lunes, 3 de diciembre de 2018

El mito de la carrera de espermatozoides


La idea de la 'olimpíada de espermatozoides' es sólo un mito machista
Fuente: Aeon magazine  
Antes de que la ciencia pudiera arrojar luz sobre la reproducción humana, la mayoría de las personas pensaba que la vida surgía por generación espontánea a partir de materia inanimada. Eso cambió ligeramente a mediados del siglo XVII, cuando los filósofos de la naturaleza pudieron (apenas) ver el óvulo femenino, o huevo, a simple vista. Entonces, teorizaron que toda la vida fue engendrada en el momento de la creación divina; una persona existía dentro de la otra, en los óvulos de una mujer, como las matríoskas rusas. Esta visión de la reproducción, llamada preformacionismo, se adaptaba bien a la ideología oligárquica. "Al poner un linaje dentro del otro", observa la bióloga y escritora de desarrollo portuguesa Clara Pinto-Correia en The Ovary of Eve (1997), la 'preformación podría funcionar como una doctrina antidemocrática "políticamente correcta", legitimando implícitamente el sistema dinástico. Por supuesto, los principales filósofos naturales de la Revolución Científica, claramente, no pertenecían a la clase de los siervos'.

Uno podría pensar que, a medida que la ciencia progresara, aplastaría la teoría de la matríoska a través de su lúcida lente biológica. Pero eso no es precisamente lo que ocurrió; en cambio, cuando el microscopio finalmente permitió a los investigadores ver no solo los óvulos sino el esperma, la teoría de la preformación se transformó en un nuevo concepto político aún más patriarcal: ahora, para los filósofos y algunos investigadores de la reproducción, el óvulo era simplemente un receptáculo pasivo a la espera de que llegue el vigoroso esperma y desencadene el desarrollo.

¿Y el esperma? La cabeza de cada espermatozoide ‘contenía’ (!) un pequeño ser humano preformado, un homúnculo, para ser exactos. El matemático y físico holandés Nicolaas Hartsoeker, inventor de microscopios, dibujó su imagen del homúnculo cuando el esperma se hizo visible por primera vez en 1695. En realidad, él no vio el homúnculo en la cabeza del esperma, como reconoció en ese momento, pero se convenció a sí mismo de que estaba allí.
 
Espermatozoide de Hartsoeker, apaisado por EC por cuestiones de diseño. El esquema original es vertical e imagina  claramente un hombrecito agachado en la cabeza de la célula haploide, como si estuviera alerta a alguna orden ('preparados, listos, YA!'). Fuente: wikipedia.

Los microscopios más poderosos, eventualmente, relegaron el homúnculo al basurero de la historia, pero la idea subsecuente no cambió demasiado. En particular, el legado del homúnculo sobrevivió en la persistente noción del óvulo como un participante pasivo en la fertilización, esperando que el esperma activo nade a través de una gran cantidad de desafíos para perpetuar la vida. Es comprensible, aunque desafortunado, que un público lego pueda adoptar estos paradigmas y metáforas erróneas y sexistas. Pero los biólogos y los médicos son los verdaderos culpables.

La antropóloga estadounidense Emily Martin, ahora en la Universidad de Nueva York, describió esa idea como un "cuento de hadas científico": una imagen de óvulos y espermatozoides que sugieren que "los procesos biológicos femeninos son menos valiosos que sus contrapartes masculinas" y que, por lo tanto, "las mujeres valen menos que los hombres". El ovario, por ejemplo, se representa con un stock limitado de óvulos de inicio que se van agotando durante el resto de su vida, mientras que se dice que los testículos producen esperma nuevo durante toda la vida. La producción de óvulos humanos es descripto comúnmente como "desperdicio" porque, de las 300,000 células iniciadoras de huevos presentes en la pubertad sólo se liberarán 400 óvulos maduros; sin embargo, ese adjetivo rara vez se usa para describir la producción de por vida de un hombre, consistente en más de 2 billones de espermatozoides. Ya sea en la prensa popular o científica, el apareamiento humano se retrata comúnmente como un gigantesco evento de natación / maratón olímpica en el que el espermatozoide más rápido y en mejor forma gana el premio de fertilizar el óvulo. Si esta narrativa fuera solo un remedo perjudicial de nuestro pasado sexista, una fantasía masculina ofensiva basada en una ciencia incorrecta, eso sería lo suficientemente malo, pero la aceptación actual de esa información sesgada impide tratamientos de fertilidad que son cruciales para hombres y mujeres por igual.

