El contenido de este
artículo podría lesionar la sensibilidad de algunas personas.
Hace no mucho, veía en una
serie de ficción que a un racista yanqui asesino su defensor, de raza negra, lo
defendía argumentando que padecía una enfermedad mental: Racismo.
En ese momento me indigné
porque me lo imaginé como subterfugio para innumerables hijos de puta:
Homófobos, Racistas, Xenófobos, Supremacistas, Machistas y muchos otros *istas.
Luego de contar acerca de
esto, me empezó a surgir la duda de si no habría algo de verdad en todo esto.
Pensaba en las descripciones de contemporáneos de los nazis, a quienes
catalogaban como “buenos vecinos”, “buenos padres”, “buenas personas”…
Hace un par de días supimos
con estupor de las declaraciones que hizo Videla, el ex dictador argentino,
asesino, torturador y apropiador de bebés, en el juicio por robo de bebés.
Hubo un elemento en ellas que
me recordó aquella idea de la locura y me empezó a incomodar. Es esta: Según
Videla: “Las parturientas a quienes respeto como madres eran militantes activas
de las maquinarias del terrorismo y muchas de ellas usaron a sus hijos
embrionarios como escudos humanos al momento de ser combatientes”. Aquí hay
claros elementos de desquicio, de delirio.
En primer lugar, me es imposible
pensar a una “parturienta” en combate, disparando entre contracciones,
rompiendo fuentes al momento de quitar el seguro de las granadas y velando por
su adecuada dilatación.
Otra imagen tremenda que
sugieren estas palabras y que me es completamente inverosímil es pensar a las
embarazadas enfrentando a sus enemigos con los vientres expuestos y tratando de
escudarse en ellos.
Mas allá de este análisis
literal y despiadado del dicho, la intención del asesino ex general seguramente
fue más metafórica, pero ni aún así es remotamente comprensible.
A ver, ¿de qué manera,
entonces, pudieron las embarazadas (aquí traduzco al término correcto ante la
manifiesta estupidez del original) usar sus embriones como escudos? No, no me
es posible imaginarmelo sin recurrir a absurdos como los ya expuestos.
Entonces, si la frase no
encuentra situación real que sea mínimamente racional, no queda más que
considerarla demencial.
Aquí es en donde empiezo a ver
la locura. Una locura que comienza su camino desde lo ideológico y, lo
ideológico, a posteriori, parece definir claramente una asimetría: De ser esas
futuras madres combatientes de otro signo ideológico, seguramente este monstruo
no hubiera planteado así las cosas.
Desde cierta tradición
ideológica que no comparto, otras palabras del dictador son racionales. La
necesidad de disciplinar al país instaurando el neoliberalismo, por cualquier
método por cruento que fuera. Su rechazo de los jueces, común a cualquier otro
autor de delitos aberrantes, que no suelen estar previstos en las legislaciones
y cuyos sujetos han sido desde siempre poseedores (reales o autodeclarados) de
fueros especiales. Las dudas que intenta sembrar apelando a la disparidad de
las cifras de desaparecidos, disparidad alentada por su propia política de
ocultamiento y confusión de los hechos, ocultamiento de cuerpos, vuelos de la
muerte, fosas comunes y tantas otras.
Párrafo aparte merece otro de
sus argumentos: La asimetría de castigo. Ésta es fácilmente explicable desde la
cobardía de sus propias acciones y del sistema represivo que evidentemente
instauró su dictadura: Clandestino, negador, oscuro, confuso, mentiroso, dual y
muchos adjetivos más que tuvieron como resultado la desaparición de pruebas,
testigos y sospechosos y hasta de sus familiares, vecinos y conocidos. ¿De qué
manera podría hoy la justicia juzgar algún hecho producido por la guerrilla de
aquellos años, si por el accionar de los propios esbirros de Videla y sus
métodos cobardes y clandestinos es imposible obtener la más mínima declaración
o prueba? Aún así, ésta parece una defensa ineficaz o cobarde, pero no una neta
locura.
Saliendo ya del caso Videla,
veo en los crímenes más aberrantes de los nazis, de los fascistas, del
franquismo, de cierta izquierda, del estalinismo y, sobre todo, de las acciones
de Estados Unidos y sus líderes en mayor medida luego del 11 de septiembre de
2001, ciertos denominadores comunes: Prejustificación de cualquier acción
propia, desconocimiento de cualquier derecho en el enemigo o incluso de la condición
humana de los mismos e irrestricción en el uso de recursos. Podríamos agregar
tambien aquí a la inquisición de la iglesia católica.
Siempre se esgrime una injuria
previa por parte de las víctimas. En el caso de los nazis, el peligro y el
socavamiento de la nación alemana por parte de los judíos. En el franquismo y
los fascistas, el “Peligro Rojo”. En el estalinismo y en ciertos sectores de la
izquierda, la reacción burguesa o antirrusa o contrarrevolucionaria. Por
último, en Estados Unidos, el terrorismo islámico, el odio contra su versión de
la “libertad”, el antiamericanismo.
En todos esos “otros”, la
acusación está casi pre-probada. Basta enunciarla, basta que el futuro agredido
conste de una determinada nariz o de un prepucio intacto, una bandera roja, una
débil crítica o una falta de entusiasmo respecto del régimen o de un turbante
y/o una barba tupida sobre una piel apenas morena para que se dispare y se
destruya.
Impúdicos, luego recuentan los
muertos ajenos y festejan la sangre derramada, sedientos. Usan los cuerpos y
bienes de sus víctimas como trofeos y se entregan a una bacanal de odio
manifiesto.
Es algo extraño hablar de
locura “ideológica”, porque parece haber una contradicción entre locura y lógica.
Pero, lógicas hay muchas. No obstante, la construcción de este tipo de delirio
anida en esa estructura de ideas en una parte bien delimitada. Tensiona al
resto de la estructura, pero no la desmorona.
Estos individuos suelen ser
calificados por sus pares como personas normales, hasta excelentes, Pero una
vez tocado su motivo, el núcleo de su locura, casi sin excepción se les escapa un
monstruo.
Veo que, fuera de este
delirio, pero como un soporte de él existe lo que se llama relativismo moral. Este
relativismo es cuando se justifica la postergación de los oprimidos en alguna
geografía lejana con frases como: Y bueno, es una cultura distinta o nosotros
no los podemos entender. Nunca se debe tolerar el menoscabo de la condición
humana, ni por razones de género, de pensamiento, de costumbres, de color de
piel o bajo ninguna otra excusa.
Desde aquí, desde estas
líneas, quiero llamar a la adecuada proporcionalidad de medios y fines, a la
justipreciación de las acciones de los individuos y colectivos y, sobre todo,
de sus resultados. A su vez, condeno por completo el relativismo moral. Nunca
puede haber justificativo para las aberraciones, para la tortura, para el
hostigamiento y la discriminación. Mucho menos para el asesinato o el
genocidio.
Esteban Cámara
Santa Fe, 29 de junio de 2012