sábado, 24 de julio de 2021

Salud pública: Un cuentito argentino

Introducción

Los argentinos solemos alardear de nuestro subsistema de salud pública, al que postulamos como universal y gratuito y al que elevamos discursivamente, esto es casi inevitable, al nivel de mejor salud pública de latinoamérica.

Hmmmm, ¿será?

Debo advertirles que este texto no representa un estudio sistemático y general, con datos económicos y estadísticos, sino la recuperación de un conjunto de experiencias personales y de allegados en su relación con el sistema de efectores públicos de salud. La parte humana, bah.

Antecedentes

Quien esto escribe empezó su vida laboral formal mientras estudiaba bioquímica, como técnico de laboratorio de hospital de emergencias (Hospital Cullen, Santa Fe), categoría inicial y contratado. Nos estamos remontando a mayo de 1983. Años más tarde terminaría mi carrera universitaria (no sin antes haber incursionado por el sindicalismo). En ningún momento las autoridades de mi provincia accedieron a promoverme a pesar del título y seguí lavando recipientes con heces y sangre, además de brindar mis servicios como profesional, según les conviniera (no sólo efectuar análisis, sino investigar, traducir manuales, adaptar/aplicar técnicas nuevas y arreglar aparatos entre otras cosas). De amplio rango, el tipo. 

11 años después gané un concurso abierto (al que postulamos en total 455 profesionales) y luego recibí una formación de nivel de posgrado (especialización) en gestión pública y comencé mi carrera como asesor, planificador y/o coordinador de nivel superior en organizaciones, proyectos y políticas públicas.

1998-1999 participé del equipo (campaña comunicacional) que puso en funcionamiento el Nuevo Hospital de Niños Orlando Alassia de Santa Fe.

En septiembre de 2002 fui designado Director Provincial de Farmacia y Bioquímica, cargo que ejercí hasta el cambio de gobierno en diciembre 2003.

Entre 2004-2006 estuve asignado a la Unidad de Asistencia Alimentaria de la Secretaría de Promoción Comunitaria, en donde fui coautor del Programa Nutrir Más, que sacó del riesgo nutricional a más de 1200 niños de nuestra provincia. Por esa época realicé el posgrado en Gestión Estratégica de Organizaciones Públicas (UNR, FCP y RRII).

En 2010-2011 trabajé en la Unidad de Gestión Provincial del Plan Nacer.

2016-2019 me desempeñé en la obra social provincial IAPOS (para el personal del estado provincial, municipal y otros).

En otros períodos (no detallados aquí) ejercí mis funciones en temas no relacionados directamente con la salud pública.

Este aburrido racconto es al sólo efecto de acreditar formación académica y experiencia en el tema que voy a pasar a analizar: Salud Pública.

Pero, además y a diferencia del sector social que aporta la totalidad de los funcionarios profesionales de la salud pública, tengo experiencia como cliente y/o familiar o allegado directo de clientes del sistema publico de salud.

Algunas experiencias

* Hospital Cullen

Cuando ingresé, se estaba retirando la dictadura militar y el plantel de personal del hospital estaba completamente vaciado, desguarnecido y la variedad de análisis que se realizaba era mínima. Con la cercanía de la democracia, el plantel se duplicó o triplicó y la cantidad y variedad de análisis realizados se incrementó notablemente. Mejoró mucho todo cuando los hospitales se descentralizaron desde el punto de vista logístico. 

De 1994 a esta parte no puedo decir mucho más que lo que sigue. En 2017 visité fugazmente el hospital por un tema personal y me encontré con que se había convertido (era al final del horario de visita) en una especie de cárcel, con casi una sobreactuación de seguridad. Claro, en los últimos años habían recrudecido, tanto en el hospital como en otros efectores públicos, las agresiones al personal por las demoras y los malos tratos dispensados a la clientela, sumado seguramente a la crisis de representación que se vive en la cultura social. 

Sería altamente improbable el riesgo de agresión hacia el personal si la atención fuera digna, completa y a tiempo.

