lunes, 11 de febrero de 2019

La DEA y yo

(nueva información al final) 
Ahora estamos con el tema de este agente argentino-estadounidense que coacciona y chantajea testigos en el marco del operativo Extorsionelli, montado por el gobierno nacional, los medios corporativos, los servicios argentinos y yanquis (o sea, el Departamento de Estado) y la 'justicia' (ja!) argentina. Yo tengo algo para contar al respecto. ¡Espero no aparecer en alguna fotocopia trucha dentro de algunos años!
Hace unos años le decía a una conocida que yo era una especie de Forrest Gump. A ver, el Forrest que da su nombre a esa película, era un bobo que había sido campeón nacional de Football, había sido condecorado en la guerra de Vietnam, había sido partícipe del acercamiento yanqui-chino y se había hecho millonario con mariscos. Un bobo muy particular, porque además era el arquetipo del pueblo yanqui, o eso pretendía el director de la película.
Yo, sin ser arquetipo de nada, tengo como un imán para los encuentros con hechos que de alguna manera terminan convirtiéndose en historia.
Hijo de una familia disfuncional, mucho antes de que fueran moda. Militante político de los setenta ¡con poco más de 12 años!, (aclaro para los servis que nunca fui monto ni perreté), con hermana secuestrada y torturada por la dictadura militar, perseguido por eso mismo por los milicos, testigo de juicio contra asesinos y torturadores, activista en varios frentes, sindicales, estudiantiles y políticos (poco más que 'un boludo que va a marchas', como me definió alguien, pero tampoco nada menos), becado en europa y qué se yo ... En fin, un tipo algo particular pero al mismo tiempo un simple gil al que la vida le dió anécdotas para contar de casi cualquier suceso importante de su país en su lapso de vida.
La cuestión es la siguiente: cuando yo llevaba unos pocos días como Director Provincial de Bioquímica y Farmacia, en una crisis económica personal bastante severa, me llega la orden de mis superiores de concurrir a Buenos Aires a una reunión de laboratorios provinciales productores de fármacos organizada por el Ministerio de Salud nacional. Yo para esos días (fin de mes) no tenía ni para un café con leche, menos todavía para un viaje. Así que le pregunté a la 'Habilitada' (son los que manejan los $$$ en la administración pública) cómo podía hacer. La tipa, como haciéndome un favor, como si se los sacara de su bolsillo, me hizo comprar los pasajes con uno de mis colaboradores (ay, sí, soy así de ingenuo). Es más, más allá del poder de manejar la plata, la tipa era también subordinada mía ... ¿ven que soy medio 'Forrest'?: ¡ERA SU DEBER! Y yo agradeciéndole como si me hubiera salvado la vida.
Bueno, la cuestión es que la reunión de laboratorios era a eso de las 14 o 14:30 y me habían comprado pasaje para las 07:15. Llego con mi maletín al andén unos minutos antes y el vehículo estaba ahí, cerrado y con el chofer esperando vaya a saber qué. Eramos pocos pasajeros en ese momento, no más de 10, pero me llamó la atención un tipo un poco más bajo que yo, flaquito, de traje, pelado, también de maletín (sólo que el de él no era de los baratos)  que se paseaba entre el resto de los que esperábamos no sé si por ansiedad o buscando algo.
Cuando se abre la puerta del bus, sube primero él, y yo dejo pasar al resto y subo entre los últimos, como hago siempre. Yo tenía el asiento 16 pasillo y soy de los que nunca encuentran el maldito numerito de ubicacion que a veces está en el techo, otras en el piso, pasando por las 28 posiciones intermedias posibles. Maldita creatividad de los diseñadores de vehículos.
Cuando me acerco más o menos a la cuarta fila, el pelado me dice 'el 16 es acá', señalando el asiento al lado de él, que estaba en ventanilla.
Yo pienso: ¿Y éste cómo sabía cual era mi asiento? En fin, como persona que fue seguida en una dictadura, no podía dejarlo pasar sin notarlo.
Así y todo me senté.
El flaquito era muy locuaz y conversó todo el viaje. Dijo que era sobrino del dueño de Arcor y que era vicepresidente de la FAO. Ninguna de esas cosas me preocupé por constatar.
Me preguntó mucho acerca de mi vida y del Ministro Provincial, a quien yo apenas conocía de lejos, no obstante haber sido nombrado por él en el cargo. Yo soy muy reservado, sobre todo cuando me preguntan.
En un momento me contó que había trabajado con la DEA en Bolivia, en la erradicación de cultivos de coca, suplantados por fruticultura. Me mostró fotos de los cultivos y de toda la parafernalia de la DEA: puestitos de venta directa, mercaditos de productores con aire acondicionado, vehículos, helicópteros. Sí, yo ya sabía que nadie la tiene más larga que ellos. No era necesario.
Incluso, al llegar me pagó el taxi que compartimos porque, claro, él iba más o menos para el mismo lado que yo. Lo abandoné bruscamente al llegar aduciendo que se me hacía tarde.
Tal vez lo único que pudo sacar como información de mi, si es que era eso lo que buscaba, fue el siguiente comentario.
En medio del despliegue de recursos DEA que me mostró dijo algo así como: 'Es increíble que con tantos medios no puedan terminar con el narcotráfico'.
Imagínense, ¿cómo me iba a contener? ¡Me la dejaba picando en el área chica! Era virtualmente imposible que no se lo dijera.
- 'Porque ellos son los que la venden'.
No hubiera sido hijo de mi madre si no se lo decía.
Bueno: cuídense, siempre puede haber un agente de la DEA o de algún otro servicio cerca.
 
 
 
Nuevo:  Atención con este libro sobre cómo opera la DEA en Santa Fe. Lo que me pasó a mí con este tipo es perfectamente coherente con lo que se cuenta en este libro.



Esteban Cámara
11 de febrero de 2018

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