Para comprender cómo llegamos aquí, un recorrido por la historia puede ayudar. La comprensión científica de las células sexuales y el proceso de la concepción humana es un desarrollo relativamente reciente. Un óvulo, la célula más grande en un cuerpo humano, es apenas visible a simple vista, y es un poco más pequeño que el punto que marca el fin de esta oración. De la misma manera, la célula más pequeña del cuerpo humano, un espermatozoide, es completamente invisible para el ojo humano.

Los espermatozoides eran desconocidos para la ciencia hasta 1677, cuando el científico amateur holandés Antonie van Leeuwenhoek observó por primera vez el esperma humano bajo un microscopio (a diferencia de Hartsoeker, creyó que eran parásitos). Casi al mismo tiempo, se dio cuenta de que el ovario humano producía óvulos, aunque no fue hasta 1827 cuando el biólogo alemán Karl Ernst von Baer informó por primera vez observaciones reales de óvulos humanos y de otros mamíferos.


Dibujos de espermatozoides de Leeuwenhoek (ca. 1677). Fuente: wikipedia

Después del descubrimiento de los espermatozoides por parte de Van Leeuwenhoek, pasó otro siglo antes de que alguien se diera cuenta de que éstos eran necesarios para fertilizar los óvulos. Esa revelación se produjo en la década de 1760, cuando el sacerdote italiano y científico natural Lazzaro Spallanzani, experimentando con ranas macho que vestían pantalones ajustados de tafetán, demostró que los huevos no se convertirían en renacuajos a menos que el esperma se arrojara al agua circundante. Curiosamente, hasta que Spallanzani anunció sus hallazgos, se pensó ampliamente, incluso por van Leeuwenhoek durante algunos años, que los espermatozoides eran parásitos diminutos que viven en el semen humano. Recién un siglo después (1876), el zoólogo alemán Oscar Hertwig demostró la fusión de esperma y óvulo en erizos de mar.

Finalmente, microscopios poderosos revelaron que un eyaculado humano promedio, con un volumen de alrededor de media cucharadita, contiene unos 250 millones de espermatozoides. Pero una pregunta clave sigue sin respuesta: "¿Por qué tantos?" De hecho, los estudios muestran que las tasas de embarazo tienden a disminuir cuando la eyaculación de un hombre contiene menos de 100 millones de espermatozoides.

Claramente, entonces, un poco menos de la mitad de los espermatozoides en un eyaculado humano promedio son necesarios para la fertilidad normal. Una explicación muy popular de esto es considerarla como una competencia de espermatozoides, lo que se deriva de la noción machista-masculina de que los espermatozoides compiten para fertilizar, a menudo con el argumento adicional de que más de un macho podría estar involucrado (y esto nos remite a la eugenesia y al darwinismo social, nota del traductor). Como en una lotería, cuantos más boletos compre, más probabilidades tendrá de ganar. La selección natural, según éste pensamiento, aumenta el número de espermatozoides en una especie de carrera armamentística con premio de fertilización.

Los ejemplos llamativos de la competencia de espermatozoides abundan en el reino animal. Nuestros parientes más cercanos, los chimpancés, viven en unidades sociales que contienen varios machos adultos que participan regularmente en apareamientos promiscuos; las hembras son apareadas por múltiples machos. Numerosas características, como testículos notoriamente grandes, reflejan un nivel particularmente alto de producción de esperma en tales especies de mamíferos. Además de testículos grandes, presentan una rápida producción de espermatozoides, altos recuentos de espermatozoides, alto promedio de espermatozoides grandes (que contienen numerosas mitocondrias generadoras de energía que son usadas para mejorar la propulsión), conductos espermáticos muy musculosos, vesículas seminales y glándulas prostáticas grandes y altos recuentos de glóbulos blancos en el semen (para neutralizar los patógenos de transmisión sexual). Las vesículas y la glándula prostática juntas producen un fluido seminal, que puede coagularse para formar un tapón en la vagina, bloqueando temporalmente el acceso de otros machos.