* Guardias hospital de niños (viejo y nuevo)

Tengo cuatro hijos y me he ocupado mayormente de la salud de todos. A los dos mayores, ante urgencias, siempre los he llevado a la guardia del hospital de niños, en este caso, el viejo hospital. A las dos menores, a la guardia del nuevo. Nunca, jamás, esperé menos de dos horas y media. 

Años más tarde, me enteré de que debian ser 3 médicos de guardia en el hospital de niños, por esa época. Nunca vi más de dos y, peor aún, con la mayor frecuencia era uno solo. Y con pinta de residente o concurrente. Creo que una sola vez vi a una médica de experiencia, que probablemente fuera a quien le correspondiera la guardia. El máximo: 6 horas de espera con una niña con broncoespasmo y que tal vez requiriera internación. No me parece un trato digno ni un desempeño como para alardear de ser mejores que nadie. 

* Dispensarios y otros efectores periféricos de atención primaria

Breve descripción: El ciudadano concurre antes de las 7 de la mañana y hace una cola. Cuando a esa hora abre el efector, se lo anota para la consulta. Si tiene suerte y consigue uno de los escasos turnos disponibles, debe volver entre las 12 y las 16 horas para la consulta. Una persona que trabaja difícilmente pueda atenderse o hacer atender a sus hijos así. 

Pero frecuentemente, puedo dar fe de ello, la respuesta es decir que se vuelva en dos o tres meses. Eso es mucho peor.

En definitiva la atención de salud en los efectores de atención primaria es casi una agresión, casi violencia institucional.

* Turnos y estudios

Hace algunos meses a mi nieto le diagnosticaron un soplo en el corazón (sic). Mi hija (su madre) optó por atenderlo en el sector público (yo le había ofrecido en su momento anotarlo en mi obra social) debido a que así podía disponer de un subsidio gubernamental para comprarle algunas ropas y alimento. Eso originó dos estudios. Para el primero de ellos le dieron lugar a un mes y medio más adelante. Y para el otro a los tres meses. Mi hija, con toda la preocupación de una madre primeriza y muy joven, optó por llevarlo al sector privado. En tres semanas tuvo todo listo y resultó que no había ningún problema.

Los turnos de consultorio y de estudios de salud son notoriamente insuficientes sugiriendo que su abordaje y planificación (de haber alguna) se ha efectuado desde la oferta y no desde la demanda. Se pone un pediatra que atiende a 30 o 50 pacientes por semana cuando la demanda de ese centro es el triple o mucho más. Pero nadie lo sabe porque nadie considera la clientela a atender ni lleva registro de la demanda insatisfecha. Hasta la obra social más humilde tiene una población determinada: Cuántos niños, cuántas mujeres en edad fértil, cuántos ancianos, cuántos diabéticos, etc. Eso no existe en el sector salud más que como una estimación de dígitos oscilantes (o sea más o menos). Esto se podría hacer mucho mejor si se partiera de la base de información cierta y precisa. Claro, después hay que invertir porque los recursos puestos en juego (con espíritu de si te gusta bien y si no, jodete) son notoriamente insuficientes.

Más recientemente aún, fui a anotarme para la vacuna antigripal al dispensario que queda a 5 cuadras de mi casa. Me hicieron completar un formulario con mi información de contacto, datos de salud y comorbilidades y meterlo en una urna. Me dijeron que me iban a avisar para la aplicación. Eso fue a principios de mayo. Casi tres meses después no he tenido la menor novedad.

* En general

El personal del sector público, mayoritariamente (hay algunas honrosas excepciones), considera que se le está haciendo un favor a la clientela, no que ésta está ejerciendo un derecho. He escuchado, como compañero de trabajo tanto como paciente, la expresión que esperen, no sea cosa que se malacostumbren. Y esto, pudiendo solucionar el problema inmediatamente. Abundan también las expresiones de supuesta superioridad moral o social (inmotivada), las dilaciones innecesarias, los acomodos, los cobros ilegales (en este caso un rumor persistente que en lo personal no pude comprobar) y otras lacras que nadie parece ver. Ni siquiera aquellos que atienden dignamente según sus posibilidades parecen notar estas desviaciones.

