147; domingo 09/08
Bueno, despierto 10 y 20, luego de una noche de sueño bastante mala, pero con un buen tirón entre las 6 y la hora de despertar. Desayuno normal, completo.
Cerca de las 12 llega Matías, yo había empezado a acomodar los palitos y maderitas atrás para hacer el fuego. Poco después llega Julieta, mientras Irina y mi nieto Alexis, hijo de Juli, se levantan. Le encargo a Juli que ponga unas papas al horno, condimentadas.
Hago el fuego, se me complica un poco porque no encuentro buen papel. No obstante, con un poco de alcohol prende. Luego descubro un cartón de un caloventor que prende fuego a lo loco. Pongo leña de algarrobo rojo y quebracho colorado y empiezo por el carré deshuesado, luego pongo las costeletas y finalmente los chorizos y la morcilla. Insólitamente, lo que más demora son los choris. De todas maneras, quedaron exquisitos.
Comemos, sobra casi la mitad de todo, lógico porque era un exceso, era como para 7 personas y éramos sólo cuatro grandes y mi nieto de 5 años.
Inmediatamente después de comer, hacemos una torta de banana y nuez con Irina, que sale muy bien.
No puedo dejar de pensar, seguramente es alguna clase de stress post traumático, qué bueno hubiera sido tener un familiar viviendo en Europa durante la dictadura militar. Prácticamente no puedo alejarme de ese pensamiento y eso no es sano.
Matías se volvió en su bicicleta a la casa de su madre a eso de las 6 y como a las 7 las llevé a Juli, Alexis e Irina a la casa de su madre.
Novedades de la pandemia
Esteban Cámara
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