Estaba el viernes pasado haciendo cola en un cajero automático de mi insumergible Santa Fe, con más gente que lo habitual por el paro de los Moyanitos (pidan un 70% de aumento, muchachos, si quieren, todo bien...) que amenazaba desabastecer los cajeros autom{aticos. De pronto, a una persona por detrás mío aparece el pibe: Rubiecito como de 30 años, prolijo, chetito, pinta de profesional con escuelas caras en su CV, ropa cara dentro de la cual sobresalía el típico pullover "Bremer" de marca.
Ni bien llegó, empezó casi a los gritos: "¡Este país bananero!", "¡Qué país de mierda!", "No tenés libertad para comprar dólares", "No tenés libertad para nada". Yo ya lo estaba por mandar a vivir a otro lugar que le acomode mejor. La vieja pitucona que estaba detrás mío se empezó a sumar a su protesta, aunque tímidamente. El resto de la cola lo escuchaba como quien oye llover, por suerte. Era mediodía.
Seguía: "Si votás a los radicales los echan. Si votás a los peronistas, te roban. Si votás a los socialistas no te pagan" (apunte: en mi provincia está en riesgo el pago de los empleados por la desastrosa administración del Partido ¿Socialista? ¿Popular?).
Siguió agitando unos minutos, sin lograr más eco que el de la vieja rubia, muy paqueta ella con su sobretodo, paragüas y sombrerito, todo tipo "Cardón".
De pronto, no lo escuché más. Aliviado, pensé que se habría calmado, pero no.Como sin querer, miro para atrás... ¡Se había ido! Yo no lo sabía en ese momento, pero había un cacerolazo programado para esa tarde
Pensándolo un par de días después, creí ver un patrón, algo previamente meditado, un guión: El discurso había salido compacto, casi prearmado. Queda claro lo ideológico pero también hay una marcada pertenencia política, al menos como recorte. Hay un partido, la gran esperanza de la derecha blanca, al cual no criticó. Casualmente, ese partido se ha asociado a una forma novedosa de hacer política, guiado por un consultor extranjero asociado a formas publicitarias tipo yanquis: Escuchas telefónicas ilegales, campañas sucias, marketing empresarial, encuestas falsas que terminan ensuciando a opositores, publicidad negativa, caceroleos de gente "bián" y cosas por el estilo.
Si es así, la derecha argentina parece haber aprendido de la izquierda una especie de táctica asimilable a la "guerrilla" o al "kale borroka". Guerrilla de mucha más baja intensidad y, al parecer, orientada a sembrar indignación entre el público más selecto, sus posibles partidarios. En realidad, no es una práctica tan nueva, la hicieron los Nazis en la Alemania de Weimar, el famoso "trabajo de hormiga". Hasta ahora, el grueso de la oposición venía de los medios de comunicación del poder económico.
Bueno, habrá que seguir desarmando mentiras, exageraciones, tergiversaciones y ocultamientos que surjen de la clase social que siente que perdió el país (y lo tienen bien en claro). Pero esta Argentina va a seguir siendo nuestra, de los "negros", de los "indios", del pueblo, de la inclusión. ¿Por qué?: Porque es nuestra identidad.
Esteban Cámara
Santa Fe, 19 de junio de 2012
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