La opinión popular, e incluso muchos científicos, perpetúan el mismo escenario de "guerra de espermatozoides" para los seres humanos, pero la evidencia apunta en una dirección diferente. De hecho, a pesar de varias afirmaciones espeluznantes de lo contrario, no hay pruebas convincentes de que los hombres estén biológicamente adaptados para la competencia espermática. La historia de la abundancia de espermatozoides en el apareamiento promiscuo de chimpancés contrasta con lo que vemos en otros primates, incluidos los humanos. Muchos primates viven en grupos con un solo macho reproductor, carecen de competencia directa y tienen testículos notablemente pequeños. En todos los estudios relevantes, los humanos se muestran como primates que viven en grupos de un solo macho, incluida la familia nuclear típica. Los testículos humanos, del tamaño de una nuez, son solo un tercio del tamaño de los testículos de chimpancé, que son casi tan grandes como los huevos de gallinas. Además, mientras que la eyaculación de chimpancé contiene pocos espermatozoides anormales, el semen humano contiene una gran proporción de células de desecho. Los controles de calidad en la eyaculación humana aparentemente se han relajado en ausencia de una competencia directa de esperma.

El paso de los espermatozoides se parece más a una carrera de obstáculos militar que a una carrera de natación comùn.

Para las especies que no están expuestas regularmente a la competencia directa de espermatozoides, la única explicación alternativa prometedora para los recuentos de espermatozoides altos apunta hacia el incremento de la variación genética. En un par de artículos raramente citados publicados hace más de cuatro décadas, el biólogo Jack Cohen de la Universidad de Birmingham en el Reino Unido observó una asociación entre el recuento de espermatozoides y la generación de copias de cromosomas durante la producción de espermatozoides. Durante la meiosis, un tipo único de división celular que produce células sexuales, los pares de cromosomas intercambian trozos de material a través de 'crossing over' (cuando se separan, los cromosomas homólogos no siempre se comportan como 'unidades genéticas', dado que pueden intercambiar parte de sus segmentos de material genético, nota del traductor).

Modificado de wickoffschools.org
https://sites.google.com/a/wyckoffschools.org/cells-and-heredity/home/chapter-5-1/crossing-over

Lo que Cohen descubrió es que, en todas las especies, los recuentos de espermatozoides aumentan en conjunto con la cantidad de 'crossing over' durante su producción. El 'crossing over' aumenta la tasa de variación, que es la materia prima esencial para la selección natural. Piense en la producción de esperma como un tipo de lotería en la que se imprimen suficientes boletos (espermatozoides) para que coincidan con todos los números disponibles (o sea, las diferentes combinaciones genéticas).

Otros hallazgos van en contra también de la creencia popular. Por ejemplo, la mayoría de los espermatozoides de mamíferos no nadan en todo el tracto femenino, sino que se transportan pasivamente en parte, o en su mayor parte, mediante el bombeo y los movimientos de la matriz y los oviductos. Sorprendentemente, el esperma de los mamíferos más pequeños tiende a ser más largo en promedio que el esperma de los mamíferos más grandes: un espermatozoide de ratón es más largo que el esperma de una ballena. Pero incluso si estos fueran de tamaño equivalente, nadar hasta el óvulo se hace más largo cuanto más grande sea una especie. De hecho, podría ser factible que un espermatozoide de ratón nadara hasta el huevo, pero es imposible que un esperma de ballena azul aún, más pequeño, pueda nadar sin ayuda 100 veces más distancia que el primero dentro del tracto genital femenino. Evidencia convincente, en cambio, ha revelado que los espermatozoides humanos se transportan pasivamente en distancias considerables mientras viajan a través de la matriz y suben los oviductos. ¡Demasiados puntos en contra de la teoría de la 'olimpíada de espermatozoides'!

