sábado, 10 de agosto de 2013

Vivir una dictadura

Hay quienes dicen que Argentina está viviendo una dictadura o que este gobierno restringe libertades.

Voy a intentar aclarar un poco tantas cabecitas confundidas, pero sin apelar a teoricismos sino a las propias vivencias. Yo tengo 52 años y he vivido un par de dictaduras. Cuando era chico, fines de los '60-principios de los '70, no se podía nombrar a Perón o a Evita: Estaba prohibido. ¡Las palabras Perón y Evita estaban prohibidas! Yo era una criatura pero me acuerdo.

Luego de una breve democracia vino otra dictadura, la más tremenda de todas, la del '76. Yo hacía poco había cumplido 15 años. Previamente habían habido atentados, asesinatos, intentos de guerrilla urbana y rural de la izquierda pero, sobre todo, una caza de militantes populares, semi subterránea, solapada, disfrazada pero contínua e implacable. Los medios soliviantaban el miedo de su público, pequeño burgueses en su mayoría, dando la idea de que la situación no daba para más, preparando el camino para la "solución final" que el establishment (que es a quien responden los grandes medios de comunicación) estaba preparando.

Finalmente se produjo el golpe, eliminaron al intermediario. Destituyeron a ese gobierno débil que bastante les había servido para ir preparando listados de blancos y de aliados, fogueando a los cuadros genocidas, ajustando fuerzas y probando metodologías.

El 24 de marzo de 1976 los militares tomaron el poder, disolvieron el parlamento, declararon el estado de sitio, suspendieron el hábeas corpus y otras garantías constitucionales, habilitaron las detenciones sin proceso, prohibieron la actividad sindical y política y hasta anatematizaron las reuniones de más de tres personas, cualquiera de cuyos participantes podía ser imputado de "asociación ilícita".

Mi familia, mis hermanos, mi madre y yo, habíamos sido militantes de izquierda. Con Guillermo éramos del FIP, mamá del sindicalismo docente y mi hermana de la JUP. La única activa en política al momento del golpe era mi hermana, Ana. 

Yo me fui del Frente de Izquierda Popular, cuyo referente era el historiador Jorge Abelardo Ramos, a mediados de 1975, disconforme con el rumbo que había tomado el partido de apoyo al lopezrreguismo (el precursor sindical-fascista de la represión, Triple A, CNU, JPRA, JSP, etc). Tampoco me convencía el foquismo y la ceguera política de las organizaciones armadas, no veìa que el pueblo los siguiera: No se puede hacer una revolución sólo con chicos de universidad.

Bueno, basta ya de contexto, paso a contar cómo era la vida cotidiana en la dictadura. Tuvimos que empezar a llevar el documento SIEMPRE al salir de casa. Mi primer DNI, con el que cometí el error de no llevarlo dentro de algún portadocumentos o sobre, me duró apenas dos años. Un año de escuela secundaria y uno de universidad, de llevar esa libretita a clases y a todos lados en el bolsillo trasero del jean. Se desgastó tanto que lo tiré en 1979 e hice otro.

Empezamos a dejar de hablar de política y de la situación familiar y del país. Era peligroso. Mi hermano se llevó para esconder libros y discos, en particular un disco que añoro, con discursos del Che. Todavía me parece escuchar su cálida voz y segura dicción, hablando de "...los explotados y vilipendiados, que han decidido empezar a escribir ellos mismos, para siempre, su historia...". A ése párrafo lo tengo marcado a fuego en mi memoria y parece que suena en mis oídos (veo hoy que lo dijo en un discurso en 1964 en la ONU) y lo hará por el resto de mis tiempos.

En setiembre del 76 'desapareció ' después de un enfrentamiento el negro Martín (Luis Alberto Vuiztaz, dirigente montonero salteño), quien en el poco tiempo que pasó conmigo se había convertido en una especie de padre. Tuvimos que esperar a este milenio para encontrar sus huesos. Esto está contado en El negro Martín, en este mismo blog.

Antes de un año de ocurrido el golpe, mi hermana por su militancia universitaria cayó en la cárcel, con su secuela de torturas, amenazas y hostigamiento. A la circunstancia del secuestro, ocurrida en mi casa y en presencia del resto de la familia ya la he contado en este blog, en la nota 37 años.

