No te conocí mucho, la verdad
¡Que hombre
distante!
Lo primero
que recuerdo fue con anteojos de mamá volando hacia vos
Una siesta
de peleas violentas, de las tantas,
Casi de la
exclusión.
O tal vez
una pelota flamante,
pateada de
uno a otro en el campito del costado del edificio.
Uno, un
gurrumín cabezón y flaquísimo de 4 o 5 años,
el otro un tipo
de saco y sombrero, casi un abuelo.
No crean
que sería algo frecuente.
Recuerdo
también aquellas navidades de petardos
Encendidos
con uno de tus habanos,
Mientras
mamá Noel ponía los regalos alrededor del árbol des-vigilado de criaturas.
Recuerdo tu
chalet paterno de quinientos cuartos y bañeras,
Los motivos
náuticos y exóticos, los cueros de puma,
Esos armarios
repletos de camisas en sus cajas.
Tu
maniático cuidado personal y sus tiempos que rompían relojes,
(algo renegado
por este humilde servidor).
Tus sacos
excéntricos. Tus sombreros y gorras.
Creo que
jamás hablamos:
Nos
separaban dos generaciones.
Pero más
que eso: parecíamos de dos mundos, dos culturas.
Uno de
jesuitas, apologéticas y “humores” de Hipócrates
(¿habría
que considerarte flemático … o melancólico?)
El otro de
la ciencia, el ateísmo, el peronismo y el marxismo.
Recuerdo
tus pucheros apoteósicos de carnes
De diversos
géneros y órdenes animales,
Procesadas
y sin.
Las
infinitas variedades de verduras,
Más fideos,
porotos que reventaban la olla.
Tal vez eso
heredé de vos, más que los habanos:
Ese
Dionisismo de la hornalla.
No recuerdo
ningún abrazo tuyo o gesto de apoyo,
Eras
crítico del pelo, de la música, de la militancia, de la moto.
Del
sinsombrerismo.
¿Eras vos
esa primera noche mía en Barcelona, en la Rambla del Estudis?
¿Fuiste a
ver mi momento feliz? Sí, te lo debo en mucho.
Carraspeando,
sentado en ese banco de madera del centro de la rambla,
Con tu
gorra marrón y el bastón de siempre, mientras los navajos tocaban su música,
Al final de
la rambla.
La actitud
burlona, como diciendo: “Creíste que ya sólo era metafísica y recuerdo. Pero
aquí estoy.”
¿Eras vos,
viejo ladino?
Me pregunto
si no fue siempre eso de estar no estando. O de no estar, estando.
Ya casi
fuera de este mundo me contaste de un aborto que impediste.
No sé si
cierto, pero explicaría abrazos no tan efusivos,
Con ojos mirando
el horizonte.
Cierto
abandono que denuncian las maestras.
Muchas
veces creo verte al huir de alguna vidriera.
No quiero,
pero te veo.
Te veo,
pero sin sombrero.
Esteban
Cámara
Santa Fe,
17 de junio de 2012
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