De hecho, entre los 250 millones de espermatozoides de la eyaculación humana promedio sólo unos pocos cientos terminan en el lugar de fertilización: el oviducto. El paso de esperma por el tracto femenino es más parecido a una carrera de obstáculos militar extremadamente desafiante que a un sprint de natación estándar. El número de espermatozoides se reduce progresivamente a medida que migran en el tracto femenino, de modo que menos de uno en un millón del eyaculado original rodeará el óvulo en el momento de la fertilización. Cualquier esperma con anomalías físicas se elimina progresivamente en el camino, de manera que los sobrevivientes que rodean el óvulo terminan resultando una muestra aleatoria de esperma intacto.

Muchos espermatozoides ni siquiera llegan al cuello de la matriz (cuello uterino). Las condiciones ácidas en la vagina son hostiles y los espermatozoides no sobreviven allí por mucho tiempo. Al atravesar el cuello uterino, muchos espermatozoides que escapan de la vagina quedan atrapados en el moco cervical. Allí son atrapados los que presentaron deformidades físicas. Además, cientos de miles de espermatozoides migran hacia canales laterales, llamados criptas, donde se pueden almacenar por varios días. Relativamente pocos espermatozoides viajan directamente a través de la cavidad de la matriz, y los números se reducen aún más durante la entrada en el oviducto. Una vez en el oviducto, los espermatozoides se unen temporalmente a la superficie interna, y solo algunos son liberados y se les permite acercarse al óvulo.

La idea de que el esperma fertilizante es una especie de campeón olímpico ha ocultado el hecho de que un eyaculado puede contener demasiados espermatozoides. Si los espermatozoides rodean al óvulo en cantidades excesivas, el peligro de fertilización por más de uno (polispermia) aparece … y eso es catastrófico. La polispermia ocurre ocasionalmente en humanos, especialmente cuando los padres tienen un conteo muy alto de espermatozoides. En el resultado más común en el que dos espermatozoides fertilizan un óvulo, las células del embrión resultante contienen 69 cromosomas en lugar de los 46 habituales. Esto siempre es fatal, y generalmente resulta en un aborto espontáneo. 

Aunque algunos individuos sobreviven hasta el nacimiento, siempre expiran poco después. Debido a que la polispermia generalmente tiene un desenlace fatal, la evolución evidentemente ha conducido a una serie de obstáculos en el tracto reproductivo femenino que limitan estrictamente el número de espermatozoides que pueden rodear un óvulo.

La polispermia tiene implicaciones prácticas para la reproducción asistida en casos de fertilidad comprometida o infertilidad. Por ejemplo, el procedimiento estándar original de introducción de semen en la vagina para la inseminación artificial ha sido reemplazado por inyección directa en el útero (inseminación intrauterina o IUI). La introducción directa de semen en el útero evita la reducción del número de espermatozoides que normalmente ocurre en el cuello uterino, donde el moco elimina el esperma físicamente anormal. Los análisis de los datos clínicos han revelado que el depósito de 20 millones de espermatozoides en el útero (menos de una décima parte del número en la eyaculación promedio) es suficiente para igualar la tasa de embarazo por coito natural.

El número de espermatozoides se vuelve aún más importante cuando se trata de la vitrofertilización (FIV), con la exposición directa de un óvulo al esperma en un recipiente de vidrio. Esto evita todos los filtros naturales entre la vagina y el óvulo. Las FIV’s iniciales tendían a usar demasiados espermatozoides. Esto reflejaba el comprensible objetivo de maximizar el éxito de la fertilización, pero ignoraba los procesos naturales. Un número elevado de espermatozoides, entre 50,000 y 0.5 millones, deprimió cada vez más la tasa de fertilización. Se lograron tasas óptimas con solo 25,000 espermatozoides alrededor de un óvulo. Tanto la IIU como la FIV aumentaron potencialmente el riesgo de polispermia y la probabilidad de aborto involuntario.

La fertilización humana es una lotería gigantesca con 250 millones de boletos: para los espermatozoides saludables, fertilizar al óvulo es tener suerte en la lotería.