Yo temía que me echen del colegio nacional y veía que me seguían tipos con pinta de policía de tanto en tanto. Los padres de mis amigos no me dejaban ni tocar el tema, censurando cualquier cosa que ellos pensaran que era un intento mío de contar algo de lo que nos estaba pasando. Sabía que me miraban con desconfianza, prontos a apartarme ante el menor gesto díscolo. Amigos a los que yo intentaba contarles, cosa muy rara dado que primaba en nosotros el temor a la represión, desviaban el tema, interrumpían y no me dejaban avanzar. Ya en democracia, risiblemente, me recriminaron algunos de esos mismos por qué no les había contado...

Todos conocemos el resultado de 30.000 desapariciones, asesinatos en enfrentamientos fraguados, torturas y exilio que esa dictadura representó. Las víctimas de esos delitos fueron, en su abrumadora mayoría, simples militantes políticos universitarios o sindicales, o familiares, amigos y vecinos de ellos. Me parece que no es necesario redundar en este punto, pero tengámoslo muy presente, porque los que esgrimen la teoría de la "dictadura kirchnerista" no parecen haber reparado en esta "pequeña" diferencia.

Para cerrar este cuadro inicial del horror y antes de pasar a cosas tal vez menos peligrosas no puedo dejar de mencionar la apropiación de unos 500 bebés cuyas madres fueron detenidas embarazadas o con pequeños de pocos meses o años de vida. Esta conducta es la más rastrera, a mi juicio, de los dictadores argentinos y no tiene ni tendrá perdón.

Dentro de la parafernalia de acciones delicitivas y represivas no puedo dejar de mencionar los robos y otras exacciones cometidas por los grupos de tareas de la dictadura. Numerosos empresarios y personas de buenos ingresos (en su mayoría pertenecientes a la colectividad judía) fueron secuestrados y torturados para arrancarles bajo tortura la firma de documentos y escrituras que los desposeyeron de todo o parte de su patrimonio. Algunos fueron asesinados.

Entre las muchas bajezas de estos hijos de puta podemos contar la entrega del patrimonio nacional, privatizaciones, desnacionalizaciones de empresas, aperturas indiscriminadas de la economía que hundieron a los productores y otros atentados contra los trabajadores y pequeños empresarios.

En fin, pasemos a cosas más 'agradables' (ironía).

Hasta con el sexo nos jodieron. Yo tenía entre 15 y 22 años durante la dictadura, así que este aspecto fue muy importante. La anatematización cultural que se hizo del sexo durante la dictadura fue increíble y a ella contribuyeron medios de comunicación, escuela, iglesia, etc. Tener relaciones fuera del matrimonio era poco menos que delictivo. En mi ciudad se prohibieron los hoteles por horas o albergues transitorios. O sea que si querías coger te tenías que pagar toda la noche de hotel y no estaba muy claro si no te iban a hacer algún quilombo si te encontraban con alguien de otro sexo sin estar casados. Solamente se podía ir a un encuentro fugaz en los moteles, pero para eso había que tener auto. Yo no tenía. Y faltaban muchos años para que tuviera. Por suerte habían algunos hoteles que, con cierto riesgo, evadían la norma y nos permitían a las jóvenes parejitas un alivio carnal a precio accesible. Uno de ellos creo que se llamaba Clarics. Con mi novia de entonces le llamábamos "Los gomeritos" porque tenía un par de plantas de gomero en la puerta. Íbamos tan seguido que nos hicimos amigos de los que atendían y nos salvaron una noche de razzia. Tengo la paranoide impresión de que me vieron llegar al hotel y me reconocieron los de la patota que se llevaron a mi hermana (nos los habíamos cruzado poco antes, nosotros caminando y ellos en un Renault 12 verde) o alguno de los que me seguían. Pero como ya éramos amigos de los del Hotel, ellos, para no quedar tan en infracción, nos ocultaron con la familia en la cocina, viendo televisión mientras los canas chequeaban la habitación. Sin saberlo, tal vez me salvaron la vida, o de una paliza, vaya a saber.

En la escuela y la universidad el clima represivo era notorio. En 1977 con Ana detenida en la GIR de Santa Fe nos tocaban las visitas a la mañana. Yo estaba en 5° año del Colegio Nacional y mamá me hizo una nota para que me permitan salir, alegando una consulta médica. El hijo de puta del jefe de preceptores, Esquivel, un facho de mierda que no sé si sabía algo o lo hacía de puro degenerado, no me quería dejar salir. Yo se la peleé a muerte, por cansancio no me iba a ganar. Creo que le terminé diciendo que me iba a escapar de todas maneras hasta que, ante mi firmeza extrema, me dejó salir. Luego, en el curso de ingreso universitario no nos permitían ir de remera o con los botones de la camisa abiertas. En la universidad las notas de exámenes finales y parciales, los horarios de cursado y las reglas eran absurdas e inapelables. No había nadie que te defendiera ante las arbitrariedades más flagrantes.

