Hace ya muchos años conocí a estas dos hermanas, Alejandra y Salvia, personas bastante infrecuentes.
Una de las cosas extrañas que tenían era una increíblemente mala percepción musical. Si usted cantaba una nota y les pedía que la repitieran, ellas respondían con otra diferente. Hacer esto es muy difícil y sorprendente.
Pero eso no era todo, otra característica extraña eran los razonamientos, los que parecían responder a una racionalidad invertida.
Por ejemplo: uno normalmente sabe que si A es igual a B y B es igual a C, entonces C es igual a A (principio transitivo de la igualdad). Bueno, a ellas les daba que era diferente.
Y así con muchas cosas.
Cierta vez en un verano muy tórrido, Alejandra decía que para pasar el calor había que beber líquidos muy calientes, 'cafe o chocolate extremadamente caliente', recomendaba. Y lo mismo cuando nevaba 'no hay nada mejor que un buen helado'. Supongo que a una persona que sacan del mar con hipotermia ella le daría como tratamiento algún refresco bien frío y a un viejito con golpe de calor, una chocolatada bien espesa, hirviendo y lo envolvería en una gruesa frazada frente a la estufa al máximo. Agradezca la humanidad que esta persona no es profesional de la salud.
Una vez estando de visita en casa de Salvia, un amigo en común que estaba estudiando con el marido de ella, me contó que intentó ayudarla. Salvia estaba cocinando, el marido no llegaba y el bebé de la casa chillaba de hambre. Distraída con otras tareas, Salvia dejó hervir la leche para el biberón y, obviamente, así no se la podía dar al niño. Entonces mi amigo, estudiante de ingeniería, se ofreció a bajar la temperatura del biberón y buscó hielo de la heladera y en un jarro pequeño colocó un poco de agua, el hielo y el biberón, agitando para que el exceso de calor de la leche pase al sistema hielo-agua. El niño seguía chillando, entonces irrumpió Salvia bruscamente y gritó: '¡Está todavía demasiado caliente! Eso no sirve'. Sacó el biberón del jarro y lo puso debajo de la canilla. Fue en vano que mi amigo le explicara que el intercambio térmico era mucho más eficiente cuanto mayor fuera la diferencia de temperatura entre los diferentes elementos. Que en la mezcla agua-hielo, sistema del jarro, la temperatura estaba cercana a cero grados celsius, mientras que el agua de canilla tendrìa unos 20 grados más, por lo menos. Pero ella lanzó un chistido desautorizador.
Ernesto, el marido, siempre contaba que Salvia se negaba a tapar las ollas mientras cocinaba porque ella decía que así se cocinaba más rápido y tampoco accedía a bajar la intensidad del fuego una vez llegado el sistema líquido a ebullición. Inútilmente explicaba Ernesto, basado en conocimientos de termodinámica, que el hecho de tapar los recipientes al fuego permite aprovechar hasta un 90 % más de la energía y que un fluído en ebullición conserva la misma temperatura hasta que se evapora por completo. En este último caso, los alimentos se cocinan por la temperatura del sistema líquido (siendo mayor el intercambio de calor cuanto mayor sea la temperatura del medio) en el que están y que el incremento del aporte de calor, una vez en ebullición el medio líquido, sólo logrará que el mismo se evapore por completo más rápido. Esto podría arruinar el proceso, además de consumir un exceso de energía.
Alejandra se dedicó a vendedora de tienda, afortunadamente, mientras que Salvia ejerció décadas como docente. Desafortunados los niños.
En fin, de nada sirven los pergaminos que entregan las academias si las personas no aprendieron a razonar lógicamente, a tener una subjetividad crítica que les permita contrastar y aplicar correctamente los conocimientos científicos. Y que mediante la lógica y la filosofía sepan elegir entre las diferentes alternativas que se les presentan en su camino.
Esteban Cámara
Santa Fe, 9 de marzo de 2019
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