La posibilidad de la polispermia arroja nueva luz sobre la importancia del conteo de espermatozoides. Las discusiones sobre la competencia de los espermatozoides generalmente se enfocan exclusivamente en maximizar el conteo pero, como es común en la biología, debe ocurrir alguna clase de negociación. Mientras que la selección natural puede llevar a un aumento en la producción de esperma cuando los machos compiten directamente, también favorecerá los mecanismos en el tracto femenino que restringen la llegada de espermatozoides alrededor del óvulo. En el apareamiento promiscuo de primates como los chimpancés, el aumento de la longitud del oviducto en las hembras aumenta la producción de esperma en los machos. Esto presumiblemente limita el número de espermatozoides que se acercan al óvulo. También muestra que el papel de la mujer en la fertilización no es en modo alguno tan pasivo como a menudo se supone.

La idea arraigada de que "el mejor esperma gana" sugiere la posibilidad de algún tipo de selección, pero es difícil imaginar cómo podría suceder esto. El ADN en la cabeza de un espermatozoide está estrechamente aglutinado y es prácticamente cristalino. Entonces, ¿cómo podrían detectarse sus propiedades desde el exterior? Los experimentos en ratones indican, por ejemplo, que no hay selección en base a si un espermatozoide contiene un cromosoma Y (determinante de sexo masculino) o un cromosoma X (determinante femenino). Parece mucho más probable que la fertilización humana sea una lotería gigantesca con 250 millones de boletos, en la cual, para los espermatozoides saludables, una fertilización exitosa es esencialmente suerte en el bolillero.

Otras características desconcertantes de los espermatozoides también esperan una explicación. Por mucho tiempo se ha sabido, por ejemplo, que el semen humano contiene una gran proporción de espermatozoides estructuralmente anormales con defectos obvios, como colas dobles o cabezas diminutas. La hipótesis del "esperma kamikaze" propuso que estos espermatozoides de hecho cumplen diferentes funciones en la competencia, como bloquear o incluso matar al esperma de otros hombres. Sin embargo, esto ha sido efectivamente desacreditado.

La noción arraigada de que los espermatozoides humanos, una vez eyaculados, se involucran en una carrera frenética para alcanzar el óvulo ha ensombrecido completamente la verdadera historia de la reproducción, incluida la evidencia de que muchos espermatozoides no se lanzan hacia el óvulo sino que se almacenan durante muchos días antes de continuar. Durante mucho tiempo se aceptó como un hecho establecido de que el esperma humano sobrevive solo durante dos días en el tracto genital de una mujer. Sin embargo, a partir de mediados de la década de 1970, las evidencias crecientes revelaron que los espermatozoides humanos pueden sobrevivir intactos durante al menos cinco días. Ahora se acepta ampliamente un período prolongado de supervivencia de los espermatozoides, que podría vivir en los genitales femeninos hasta 10 días o más.

Abundan otros mitos. Mucho se ha escrito sobre el moco producido por el cuello uterino humano. En los llamados métodos "naturales" de control de la natalidad, la consistencia de la mucosidad que sale del cuello uterino se ha utilizado como un indicador clave. Cerca de la ovulación, el moco cervical es delgado y tiene una textura acuosa y resbaladiza. Pero se ha informado muy poco sobre la asociación entre el moco y el almacenamiento de esperma en el cuello uterino. Se ha establecido claramente que los espermatozoides se almacenan en las criptas desde donde fluye ese mucus. Pero nuestro conocimiento del proceso involucrado se limita, lamentablemente, a un solo estudio informado en 1980 por el ginecólogo Vaclav Insler y sus colegas de la Universidad de Tel Aviv en Israel.

En este estudio, 25 mujeres valientemente se ofrecieron voluntariamente para ser inseminadas artificialmente el día antes de la extirpación quirúrgica programada del útero (histerectomía). Luego, Insler y su equipo examinaron microscópicamente el esperma almacenado en las criptas en secciones en serie del cuello uterino. Dos horas después de la inseminación, los espermatozoides colonizaron toda la longitud del cuello uterino. El tamaño de la cripta era muy variable, y los espermatozoides se almacenaban principalmente en los más grandes. Insler y sus colegas calcularon el número de criptas que contienen esperma y densidad de esperma por cripta. En algunas mujeres, se almacenaron hasta 200,000 espermatozoides en las criptas cervicales.

