderos revolucionarios. A ver, permítanme explicarles: Un verdadero revolucionario no importa lo que haga. Tiene que estar siempre indignado, desconforme con todo. Si no hay ayuda social, el gobierno es una mierda porque descuida a los más vulnerables. Si la hay, el verdadero revolucionario se indigna porque la ayuda es clientelística. Y si ni por asomo puede acusarse a la ayuda social de clientelista, el verdadero revolucionario se indignará porque no alcanza. Y si alcanza, se indignará porque la idea de una ayuda social no clientelística y de magnitud suficiente .... FUE IDEA DE ÉL. En fin.

Entonces, volvamos a la Casa de la Provincia de Tucumán, provincia en donde fue dictado un fallo absolutorio para todos los acusados de proxenetismo, en donde los testimonios de numerosas víctimas rescatadas de la trata no bastaron para condenar a los responsables, ni tampoco los allanamientos pudieron demostrar nada a ojos de los jueces. Se dice que la justicia viste una venda... basta que no esté hecha de billetes. No sé si por "putas" o por qué los testimonios no bastaron. Ni los allanamientos que liberaron cientos de víctimas de trata. En fin. Me indigno. Nos indignamos.

Volvamos a volver (¿?) a los verdaderos revolucionarios. Esos que proclaman la abolición del capital, aliados a la Sociedad Rural y a las corporaciones. Esos que piden que desaparezcan las retenciones a las exportaciones de soja y, al mismo tiempo, que se aumente la protección del estado a los colectivos vulnerables. Esos que luchan contra el capital mientras festejan que otra cámara cegada por billetes trabe una ley antimonopólica en las comunicaciones audiovisuales. Mierda, che, ¡que revolucionarios!

Estos acerados verdaderos revolucionarios destruyeron ayer la Casa de la Provincia de Tucumán. Unos destrozos que no van a ser reparados por los jueces presuntamente corruptos, ni por un gobernador del cual se sospecha que hace la vista gorda ante las redes de trata y los jueces dinerarios. No, lo lamento, lero lero: Los destrozos los van a pagar los ciudadanos tucumanos.

Pero los verdaderos revolucionarios siguen adelante cuando de estar adelante de una cámara se trata. Destrozan todo con el coraje helado de quien sabe que el policía tiene orden de no reprimir. No son como otros revolucionarios que se jugaron la vida sin cámaras de televisión que los hagan ver heroicos y con policías y militares que disparaban a matar. Pero si no mataban se los llevaban y torturaban para después tirarlos de un avión.

No se les ocurrió a esos verdaderos revolucionarios mediáticos, videásticos y discípulos de winograd (aquel que se pone enfrente de una cámara cualquiera sea la polémica, basta que le garantice eso: Que una cámara lo deje en el encuadre) que nada tenían que ver esos bienes del pueblo de Tucumán con los jueces o las redes de trata.

Qué lástima, verdadero revolucionario de los nintendos y de la sony: ¿No te diste cuenta de que en ése mismo microcentro porteño en donde destruías propiedad popular frente a una cámara de televisión, ahí, a pocos metros tenías centenares de prostíbulos? ¿Por qué extraña razón de la sinrazón no colegiste que para luchar contra la trata no debías destruir una delegación administrativa, sino alguno de los muchos lugares de trata y explotación que te rodeaban?  Ya sé, verdadero revolucionario de frente a las lentes y objetivos, no sabías. ¿O sí? ¿No te fijaste en esos volantes, panfletos y pegatinas que pululan por el centro porteño? No puedo creer que no los hayas visto.

O tal vez los viste, pero los custodios de los prostíbulos sí pueden disparar. No tienen orden del gobierno de no reprimir la protesta social, ni reconocen gobierno que no los proteja. Y ese disparo no es un riesgo que esté dispuesto a correr un verdadero revolucionario de la estirpe de Winograd, Donda o Altamira.



PS: Si bien mi apellido es Cámara, no tengo nada que ver con estos verdaderos revolucionarios y sus fetiches de sensores ccd o cmos.



Esteban Cámara

1 comentario:

  1. Lean esto, por favor, feisbuqueros: https://www.facebook.com/Pibetrosko/posts/314527081987301 sobre "...camaradas con capacidades revolucionarias diferentes" o la lucha contra las empanadas tucumanas "...que llevan en su repulgue las huellas de la injusticia." No se van a arrepentir. Con ustedes: ¡El Pibe Trosko!

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