martes, 4 de agosto de 2020

La increíble y triste historia del ingenuo Macario y su cuñado estafador

Habrán notado que el título parodia La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada, de Gabriel García Márquez. Bueno, eso, se trata del título y, muy vagamente, del contenido. Del estilo y la calidad, nada. Uno hace todo lo posible, pero no. Nada.

Buenas noches, no sé si me conocen. Me llamo Macario y siempre me las rebusqué para morfar, haciendo cualquier cosa.

El año pasado me vendieron barato un carro con parrilla, como para vender choripanes por la calle, tracción a sangre. La mía.

Pasó que justo me tuvieron que operar un pie, no fue nada grave pero estuve casi un año sin trabajar.

Al poco rato de la operación vino mi cuñado (ex cuñado al dìa de hoy) y me lo pidió para alquilar. Me dijo que me iba a dar 200 pesos por mes (casi nada) pero, bueno, era más que cero. Así que se lo presté.

Resultó ser flor de turro, jamás me pagó nada. Un mes era por una cosa, otro por otra. Un mes dijo que hizo mucho frío, el siguiente llovió mucho y el otro, mucho calor. Y así.

Cuando me curé me le fui a la casilla donde vivía y se había ido. Los que quedaron no sabían nada del carro, pero me dieron el dato de que a un par de cuadras estaba un compinche del tipo. Me fui hasta ahí y resultó que lo conocía. Otro malandra. Me le metí al patio de prepo y ví mi carrito. Hecho mierda, sucio, a la intemperie. El otro me quiso sangrar plata, pero yo estaba sacado. Casi lo cago a puñetes.

Por suerte el carro 'volaba', las ruedas giraban bien y me lo llevé a los pedos. Casi llegando a mi casa me dí cuenta de que el tipo me siguió con un par de truchos de su cuadra. Pero yo ya estaba en mi área y justo salió un amigo de la niñez de su casa y, juntos, nos paramos de manos. Y se nos sumaron otro par de pibes de trabajo, que me conocían y apreciaban. Los truchos amagaron armar quilombo pero no se animaron. Aparte, todos sabían que el carro era mío. ¡Si hasta le había alcanzado a pintar mi nombre antes de la operación!

Bueno, la cuestión es que lo metí en mi patio. Con unos restos de pintura lo hermosié, le puse aceite a las ruedas y le limpié la parrilla que parecía un montón de grasa y pelusa. Qué turro mi ex cuñado. A la hermana hacia un par de meses la habìa sacado cagando porque era flor de mechera y me habían desaparecido varias cosas que, me dijeron los del trueque de Zuviría que ella había andado vendiendo por ahí.

Bueno, la cuestión es que me puse a vender choripanes. El primer día no me compró casi nadie, salvo el ruso de la estación de servicio que hizo la primaria conmigo y el chino del súper, que siempre me trató bien. Yo fui el primer cliente que le compró cuando se instaló hace 7 u 8 años. El tipo es de fierro, no se olvida. Y ya habla re bien el castellano.

Otro que me compró es el cubano que vende artesanía en el centro y el venezolano que le dí refugio cuando llegó con una mano atrás y otra adelante. Es trapito por ahí por la rotonda. Pero nadie màs.

Yo pensé que era lógico porque hace rato que no me veían. Pero algo raro había, como una mala onda. Yo siempre tuve fama de buen parrillero y cuando años anteriores estuve en la misma, vendía 10 veces más. Pero como que algunos me miraban fulero. Yo no le hice nada malo a nadie, así que no entendía.

Empecé a darme cuenta cuando le quise comprar un par de tornillos y aceite al gringo de la ferretería. Me sacó cagando, me decía que le pague no sé que cosa, no sé qué cuenta. Pero yo no te pedí fiado nunca, le dije. Vos sabés Walter, yo nunca te saqué nada sin pagar, le decía. Pero no, resulta que fue mi cuñado que le sacó pintura y rayos para las ruedas y cosas así. Puso como garantía el carro, el turro. Y a mí, claro. Tardó en caérseme la ficha. Yo no debía nada. Pero el carro estaba como garantía. El tano, el panadero del barrio, no me había querido vender tampoco su pan. Una lástima porque era muy bueno y un poco más barato que los otros. El gil le había hecho lo mismo que al Walter. El carro también estaba en riesgo. Y así también con el prestamista del rioba. Me decía que si no le pagaba me iba a mandar a sus muchachos y me iban a quebrar las rodillas.

Asì todo, yo no debìa nada, pero el carro estaba puesto en garantía de las deudas que había sacado el otro. Encima se gastaba la guita, o lo que le sacaba al de la ferretería, lo vendía. Y con eso, vino y milonga con los mafiosos de su cuadra casi todos los días. Por eso el carro estaba a la miseria. Y por eso laburaba un par de días a la semana, meta joda y reposera.

Pero quien le hace entender a esa gente.

Casi nadie me compra, salvo mis amigos, el ruso, el chino, cuba y el cabezón venezolano.

Encima, también lo cagó al de la municipalidad, le regaló un chori semicrudo y el tipo casi se va al otro barrio de la infección. Así que cada vez que puede me hace secuestrar el carro y me lleva una semana sacarlo del corralón de la muni.


La joda es que, entre una cosa y otra, laburo 6 o 7 días al mes. Y vendo un cuarto de lo que podría vender.

Voy a tener que empeñar mi casa para pagar las deudas del otro malandra y hacerle un regalo al inspector para que me perdone. Me va a costar un huevo y la mitad del otro.

Pero lo voy a tener que hacer, no es cuestión de justicia, así es el barrio. Yo como ahora no puedo seguir.


Esteban Cámara
Santa Fe, 04 de agosto de 2020
Día del acuerdo por la deuda externa argentina


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