Desde hace muchos años me llaman la atención las costumbres de los padres y madres que llevan a sus hijos a la escuela en auto: Llegan apuradísimos, estacionan en cualquier lado, en doble fila, en las esquinas, en sitios en donde evidentemente está prohibido o es peligroso. Parecen desesperados por entregar “la carga” para cuanto antes volver a subir a su auto y salir huyendo como después de cometer un crimen. Supongo que yo alguna vez lo habré hecho así, pero desde hace mucho tiempo ya me dí cuenta de lo absurdo que es.
En todo ese apuro en el que incurren esos padres arriesgan su vida, la de sus hijos y la de terceros. Arriesgan accidentes con posibles daños personales y materiales estacionando en donde no se debe, bajando y subiendo sin las debidas precauciones y manejando alocadamente.
Además de todo eso hay que pensar en el contenido que les estamos trasmitiendo: La educación no es importante. Nos ven estresados, irreflexivos, manejando agresivamente, desaprensivos, imprudentes. Lo más probable es que les estemos dando una lección en donde su vida y la de otros vale menos que los dos minutos que podemos llegar a perder estacionando correctamente, aunque esto signifique hacerlo a una cuadra o un poco más de la puerta de la escuela (he tomado nota siempre de que nunca es mayor la distancia que existe desde el ingreso hasta algún lugar seguro de estacionamiento). Esos dos minutos, por un lado representan una setencientasava parte del día (un 0,7 %) mientras que por el otro pueden ser la diferencia entre vida y muerte, una vida saludable o una discapacidad o una pérdida importante de los bienes familiares.
Hay que pensar que uno no está transportando cualquier paquete, sino la “carga” más importante de su vida, como son los hijos y no a cualquier parte, sino a uno de los lugares en donde se define el futuro de esos mismos hijos. Y eso, por más que sea cosa de todos los días, no es menos relevante.
¿Costaría tanto buscar un buen lugar en donde estacionar con seguridad y hacerlo tranquila y prudentemente y con el debido tiempo y cuidado? ¿Es tan difícil dar el tiempo adecuado para que baje el niño con seguridad y tranquilidad? ¿Odiamos tanto caminar que no podemos llevarlos una cuadra o cuadra y media, relajados y atentos, haciendo sentir a los hijos que son importantes ellos y su ida a la escuela? ¿O acaso tememos tener que comunicarnos con ellos en esos dos minutos?
Esteban Cámara
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