miércoles, 10 de octubre de 2012

La pileta

Salía de la pileta un viernes a la noche hace un par de veranos, despues de nadar 2 kilómetros y siento que me llaman. La veo atrás de la reja, rubia y esbelta, igual que la última vez que nos cruzamos hacía 6 o 7 años. Inteligente, carismática, alegre, hermosa y con sentido del humor. ¿Podría no haberme enamorado? Lo importante es que ella lo sabía, se lo había dicho muy claro varias veces.


Me dice que se va a quedar un rato en las mesas cercanas de un patio cervecero, cenando con unas amigas, que pase a charlar. Yo la suponía casada felizmente pero, no sé, en ese momento no parecía. 



Fui al vestuario a bañarme y cambiar de ropa y luego pasé por la mesa donde estaban ella y sus amigas. Fui para allá y hablamos, pero no quedamos en nada. Siempre me pareció que había algo que no se animaba a decirme, algo latente. Luego en el chat intercambiamos muy brevemente, varias veces, siempre ocupada. Incluso el viernes siguiente me dijo que volvió a ir al patio cervecero pero yo no sabía y no fui a nadar justo ese día, otros compromisos. 


Volví siempre a la pileta. Siempre nado, no sé qué haría sin el agua y, cada vez, la buscaba pero ya no la volví a ver allí. Los cruces en la web fueron haciéndose más esporádicos y pobres hasta desaparecer.


Así es la pileta: Unos se meten a nadar, otros la miran desde una distancia prudente y detrás de rejas. ¡Como si la pileta los fuera a ir a buscar!






Esteban Cámara

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