Un amigo me decía por chat hace unos días, refiriéndose a cierta posición política: "... los anti k".
Ahora bien, ¿es correcto definirlos como anti k? O sea, ¿es determinante de su identidad el antikirchnerismo?
Seguramente, ellos contestarían afirmativamente, diciendo que los k son corruptos, planeros, negros, defensores de delincuentes, promotores de maricas, feminazis y aborteras, y así sucesivamente.
Pero creo que, en realidad, la hegemonía comunicacional ha producido aquí una de sus operaciones de substitución más brillantes: han tomado antivalores preexistentes en los sectores de menor instrucción política dentro de la clase media y trabajadora, tales como el individualismo, el desclasamiento, el miedo a los pobres, el fetiche del orden pretoriano, el conservadurismo, la religiosidad medieval, el apoliticismo, la homofobia y la xenofobia y los han fundido, reforzado y sintetizado en un enunciado abarcador:
"Todo eso que ustedes odian, es lo k".
Ahí es donde se encuentran sus miedos y odios (son conceptos gemelos): los k, los kukas, los kukukakas, los kakas, las kukarachas son el sujeto a odiar.
El principal estratega del establishment argentino suele decir, remitiendo a su origen fascista, que nada es más facil de propagar, ni más útil como aglutinante, que el odio.
Esa propaganda de odio iba dirigida a gente que ya en forma preexistente o promocionada temía a los pobres, tal vez consciente de su propia inseguridad socioeconómica. Y así como se teme, se odia. El kirchnerismo hizo que sintieran que "los pobres" (o, mejor dicho, excluídos) se les estaban acercando. Además, esas políticas de promoción social focalizadas en el sustento de las oportunidades de desarrollo a través del estudio como la entrega de notebooks de conectar igualdad y la apertura de muchas universidades y escuelas nuevas hicieron sentir a esta parte de la sociedad que los escasos privilegios con los que contaban podían desaparecer, sucumbir frente a esta nueva oleada "barbárica" de bolivianos, paraguayos, gays, mujeres emancipadas, peruanos, personas transgénero, "indios" y "cabecitas negras" del interior profundo del país que iba a dejarlos sin trabajo o lugar en las universidades. A ellos o a sus hijos.
No jugaron un rol menor aquí las innumerables fake news (o ludicrous -ridículas- news) como la de los sueldos mínimos para presidiarios y los subsidios a las personas trans. Uso el término ludicrous, porque no eran noticias falsas, sino noticias descontextualizadas, exageradas, añejas o meras propuestas que no se llegaron a poner en práctica y que se difundieron de forma malsana, distorsionada o desprovistas de la fundamentación que les correspondía. Parece una exageración, pero estas dos ludicrous news causaron hondo impacto en ciertos sectores.
Todas esas fobias socioculturales ya existían. La homofobia, la aporofobia, la misoginia, la xenofobia, el racismo, la transfobia, etc., ya eran fuertes.
El poder de fuego discursivo de los medios de la hegemonía las sintetizó como lo anti k, posibilitando que cierto subgrupo sociocultural lo asumiera como su identidad política.
Esteban Cámara
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