Sobre Cambio de piel, de Horacio Verbitsky
A continuación transcribo el encabezado de la nota "Cambio de piel" publicada en el diario Página 12 de Argentina, el mismo que fuera caracterizado ayer por el Vaticano como pasquín de izquierda.
"La
primera conferencia de prensa del vocero del papa Francisco fue para
desprenderse de Jorge Mario Bergoglio, acusado por la entrega de dos
sacerdotes a la ESMA. Como los testimonios y los documentos son
incontestables, el camino elegido fue desacreditar a quien los difundió,
señalando a este diario como izquierdista. Las tradiciones se
conservan: es lo mismo que Bergoglio dijo de Jalics y Yorio
ante quienes los secuestraron." H. Verbitsky.
A mí me llamó mucho la
atención la respuesta vaticana (bastante más 'cana' que 'vati'): maccartista
(como lo fue el joven jorge bergoglio) y política, fuertemente
política, casi electoral. Para nada religiosa, se ve que eso de "poner
la otra mejilla" sigue rigiendo para todos menos para las jerarquías
eclesiales.
Volviendo sobre el cariz político de la respuesta (que en
realidad no responde, dado que acusa) es realmente muy pobre y me
retrotrajo al discurso setentista de la triple a, guardia de hierro, la
cnu, la jsp y similares. Se ve que ciertos reflejos nunca se pierden.
Es innegable, ante el cúmulo de indicios, que Jorge Bergoglio, entre muchos otros jerarcas católicos colaboraron, ya sea por acción o por omisión, con la dictadura militar argentina (1976-1983) que costó 30.000 desaparecidos, miles de muertos más y centenares de miles de torturados, zaheridos, perseguidos, exiliados, aterrorizados argentinos por el sólo hecho de pensar diferente.
Para desincriminar a aquel nefasto personaje hoy se dice que una de sus víctimas ya no lo incrimina (Jalics, uno de los dos jesuitas secuestrados, desaparecido y torturado por más de 5 meses en la infame ESMA), que se ha reconciliado. Transcribo parte de la nota, por demás de significativa:
'...Jalics, hoy de 85 años, aclaró que se sentía reconciliado con “aquellos
acontecimientos, que para mí son asunto terminado”. Pero aún así reiteró
que no haría comentarios sobre la actuación de Bergoglio en el caso. La
reconciliación, para los católicos, es un sacramento. En palabras de
uno de los mayores teólogos argentinos, Carmelo Giaquinta, consiste en
“perdonar de corazón al prójimo por las ofensas recibidas” 1, con lo
cual sólo indica que Jalics ya perdonó el mal que le hicieron. Esto dice
más de él que de Bergoglio. Jalics no niega los hechos, que narró en su
libro Ejercicios de meditación, de 1994: “Mucha gente que sostenía
convicciones políticas de extrema derecha veía con malos ojos nuestra
presencia en las villas miseria. Interpretaban el hecho de que
viviéramos allí como un apoyo a la guerrilla y se propusieron
denunciarnos como terroristas. Nosotros sabíamos de dónde soplaba el
viento y quién era responsable por estas calumnias. De modo que fui a
hablar con la persona en cuestión y le expliqué que estaba jugando con
nuestras vidas. El hombre me prometió que haría saber a los militares
que no éramos terroristas. Por declaraciones posteriores de un oficial y
treinta documentos a los que pude acceder más tarde pudimos comprobar
sin lugar a dudas que este hombre no había cumplido su promesa sino que,
por el contrario, había presentado una falsa denuncia ante los
militares”. En otra parte del libro agrega que esa persona hizo “creíble
la calumnia valiéndose de su autoridad” y “testificó ante los oficiales
que nos secuestraron que habíamos trabajado en la escena de la acción
terrorista. Poco antes yo le había manifestado a dicha persona que
estaba jugando con nuestras vidas. Debió tener conciencia de que nos
mandaba a una muerte segura con sus declaraciones”.'
También se habla de que ayudó a una persona (de quien no se da el nombre ni ningún otro dato) a huir de los militares dándole su propio documento. Otro sacerdote afirma que Bergoglio dió refugio en su propia casa a "muchos perseguidos", también sin dar nombre ni fechas. Estos testimonios carecen de verosimilitud al ser completamente imprecisos, vagos. Son imposibles de chequear. Es lo mismo que decir "Yo lo ví consumir droga", sin dar fechas, detalles, otros testigos. No sirven.
Por el contrario, no hay un sólo registro de que Bergoglio haya realizado ninguna gestión por alguna persona perseguida o desaparecida siendo que 6 miembros de su congregación (siendo él el Provincial) pasaron por los campos de concentración y varios de ellos continúan desaparecidos.
El otro jesuita torturado, Orlando Yorio, fallecido en 2002 tenía terror de Bergoglio, a tal punto que se autoexilió en Uruguay cuando el actual papa fue elegido arzobispo de Buenos Aires. Aquí me parece interesante plantear una cuestión: Cuando hablamos de víctimas de hechos aberrantes no cabe el "palabra contra palabra", la duda, la equiparación de sus testimonios con los del torturador y sus cómplices. Las víctimas de delitos aberrantes, como los niños abusados, no mienten. Su daño es tan profundo que no pueden falsear.
También es claro el colaboracionismo de Bergoglio cuando declara en los juicios que no sabe nada de nada de la represión ilegal. Particularmente, en el caso de los niños apropiados ilegalmente, consta que recibió consultas de familiares y que los derivó a otro sacerdote, subalterno suyo, para que informe a la gente. ¿Acaso éste no compartió con el superior su conocimiento?
En fin, no quiero ahondar en esto que para mí está meridianamente claro y ya lo manifesté en la nota anterior en este mismo blog (El animal, casualmente de cuyo título parecería hacerse referencia cuando se habla de 'cambio de piel').
En cuanto al presente, me preocupa cada vez más la respuesta del Vaticano, espero que ésta no implique la vuelta de la triple a y sus prácticas macartistas y asesinas. Mi familia y yo fuimos objeto de insultos y amenazas por parte de esta gente, lo llevo marcado a fuego en la piel. Pero no me dan miedo, sólo asco.
No saben lo gratificante que es para un sobreviviente de los setenta saber que en el Vaticano hay un Papa maccartista, ex integrante de las organizaciones que por aquella década nos insultaba y perseguía. Y su pensamiento, evidentemente, no ha cambiado.
Esteban
Cámara
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