Insler y sus colegas también informaron que se había encontrado esperma vivo en el moco cervical hasta el noveno día después de la inseminación. Resumiendo la evidencia disponible, sugirieron que después de la inseminación, el cuello uterino sirve como un reservorio de espermatozoides desde el cual se liberan gradualmente los espermatozoides viables para hacer su camino hacia el oviducto. Este hallazgo dramático ha sido ampliamente citado aunque sin gran repercusión, y nunca se ha realizado un estudio de seguimiento.

Las mutaciones se acumulan cuatro veces más rápido en el esperma que en el óvulo, por lo que el semen de los ancianos está cargado de riesgos.

En su libro de texto Concepción en la mujer humana (1980), de más de 1,000 páginas, Sir Robert Edwards, ganador del Premio Nobel 2010 por el desarrollo de la FIV, mencionó las criptas cervicales en una sola frase. Desde entonces, muchos otros autores han mencionado el almacenamiento de esperma en esas criptas cervicales igualmente brevemente. Sin embargo, el almacenamiento de esperma, con liberación gradual, tiene implicaciones importantes para la reproducción humana. De manera crucial, la noción generalizada de una "ventana fértil" restringida en el ciclo menstrual depende de la sabiduría aceptada de que el esperma sobrevive solo dos días después de la inseminación. La supervivencia del esperma, tal vez durante 10 días o más, erosiona radicalmente la base de los llamados métodos "naturales" de control de la natalidad. El almacenamiento de esperma también es directamente relevante para los intentos de tratar la infertilidad.

Otro concepto erróneo peligroso es el mito de que los hombres conservan una fertilidad plena en la vejez, lo que contrasta con el abrupto cese de la fertilidad que se observa en las mujeres en la menopausia. La abundante evidencia muestra que, en los hombres, el número de espermatozoides y la calidad disminuyen con la edad. Además, recientemente ha surgido que las mutaciones se acumulan aproximadamente cuatro veces más rápido en espermatozoides que en óvulos, por lo que el semen de hombres viejos está enormemente cargado de riesgos.

Mucho se ha escrito sobre el hecho de que en las sociedades industrializadas la edad del primer parto está aumentando en las mujeres, acompañada por problemas reproductivos que aumentan lentamente. Una solución propuesta es el procedimiento altamente invasivo y costoso de "preservación de la fertilidad" en el que los huevos se recolectan de mujeres jóvenes para su uso en el futuro. Sin embargo, el aumento de los problemas reproductivos con el envejecimiento de los hombres, en particular la acumulación más rápida de mutaciones en los espermatozoides, ha quedado en gran medida sin atención. Una forma muy efectiva y mucho menos costosa e invasiva de reducir los problemas reproductivos de las parejas de edad avanzada sería almacenar las muestras de semen de hombres jóvenes para usarlas más adelante en la vida. Este es solo uno de los beneficios que se obtienen con menos sexismo y un conocimiento más confiable respecto de la reproducción humana.

Hoy en día, la historia del homúnculo de Hartsoeker puede parecer que se hubiera disuelto en la bruma del tiempo, mencionada solo como una ilustración entretenida de los errores en la investigación temprana de las células sexuales humanas. Pero su influencia, junto con la tendencia machista-masculina que la generó, se ha mantenido en forma más sutil entre los estereotipos culturales que influyen en los abordajes que hacemos respecto de la biología reproductiva.


Sobre el autor: Robert D Martin, es curador emérito de antropología biológica en el Museo Field de Chicago, miembro del comité de Medicina Evolutiva de la Universidad de Chicago, y es investigador académico del Instituto de Medicina Evolutiva de la Universidad de Zürich. Su ultimo libro es How We Do It: The Evolution and Future of Human Reproduction (2013) (Cómo lo hacemos: Evolución y Futuro de la Reproducción Humana).

Traducción, comentarios, ilustraciones y otros agregados: Bqco. Esteban Cámara, sobre la base de google translator.




No hay comentarios:

Publicar un comentario

Los comentarios son en su totalidad moderados. No se admiten mensajes de odio, descalificaciones, insultos, ofensas, discriminación y acusaciones infundamentadas. El autor se reserva el derecho de no publicar comentarios anónimos.