Iba solo en el auto, un viaje urbano bastante largo un día impiadoso y seco de verano y pandemia. La lista de música sonaba en la parte de folklore: Larralde. Después de Quimey Neuquén y Piñonero, de pronto empezó a sonar Grito de silencio.
A veces el azar es muy traicionero, el hijo de puta.
Empecé a escuchar al Toro de Huanguelén a eso de los 12 años, porque a Mamá Coca le gustaba mucho, junto con Cafrune, los Fronterizos y Julio Sosa.
Eran habituales en casa que los discos de vinilo perfumaran nuestro departamento con los acordes de Piñonero. Grito de Silencio, Como yo lo siento, Río de los pájaros y otros.
A mamá le gustaba asociarme con el gurisito pelo chuzo, ojitos de yacaré, barriguita chifladora, lomito color café (Río de los pájaros). Yo era 'Negrito' en casa, nunca implicó menosprecio. Pero ese no era el tema.
En marzo de 1977 la dictadura de Videla se llevó a mi hermana mayor, Ana María. Primero desaparecida, luego legalizada en la GIR de Santa Fe y finalmente, trasladada a Villa Devoto. Ya he contado bastante sobre eso, pueden encontrar varios textos en este blog si quieren profundizar.
El tema es que, durante los casi 5 años de detención de Ana, mamá se flagelaba frecuentemente con Grito de silencio. Entonaba a coro con particular emoción la parte de 'Quisiera verte llegar confundida entre flores de un verano', imaginando un reencuentro con su hija arrancada por la brutalidad armada. No es poco 5 años de tortura.
Finalmente, a principios de noviembre de 1981, mamá pudo viajar a Buenos Aires a buscar a Ana, dejada en paz por las bestias. Llegaron a Santa Fe de madrugada y, apenas entrar a casa, Ana María, una versión de sí misma tan flaca que era casi irreconocible para quien no la hubiera visto en prisión, pidió que bajáramos al parque del sur porque estaba saturada de años de encierro.
Volviendo a hoy, ya no están madre e hija. Y yo, atacado a traición por esos recuerdos, debí parar brevemente en ese polvoriento camino cuasi rural, en el borde norte de la ciudad de santa fe.
Aquel día de noviembre del regreso hace tantas décadas fuimos al parque, mate en mano: Finalmente, Ana había llegado, confundida entre las rosas del parque*, en un casi verano... la versión apenas carnal de una hija en el recuerdo de su madre.
Hoy me doy cuenta que pasado y futuro tal vez no tengan sentido como entidades separadas, tal vez sean sólo diferentes destellos de un mismo torbellino, porque aquel reencuentro tan demorado y añorado ya había sido prefigurado con bastante precisión en esa hermosa
canción folklórica sureña. O moldeado casi hasta el detalle por el cariño y la nostalgia de una madre despojada de su hija.
* Aunque hoy nos parezca difícil de creer, durante muchos años en el parque sur hubo un jardín de rosas, sobre calle primero de mayo muy cerca de los monoblocks donde vivíamos (N del A)
Esteban Cámara
Santa Fe, 10 de diciembre de 2020
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