Una de las cosas más ridículas fue cuando cierto amigo de los milicos (seguramente un homosexual reprimido) vio horrorizado desde el asiento de un colectivo, en el tórrido verano santafesino, a un hombre manejando su auto sin remera. Entonces impulsó e hizo sancionar una ordenanza municipal que terminó prohibiendo manejar autos particulares 'con el torso desnudo'.

Muchos libros, películas o música estaban interdictos, llegó a haber un index de obras prohibidas de las cuales era peligroso hasta tenerlas en la casa así hubieran sido compradas antes de la dictadura. El empobrecimiento cultural que se devino de ésto yo creo que se aprecia hasta nuestros días.

El aparato de medios forzaba una visión religiosa de la vida, alentaba la concurrencia a misa, a las procesiones y a otras actividades de la iglesia católica a niveles repugnantes. Los que, como yo, éramos ateos teníamos que disimular. Solamente en una gran confianza yo reconocía serlo y eso ocurrió sólo un par de veces durante la dictadura. Frecuentemente te ponías a conversar con alguna chica y una de las primeras cosas que te preguntaba era: "¿Vos a qué misa vas?".

La censura de prensa era manifiesta y se podía ver y leer en todas partes. Uno de los gremios más castigados por la represión fue el de los periodistas con centenares de desaparecidos o asesinados. Las informaciones desde el exterior respecto de los asesinatos y desapariciones eran tildadas de "Campaña antiargentina".

Frecuentemente las salidas nocturnas a bailar (yo no era muy de ese palo) o a recitales de rock (de éste sí) debían ser suspendidas por la aplicación del estado de sitio. ¡Era todo tan normalmente anormal en aquellos años!

Para terminar voy a contar una anécdota que me sucedió allá por 1980. Una noche, como a las 10, volvía caminando de la pensión en dónde paraba mi novia, cerca del centro, hasta mi casa en el barrio sur de Santa Fe, cuando veo parado en una esquina un renault 12 blanco con 5 jóvenes arriba, dos chicas y tres chicos. Al pasar por la esquina en donde yo me despedía de mi novia con besos, que supongo eran apasionados, nos gritaron algo así como: ¡Pórtense bien! Ese tipo de cosas a mí, que jamás me pongo a joder a nadie que me sea desconocido, me rompe soberanamente las bolas. Me despido de ella y empiezo a caminar  hacia el sur, para mi casa cuando veo en una esquina el renault blanco. Al llegar hasta el auto, con sus cinco ocupantes todavía arriba me asomo por una ventanilla y les digo: Disculpen, ¿ustedes son los que me dijeron recién que me porte bien? Yo era inconscientemente valiente por aquella época (19 años). Se ve que eran ellos, porque saltaron afuera del auto como tirados por un resorte. Ahí pude ver que los varones tenían el pelo con el típico corte policial. Se me vinieron encima a los gritos, que qué me creía yo, que me iban a cagar a puñetes y a sacar lo bravo en la jefatura de policía. Yo, sin arredrarme, pero sin faltarle el respeto a nadie, me mantuve en mis trece y les decía que así como yo no me metía con extraños, tampoco me gustaba que se metieran conmigo. Cuando ya me estaban por meter a los empujones al auto, un tipo flaco de unos 40 o 50 años se acercó haciéndose el boludo y les preguntó a los canitas enfervorizados qué les pasaba. "Disculpe, oficial (o jefe o comisario, algo de eso)", dijeron, "éste se está haciendo el gallito con nosotros y lo vamos a llevar a la jefatura para enseñarle". El tipo me mira inquisitivamente y yo le digo muy tranquilo que solamente les estaba pidiendo educadamente que me respetaran. Los miró con fastidio y les dijo casi en un susurro: "Déjenlo ir porque van a arruinar el procedimiento". Con bronca contenida me miraron mientras yo daba vuelta y seguía mi camino hasta mi casa. Faltaban unas 8 cuadras.  Zafé, una vez más, de puro culo. Nunca supe qué hacían allí. Ojalá yo haya fastidiado la detención de algún compañero. Era en la esquina de Moreno y Primero de mayo, un día de semana de marzo o abril de 1980.

Aquello sí fue una dictadura. Si alguien encuentra algo en la Argentina de nuestros días que se le parezca, aunque sea lejanamente, que chifle.




 
Esteban Cámara
Santa Fe, 10 de agosto de 2013

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