domingo, 17 de junio de 2012

Tercer domingo de junio: hombres con o sin sombrero



No te conocí mucho, la verdad
¡Que hombre distante!

Lo primero que recuerdo fue con anteojos de mamá volando hacia vos
Una siesta de peleas violentas, de las tantas,
Casi de la exclusión.

O tal vez una pelota flamante,
pateada de uno a otro en el campito del costado del edificio.
Uno, un gurrumín cabezón y flaquísimo de 4 o 5 años,
el otro un tipo de saco y sombrero, casi un abuelo.
No crean que sería algo frecuente.

Recuerdo también aquellas navidades de petardos
Encendidos con uno de tus habanos,
Mientras mamá Noel ponía los regalos alrededor del árbol des-vigilado de criaturas.

Recuerdo tu chalet paterno de quinientos cuartos y bañeras,
Los motivos náuticos y exóticos, los cueros de puma,
Esos armarios repletos de camisas en sus cajas.
Tu maniático cuidado personal y sus tiempos que rompían relojes,
(algo renegado por este humilde servidor).
Tus sacos excéntricos. Tus sombreros y gorras.

Creo que jamás hablamos:
Nos separaban dos generaciones.
Pero más que eso: parecíamos de dos mundos, dos culturas.
Uno de jesuitas, apologéticas y “humores” de Hipócrates
(¿habría que considerarte flemático … o melancólico?)
El otro de la ciencia, el ateísmo, el peronismo y el marxismo.

Recuerdo tus pucheros apoteósicos de carnes
De diversos géneros y órdenes animales,
Procesadas y sin.
Las infinitas variedades de verduras,
Más fideos, porotos que reventaban la olla.
Tal vez eso heredé de vos, más que los habanos:
Ese Dionisismo de la hornalla.

No recuerdo ningún abrazo tuyo o gesto de apoyo,
Eras crítico del pelo, de la música, de la militancia, de la moto.
Del sinsombrerismo.

¿Eras vos esa primera noche mía en Barcelona, en la Rambla del Estudis?
¿Fuiste a ver mi momento feliz? Sí, te lo debo en mucho.
Carraspeando, sentado en ese banco de madera del centro de la rambla,
Con tu gorra marrón y el bastón de siempre, mientras los navajos tocaban su música,
Al final de la rambla.
La actitud burlona, como diciendo: “Creíste que ya sólo era metafísica y recuerdo. Pero aquí estoy.”
¿Eras vos, viejo ladino?
Me pregunto si no fue siempre eso de estar no estando. O de no estar, estando.

Ya casi fuera de este mundo me contaste de un aborto que impediste.
No sé si cierto, pero explicaría abrazos no tan efusivos,
Con ojos mirando el horizonte.
Cierto abandono que denuncian las maestras.

Muchas veces creo verte al huir de alguna vidriera.
No quiero, pero te veo.
Te veo, pero sin sombrero.



Esteban Cámara
Santa Fe, 17 de junio de 2012

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