sábado, 16 de febrero de 2019

Etica ... y la Mona Lisa

Buenos días, hoy vengo a plantearles un dilema ético.

Supongamos que un niño (o niña) de quince años contrae una infección que le vuelve agresive, le desquicia y le pone violente, al par que le dota de una fuerza casi sobrehumana. Disculpenme nuevamente, no puedo escribir en género-inclusivo. Entiendo la importancia de hacerlo, pero llevo más de medio siglo redactando a la vieja usanza y el resultado del uso de la nueva forma, en mis productos, se me evidencia artificial, forzado, como quien pone palabras que no domina para hacerse el ilustrado. Así que, al menos para este texto, cuando diga 'niño', le voy a pedir que interprete 'niño o niña'. Para este caso, es exactamente lo mismo.

El niño ya fué adecuadamente medicado, pero para que la medicación surta completo efecto todavía faltan algunas horas. Una vez pasado el brote de violencia, la vida futura de la persona será perfectamente normal y pacífica, sin la menor afectación ni somática ni mental.

En un descuido, el niño escapa y se dirige, supongamos, al Louvre o a algún otro museo del mundo y, una vez allí extrae un cuchillo común, de esos de corte 'láser' o serruchito mientras avisa que va a destruir la obra más valiosa del museo. Puede ser la 'Mona Lisa', o 'Los girasoles' de Van Gogh, el 'Guernica', o cualquier otra, antigua, medieval, renacentista, o lo que fuera. Supongamos que ninguna posee blindaje adecuado al caso. Lo importante en este ejemplo es que para usted en particular sea la obra de arte más valiosa del mundo.

Nadie puede acercarse a menos de veinte metros del niño porque este se aproxima a la obra amenazándola y solamente se calma cuando las demás personas se alejan. En el museo logra ingresar un francotirador que solamente dispone de balas convencionales. Por otra parte, tampoco serviría un tranquilizante porque la enfermedad hace que los infectados reaccionen a éstos paradojalmente, incrementando su furia y su agresividad. A su vez, la infección insensibiliza totalmente, anulando la percepción del dolor. En estas condiciones, seguramente ustedes y yo trataríamos de dejar que pase el tiempo, distrayendo al niño mientras la medicación hace su efecto.

Pero, ¿qué pasa si de pronto el niño se lanza hacia la pintura, profiriendo gritos guturales, cuchillo en alto, decidido a destruirla?

¿Autorizamos a que el francotirador lo mate? ¿O dejamos que destruya la obra de arte?

La respuesta lo definirá. A usted.

Yo sé que esto puede parecer inmotivado, superficial, artificioso, maquinado, pero la humanidad casi cotidianamente se pregunta y se responde este interrogante. Y la respuesta, como en la Comuna de París, casi siempre es ... desoladora.





Nota: Para la interpretación de los sucesos de la Comuna de París, sugiero la lectura de Karl Marx y, como, antagónica, la opinión de Nietzsche, en particular el efecto que le causó la 'noticia' (una de las tantas fake news de la historia mundial) de la quema del Louvre. Como seguramente sospecharán, este texto está motivado por lo ocurrido en cuanto a la repercución de la represión de la Comuna, así como en sucesos más recientes como las críticas a activistas feministas por usar tinta roja (remedando sangre) en protesta y visibilización de los frecuentes asesinatos de mujeres y niñas, entre otros abominables crímenes patriarcales a los que hay que detener.



Esteban Cámara
Santa Fe, 16 de febrero de 2018



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