Pero el grueso del problema no son los agentes públicos, sino quienes organizan, planifican (si es que...) y administran el sistema y que lo piensan desde la oferta y no desde la demanda. Desde la dádiva y no desde el derecho. Desde el capricho y no desde la racionalidad.

Conclusiones

La respuesta del subsistema público de salud a la demanda sanitaria de la sociedad es insuficiente, caótica y pocas veces digna. Entre otras cosas, hay que encarar un plan de reeducación integral del personal basado en la explicitación de los derechos ciudadanos y a favor de la comprención, aceptación e inclusión de las minorías culturales y sexuales y los sectores postergados. Hay que estudiar las demandas y proveer suministros y personal de manera adecuada y planificar los servicios en base a las demandas de la población y no desde el capricho, la comodidad y el desconocimiento de la situación con la que parecen manejarse la mayoría de los funcionarios.

Debo mencionar también que además del subsistema público, el de la salud oferta también lo que se conoce como subsistema privado: Un conglomerado de prestadores que presta sus servicios a valores de mercado o con el financiamiento de obras sociales pre pagas o bien sindicales. Pero este subsistema es inalcanzable para un 40/50% de la población, justamente la de menor disponibilidad recursos y con empleos en negro, precarios o de producción económica ínfima.

Es posible hacer algo distinto. Yo el único sistema de salud pública que conozco además del argentino es el cubano. Cuba hace las cosas mucho más justamente, por supuesto: Por cada 120 familias, no importa dónde (si es en una barriada de una gran ciudad o en el medio de la sierra maestra), provee de un equipo de salud (médico generalista, enfermera y agente sanitario). Luego las segundas y terceras instancias se ordenan con criterio de satisfacción de la demanda.

No puede ser que los servicios de salud se piensen exclusivamente sobre la base de la oferta. Debe responder a un estudio de la demanda real en el territorio. La provincia tiene profesionales altamente capacitados para diseñar políticas y programas. Uno de ellos es profesional de la salud (bioquímico), tiene dos posgrados en gestión pública, tiene casi 40 años en el sector público y ha estado becado en Europa en temas relacionados. Sí, hablo de mí, que me encuentro en mi casa porque el actual gobierno provincial no se ha dignado asignarme funciones.

Tengamos siempre en cuenta que lo que no se invierte en el momento adecuado, se termina pagando mucho más caro (y no sólo en lo económico) en algún otro momento posterior.

Otro dato preocupante es que en mi experiencia (salvando la situación lamentable a mi ingreso al final de la dictadura militar), la prestación de salud pública se va deteriorando lenta pero indefectiblemente. Pero lo peor es que los gobernantes (que como ya dije no pertenecen al sector social que es cliente de la salud pública) parecen no tener la más mínima capacidad de efectuar una lectura crítica acerca de la verdadera calidad de lo que se está brindando en materia de salud a la población más humilde.

Seguramente, en latinoamérica abundan las falencias, en algunos casos mucho peores que en Argentina. Pero no nos creamos tampoco que seamos mucho mejores en esto. Lo mismo podría decirse de la educación superior o universitaria, pero eso será tema de un análisis posterior.

De ninguna manera se debe entender este texto como un apelación a la privatización ni un opositor a la salud pública, todo lo contrario. Urge empezar a mejorar la calidad y alcance del subsistema público de salud. La salud debe ser pública, universal y gratuita, con el estado como garante.

Evidentemente, de ninguna manera concuerdo en que el sistema público de salud en Argentina es mejor que en el resto de latinoamérica. Hay al menos uno que es mejor. Para más info: El sistema de salud en Argentina (apuntes para una charla en Cuba) (LINK).

Tampoco es de hecho, universal, puesto que mucha gente no puede acceder a él con la regularidad necesaria. Y respecto de la gratuidad, conozco demasiadas posibles excepciones (no quiero hablar aquí de ciertos SAMCO's...). Más bien, podría definirse como un sistema caótico, caprichoso, injusto y agresivo con aquellos que menos tienen y más necesitan.

 



Esteban Cámara

Santa Fe, 22 de julio de 2021

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