Clodomira y Lidia |
Lidia Esther Doce Sánchez
Lidia |
Apenas producido el golpe de Batista, Lidia Doce, madre de tres niños, se manifestó como férrea enemiga de la dictadura y decidió unirse a la guerrilla. Su único hijo varón, Efraín Parra, ya lo había hecho.
"Conocí a Lidia apenas a unos seis meses de iniciada la gesta revolucionaria. Estaba recién estrenado como comandante de la cuarta columna y bajábamos, en una incursión relámpago, a buscar víveres al pueblecito de San Pablo de Yao, cerca de Bayamo en las estribaciones de la Sierra Maestra. Una de las primeras casas de la población pertenecía a una familia de panaderos. Lidia, mujer de unos cuarenta y cinco años, era uno de los dueños de la panadería. Desde el primer momento ella, cuyo único hijo había pertenecido a nuestra columna, se unió entusiastamente y con una devoción ejemplar a los trabajos de La Revolución... Su audacia sin límites hacía que los mensajeros varones rehuyeran su compañía. Recuerdo siempre las apreciaciones entre administrativas y ofuscadas que uno de ellos me hacía: 'Esa mujer tiene más ... que Maceo, pero nos va a hundir a todos; las cosas que hace son de loco, este momento no es de juego.' Lidia, sin embargo, seguía cruzando una y otra vez las líneas enemigas." Ernesto Che Guevara, Pasajes de la Guerra Revolucionaria.
Almeida, Celia, Lidia y Fidel |
Clodomira Acosta Ferral
Clodomira |
"Fidel tenía interés en conocer lo que sucedía en el Escambray, qué gente se había alzado allí y cómo se desarrollaban los acontecimientos en aquella zona; en fin, que era necesario averiguarlo y no encontrábamos la forma de conectarnos o de averiguar qué pasaba allí. Allí fue Clodomira, pues era una campesina muy determinada. Ignoro cómo hizo contacto con aquella gente, pero averiguó todo. No registró todo el Escambray porque no tenía permiso de Fidel". Celia Sánchez.
Lidia y Clodomira comenzaron a trabajar juntas como mensajeras. Formaban una dupla realmente poderosa, inteligentes y con fiereza inusual, capaces de vencer cualquier obstáculo.
Hay quien dice que el Che tendía a rodearse de la gente más humilde, más proletaria. Pero no es eso, no: el Che tenía un ojo extraordinariamente preciso para la lealtad y la entrega desinteresada.
Detención
Lidia y Clodomira se encontraban en La Habana a mediados de septiembre de 1958, prontas a llevarle al Che el cachorro que Lidia le había prometido. Se habían refugiado en una casa clandestina cuando, a consecuencia de una delación arrancada bajo cruel tortura, los esbirros de la dictadura irrumpieron a sangre y fuego en el inmueble y mataron a sus compañeros de casa. Lidia y Clodomira se lanzaron contra ellos como fieras enfurecidas, pero fueron reducidas y secuestradas.
"Nuestros compañeros se defendieron hasta la muerte; Lidia estaba herida cuando la llevaron. Sus cuerpos han desaparecido, están durmiendo su último sueño, Lidia y Clodomira, sin duda juntas como juntas lucharon en los últimos días de la gran batalla por la libertad." Escribió el Che en Pasajes de la Guerra Revolucionaria.
Tortura y muerte
Las torturas que sufrieron Lidia y Clodomira, pudimos saberlo muchos años después, fueron tremendas. Durante cinco días les pegaron, las torturaron de mil maneras, sin resultado.
En el juicio a los asesinos, uno de ellos declaró: "(...) del reparto Juanelo fueron conducidas a la 11na. Estación (...) el día 13 Ventura las mandó a buscar conmigo y las trasladé a la 9na. Estación, al bajarlas al sótano que hay allí, Ariel Lima las empujó y Lydia cayó de bruces, casi no podía levantarse, y entonces él le dio un palo por la cabeza saltándoseles casi los ojos al darse contra el contén (...) La más vieja, Lidia, ya no hablaba, solo se quejaba. Estaba muy mal, toda desmadejada."
El 14 por la noche, Ventura, el oficial a cargo diría:
"Los animales estos le han pegado tanto para que hablaran que la mayor está sin conocimiento y la más joven tiene la boca hinchada y rota por los golpes, solo se le entienden malas palabras." No hablaron tampoco.
Las siguieron torturando. Finalmente, las pusieron en bolsas con piedras y las llevaron al mar en La Puntilla, al fondo del Castillo de la Chorrera (Castillo de San Salvador de la Punta), La Habana. Desde un bote las hundían y las volvían a sacar, pero ni así consiguieron una palabra de delación. Finalmente, el 17 de septiembre, soltaron las bolsas al mar. Nunca se encontraron los cuerpos.
Libro Pasajes de la Guerra Revolucionaria, Cuba 1956 – 1959. Edición anotada. Por Ernesto Che Guevara. Editora Política, 2008. 362 pág. ISBN 978-959-01-0829-7, cuarta edición. p. 288-290
EcuRed: http://www.ecured.cu/index.php/Lidia_Doce
http://www.ecured.cu/index.php/Clodomira_Acosta_Ferral
Esteban Cámara
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