lunes, 18 de junio de 2012

El negro Martín


Hoy voy a contarles la historia del Negro Martín. Martín no era el nombre que figuraba en sus documentos, pero no importa.

Pasó por mi casa estando en la clandestinidad allá por principios del ’76, alto y morocho, de tipo norteño.
El negro (Luis Alberto Vuistaz) hablando frente a Cámpora

En una de nuestras escasas charlas me dijo que se había dado cuenta de que a mí me gustaba mucho la música y se extrañó de que no tocara algún instrumento. Me gustaría tocar la guitarra, le dije. ¿Y por qué no aprendés? Entonces le di la andanada de pretextos cobardes que solemos dar en estas situaciones. Que no tenía guitarra, que mamá con su sueldo de maestra que apenas nos alcanzaba para comer no podía comprarme una. Que esto y que lo otro.

Entonces me dio la lección: "Si querés algo tenés que ir a buscarlo". Creo haberla seguido bastante bien a partir de entonces. Pocos días después me enteré que un amigo tenía una guitarra en desuso porque se había comprado una nueva, más moderna y de mejor sonido. Ahí apareció la guitarra y aprendí los primeros acordes. Un par de años después pude comprarme una y así hasta el día de hoy.

Por esas pocas conversaciones fue mucho más padre para mí que mi ausente padre biológico.

Una tarde de setiembre del 76 el Negro, oficial montonero, su esposa Pelusa (que también había estado refugiada en casa) y otros compañeros estaban en una casa alquilada cerca del puente negro, en mi ciudad. La casa era insegura, estaba marcada y fue un grave error de la conducción mandarlos allí.

Los rodearon varios móviles y decenas de efectivos con sus modernas y poderosas armas. Combatieron mientras pudieron y, ya heridos y sin municiones, se rindieron.

A Pelusa, herida e inerme, la tiraron los milicos de la terraza en donde había terminado el combate quebrándole además una pierna. Eso, paradójicamente, la salvó. La vieron los vecinos y tuvieron que cargarla en una ambulancia y llevarla al Hospital Cullen. Luego fue legalizada. Sus compañeros fueron considerados desaparecidos.

De ellos no supimos nada más hasta que hace unos años antropología forense identificó los restos del Negro Martín en una fosa común en el cementerio municipal de Santa Fe. Pelusa vino a recibir esos queridos huesos.
 
 
PS: Por aquellos años no conocíamos los nombres legales de estos compañeros, sólo los alias de batalla. Conocer los nombres del documento de estos compañeros era peligroso para nosotros y para ellos. 
El negro Martín se llamaba Luis Alberto Vuistaz y pelusa, Vilma Pompeya Gómez (ver el segundo comentario). Disculpas me darán si uso los NG, pero durante muchos años sólo supe éstos. Mi hermana, compañera de militancia de estos queridos compañeros alguna vez me regañó por esto, pero yo sólo podía usar lo que conocía.  Julio de 2022.



Esteban Cámara
Santa Fe, 24 de marzo de 2012

3 comentarios:

  1. Este texto ya lo había publicado en Facebook el 24 de marzo de este año, como partícula de la necesaria memoria.

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  2. Pelusa como vos le decís compañero es mi mamá. Vilma Pompeya Gómez. Lo amo hasta el último día de su vida y sigue la lucha por eso sueño inclaudicable de una patria justa libre y soberana desde donde esté con los 30 mil compañeros

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    1. Compañero, te saludo con el corazón, conmovido por esta nuestra historia horrorosa que todavía nos hiere. Hoy como desde 1973 seguimos en la lucha por una patria inclusiva, con justicia, igualdad de oportunidades, independiente políticamente y soberana en lo económico. Por difícil que sea, seguimos.

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