Había una vez en una
provincia del litoral argentino de cuyo nombre no quiero acordarme un
partido que asumió luego de 24 años de gobierno de otro signo político.
El nuevo gobernador tenía un apellido que empezaba con B (B1, ponele).
El ministro de gobierno, también (B2).
Pusieron
un ministro de seguridad que no empezaba con B, vamos a llamarle ...
'cerveza'.
Este llamó a un amigo suyo de asesor, experto en aviones.
En
la provincia habían decomisado recientemente dos aviones que
transportaban droga y cuyos tripulantes los habían abandonado. Éste
asesor se puso a analizar los gps que portaban los aviones y mapeó las
rutas que habían hecho. Presumiblemente, las rutas de la droga.
El asesor le pasó el informe a su jefe ministro de seguridad.
El
ministro de seguridad, cerveza, se los llevó a B2, ministro de
gobierno. Luego de leerlo, B2 lo elogió enormemente. ¡Que valioso!, le
dijo. ¡Genial!, reafirmaba. ¡Esto nos va a servir mucho!
Pasaron los meses y no se supo más nada. Nunca más.
Cerveza renunció. El asesor volvió a su quehacer habitual.
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