Recuerden:
mi cuenta de cuarentena tiene cuatro días más que la cuarentena general
de mi país, porque yo la empecé antes, porque sí.
Sueño como los últimos días, me despierto como a las 7 y no me vuelvo a dormir. Termino levantándome a las 9 y 20. Desayuno completito como siempre, salvo que se me termina el lomito (perdón no había avisado, ah, y también reemplacé los chipá por criollitos de queso de la heladería Fratto, exquisitos), café con leche y canela, yogur, jugo de naranja, eso sí no varió.
Hago unas arepas a la venezolana reina pepiada y de carne de cerdo, salen muy bien. Las mejores hasta ahora. Nos comemos cuatro de los aguacates de mi árbol. Qué rico.
Voy a la mañana a buscar a Julieta a la casa de su mamá, y a Alexis, obvio.
Ayer veía el stand up de Hannah Gadsby en Netflix. Genial! En un momento dijo que no valía la pena discutir con antivaxxers. No se puede dialogar con una mente cerrada. Es cierto. Debo tomar nota porque por ahí no puedo con mi genio y me engancho con uno de esos estúpidos antivaxxer, terraplanistas, negacionistas de la pandemia, anticuarentena, neoliberales, evangebobos y alguno de esa gran caterva de cerebros lisos.
¿Qué es una mente cerrada? Una subjetividad incapaz de dejar de creer por más que se les presenten toneladas de pruebas en contra de lo que piensan. Si las estadísticas los contradicen, descreen de ellas. Si la ciencia demuestra lo contrario de lo que ellos creen, descreen de la ciencia, de la OMS de los astrónomos, hasta de sus amados FMI y Banco Mundial. Nada les es suficiente. Una persona puede tener unas convicciones muy fuertes, pero si se le demuestra que lo que dice no tiene razón, no recurre a negar la evidencia, sino que busca explicarla y, eventualmente, corregirá su postura. Estos imbéciles recurren a la amenaza, al insulto, a cualquier babosada con tal de no renunciar a su ridículas creencias.
Siesta: nada.
Sueño como los últimos días, me despierto como a las 7 y no me vuelvo a dormir. Termino levantándome a las 9 y 20. Desayuno completito como siempre, salvo que se me termina el lomito (perdón no había avisado, ah, y también reemplacé los chipá por criollitos de queso de la heladería Fratto, exquisitos), café con leche y canela, yogur, jugo de naranja, eso sí no varió.
Hago unas arepas a la venezolana reina pepiada y de carne de cerdo, salen muy bien. Las mejores hasta ahora. Nos comemos cuatro de los aguacates de mi árbol. Qué rico.
Voy a la mañana a buscar a Julieta a la casa de su mamá, y a Alexis, obvio.
Ayer veía el stand up de Hannah Gadsby en Netflix. Genial! En un momento dijo que no valía la pena discutir con antivaxxers. No se puede dialogar con una mente cerrada. Es cierto. Debo tomar nota porque por ahí no puedo con mi genio y me engancho con uno de esos estúpidos antivaxxer, terraplanistas, negacionistas de la pandemia, anticuarentena, neoliberales, evangebobos y alguno de esa gran caterva de cerebros lisos.
¿Qué es una mente cerrada? Una subjetividad incapaz de dejar de creer por más que se les presenten toneladas de pruebas en contra de lo que piensan. Si las estadísticas los contradicen, descreen de ellas. Si la ciencia demuestra lo contrario de lo que ellos creen, descreen de la ciencia, de la OMS de los astrónomos, hasta de sus amados FMI y Banco Mundial. Nada les es suficiente. Una persona puede tener unas convicciones muy fuertes, pero si se le demuestra que lo que dice no tiene razón, no recurre a negar la evidencia, sino que busca explicarla y, eventualmente, corregirá su postura. Estos imbéciles recurren a la amenaza, al insulto, a cualquier babosada con tal de no renunciar a su ridículas creencias.
Siesta: nada.