martes, 27 de agosto de 2019

La grieta me la fuma

Déjenme decirles, a riesgo de parecer un violento: Me chupa un huevo la grieta.
La grieta siempre existió entre los que quieren un país para pocos con una gran masa de siervos - mano de obra barata - y los que quieren un país en donde todos tengan trabajo y dignidad.
Vean la historia: Saavedra vs Moreno; Rivadavia vs San Martín; Artigas vs Bs. As.; Lavalle vs Dorrego; Rosas vs Unitarios, Mitre vs Interior y pueblo en general, y así sucesivamente. Hubo grieta en los tiempos de Irigoyen (¡terrible!), de Perón (ni hablar, bombardeo de bs. as. incluído) y así sucesivamente.
Pero la grieta no es sólo argentina: La hay en Chile, en EEUU, en Francia, en España, En Brasil. Las formas pueden variar, mínimanente.
Y no podría ser de otra manera porque son las grandes fuerzas de la historia (clases): los que la 'quieren toda' y los que sólo quieren la parte que les corresponde, tanto del esfuerzo como de los resultados.
La única forma en que no existiría la grieta sería que una de las clases (trabajadores) hubiera vencido definitivamente a la otra. La hegemonía del capital no está exenta de grieta, nunca, porque siempre va a necesitar trabajadores. Proletarios vs capitalistas.

Demostración por el absurdo
En La rebelión de Atlas (Atlas Shrugged), esa excrecencia de la filosofía dada en llamar Ayn Rand plantea la utopía de la sociedad uniclase: Los empresarios y los científicos se van fugando hacia un territorio independiente, carente de estado, de militares, de políticos (místicos de la fuerza), de religiosos (místicos del espíritu), etcétera.
Todo esto habría sido causado por el 'excesivo intervencionismo estatal que maniata las fuerzas del mercado', subordinando lo individual a lo colectivo.
Esta farsa pseudofilosófica ha cautivado (junto a El Manantial, en donde un arquitecto insano destruye su diseño asesinando a los trabajadores que hasta ese momento cometieron el error de confiar en él) a los hombres de negocios de mi generación. Mauricio Macri, el cleptócrata mundial, el hombre de las 100 offshore, menciona uno de estos libros como su mayor inspiración (sabemos que no los leyó... afortunadamente para él hay películas).
A mí me resulta realmente cómico imaginarme esa 'ciudad', esa sociedad, levantada sin obreros, sin plomeros, sin gomeros, sin trabajadores, en definitiva. Aún en el imposible caso de que pudieran erigir construcciones masivas con sus propias manos, esos empresarios y científicos verían caer su sociedad en la anarquía cuando se les empezaran a tapar los baños o se les pincharan las ruedas de sus vehìculos de lujo. 
Trabajos como los de los gomeros o plomeros o albañiles requieren de mano de obra escasamente calificada (nadie con un doctorado del MIT atenderìa una gomería) y si alguno de los científicos supiera destapar un inodoro, con el individualismo exacerbado con el que fué definida la sociedad de Atlas, solamente se pondría manos a la obra para su propio beneficio.
De la misma manera: ¿Quién barrería las calles? ¿Un empresario? Piénsenlo un momento y luego tómense unos quince minutos para reirse a carcajadas.
¿Quién manejaría la basura?
¿Quién educaría a los niños?
¿Quién atendería a los enfermos, a los bebés, a los ancianos de Atlas?
Y mucho más.
La sociedad Atlas no se llegaría a construir o se derrumbaría antes de cumplir seis meses.
La totalidad de las tareas de mantenimiento y reparación en una 'Polis' dependen para su ejecución de trabajadores de calificación media o inferior, los que siempre se van a unir y sindicalizar para enfrentarse a los abusos de los poderosos (para los ricos, a los trabajadores hay que pagarles sólo igual o apenas por encima del nivel de supervivencia).
Son los empresarios (místicos de las herencias) los que necesitan del estado y de sus guardias pretorianas para 'defenderse' de la asociación y de la dignidad de los hambrientos.
Una sociedad de empresarios caería en el caos y la mugre demasiado rápidamente.
Para colmo de males del capitalismo, la fase actual del modo de producción está signada por la financiarización de las corporaciones, con empresas multinacionales oligopólicas que caen en manos de financistas sin ningún compromiso con el producto o los trabajadores o los clientes. Los fondos de inversión adquieren empresas que fueron desarrolladas por emprendedores, los dejan en ellas a veces como CEO, otras como Directores de Operaciones, y deciden a destajo en ellas. Eliminan cualquier estímulo a los trabajadores, eliminan cualquier calidad excedente en el producto o servicio y suelen terminar convirtiéndolas a todas las empresas en la misma mierda. Como ejemplo de esto véase las empresas de telefonía celular en donde a los clientes, TODAS, les ofrecen un servicio más o menos pésimo a altos costos, no dejando al consumidor una opción ventajosa cambiándose a otro proveedor porque todos son más o menos lo mismo.
A la inversa sí funciona: El rol empresarial (ver las teorías de la empresa) puede asumirse colectivamente, como lo demuestran las cooperativas, en cualquier parte, y las sociedades del estado en países como Cuba. Esto funciona tal vez un poco menos productivamente que en el capitalismo con sus empresarios. Pero funciona y proporciona una mayor estabilidad y satisfacción tanto entre clientes como entre trabajadores.
Y ni hablemos de los terratenientes, esos herederos que van a sus campos algún domingo disfrazados de gauchos a comer un asado... ¿alguien los necesita? ¿La soja los necesita para crecer? ¿Las vacas los necesitan para dar terneros y leche? ¿Los peones los necesitan?... si ellos saben mucho más lo que hay que hacer que esas molestas intrusiones domingueras. La tierra debe ser para el que la trabaja, aquel que hoy en día es esclavizado, sub remunerado, negreado, confinado, secuestrado, por sus ignorantes patrones. Y a los pocos de ellos que algo saben del tema, bueno, les podemos dejar un par de cientos de hectáreas para que lo demuestren trabajando.
Los capitalistas no van a poder prescindir nunca de los trabajadores. Los trabajadores sí podemos prescindir de los capitalistas. Y en cuanto a los científicos, al menos en mi país y en Cuba, tienen en claro que su destino es igual al de todos los demás trabajadores.
Bueno, disculpen la digresión (pero venía muy a cuento).
El colofón es: O nos fumamos la grieta o construimos una sociedad uniclase.
Esteban Cámara
Santa Fe, 27 de agosto de 2019

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