jueves, 21 de junio de 2012

Fábula del astuto

4 amigos se van de pesca a una localidad sobre el río, pocos kilómetros más al norte de su ciudad.
Se instalan en una cabaña el viernes por la tarde y, apenas dejan los bolsos en ella, se van para el embarcadero donde un bote los llevará a la isla.
Aparece un billete de 100 dólares en el embarcadero, dónde por mucho tiempo no hubo nadie más que ellos. El astuto lo detecta y, sin dar ninguna muestra de ello, lo pisa. Cuando los demás están distraídos hace como que se ata los cordones de los borceguíes y se lo mete en la media para luego llevárselo a la billetera. Mientras van en el bote para la isla otro de los amigos dice:

-          Hey, ¿nadie perdió un billete de cien dólares?
Silencio por parte del astuto y negativas por parte de los amigos restantes.

-          Entonces, -dice el que habló después de encontrar un segundo billete, este fin de semana vamos a pasarlo bien.

Cuando vuelven a las cabañas luego de la excursión de pesca, le pagan a un lugareño para que les cocine los ejemplares que habían podido pescar y, con la plata “extra”, compran vino de calidad, queso y fiambre para una picada, etc.

Y así sucesivamente, de manera que cuando vuelven a Santa Fe, ya no queda nada de los cien encontrados en segundo término. Los cien del astuto se encuentran a salvo en su billetera.

Una vez en su casa el astuto va al ropero donde tiene la caja con el dinero que reserva para fin de mes para agregar allí el billete “encontrado”, feliz de su buena suerte y del fin de semana glorioso pasado a expensas de algún otro.

Abre la caja y ve horrorizado que no hay ni rastros de los dos billetes de cien que guardara…

Entonces, recuerda: En el apuro por irse, si bien pensó en guardar los dos billetes en la caja, no recordó en ningún momento haber ido para el ropero. Seguramente los dejó, instintivamente, en un bolsillo de la campera y al llegar al lugar de embarque, con el trajín de acarrear cañas, cajas de pesca, etc. se le cayeron.

En fin, ya era tarde para decirles a los amigos que el billete que disfrutaron entre todos era el suyo. Además, era muy sospechoso que no lo hubiera dicho en su momento y su “astucia” seguramente lo hubiera traicionado dejando traslucir mediante alguna nota falsa, su intento de engaño.


Esteban Cámara

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