Una popular canción Argentina cantaba allá por los setenta: "El que no cambia todo, no cambia nada". El sentido de esta frase, afortunadamente ya en desuso, era que si no se cambia de sistema, si no se abandona directamente el capitalismo, ningún cambio sirve. De no pasar a un régimen marxista, cualquier cosa da lo mismo, según este posicionamiento. Básicamente, en aquellos años pareciera ser más bien una chicana al peronismo de izquierda proveniente de grupos más de izquierda.
Coincido en parte: Hay cierto reformismo burgués que busca cambiar sólo aquello que no vaya a afectar el equilibrio de poderes entre las clases sociales. Se cambian planes de estudio, sentidos de calles, los trámites que se hacían en una oficina se pasan a hacer en otra, los edificios públicos se pintan de otros colores, se cambian de lugar los muebles (o los muebles mismos) y muchos otros etcétera.
Pero hagamos algo de historia: En los años '40, la clase trabajadora argentina se encuentra casi sin derechos laborales, con escasez de escuelas para la formación de los niños y la necesidad de hacerlos trabajar ante la dificultad de solventar la economía de la familia misma, viviendo en barrios precarios, sin atención de salud, con salarios paupérrimos y, en la práctica, sin derechos políticos y gremiales. En el primero de los casos, luego de la sanción de la Ley Sáenz Peña en 1912 de voto "universal" (pero sólo masculino), secreto y obligatorio, el poder oligárquico había encontrado la fórmula para vulnerarlo: Golpes de estado militares (1930 en adelante) y fraude "patriótico". De esta forma, quedaban excluídos de la vida política amplios sectores y el contubernio político garantizaba la supremacía de la oligarquía en una "alternancia" de gobiernos iguales, del mismo sentido pero con diferentes nombres. El proletariado, la clase trabajadora, estaba excluida, no era un sujeto político. A su vez, desde lo gremial, a la afiliación y participación gremial se le oponía innumerables trabas desde las empresas y desde el poder político-policial. Esos sindicatos, anarquistas y socialistas, que muchas veces suplían al estado al darle educación a los trabajadores y sus hijos, tenían una incidencia intersticial, mínima y estaban expuestos a la represión policial y militar ante cualquier amenaza del estado burgués. Me acabo de dar cuenta de que esta situación es a su vez el paradigma de la Argentina Granero del Mundo, el paraíso del Centenario que todavía citan los partidos y personas de la derecha. Mientras las mayorías estaban en la miseria, una minoría vivía una fiesta. Había quien llevaba la vaca en el viaje por barco a Europa, para no extrañar el particular sabor de su leche.
En esa situación, a mediados de la década del '40 aparece un militar a cargo de la Secretaría de Trabajo y Previsión, Juan Domingo Perón. Comienza a acercarse a políticos del Laborismo argentino y a sindicalistas y se producen a su instancia cambios normativos inclusivos en la situación de los trabajadores. Por ese entonces el país vivía una incipiente industrialización debido a la II guerra mundial por la que forzosamente debía reemplazar bienes industriales. Debido a la necesidad de mano de obra que conllevaba esa industrialización, se produjo una fuerte inmigración interna hacia Buenos Aires y su conurbano.
Ante aquella política socializante abordada por Perón, en el seno del gobierno del GOU (Militares de composición ideológica mixta, con sectores atípicos que tomaron el poder en 1943), los sectores más reaccionarios presionan, consiguen el alejamiente e incluso se encarcela a Perón. En ese marco y tras una fuerte manifestación de los trabajadores (llamados descamisados o cabecitas negras y que estaba compuesto mayoritariamente de migrantes internos recientes) el 17 de octubre de 1945 se consigue la liberación de Perón y se fragua así un movimiento policlasista integrado por trabajadores, sindicalistas, laboristas, socialistas, anarquistas y militares nacionalistas. El gobierno militar, agotado, llama a elecciones en donde, como lógica consecuencia, es electo Juan Domingo Perón.
Su gobierno se enmarca en lo económico en el New Deal, con un fuerte impulso estatal de la economía a través de la obra pública (obras viales, viviendas, escuelas) y la industrialización por sustitución de importaciones (modelo ISI). Se construyeron y entregaron millones de viviendas para las familias de escasos recursos y la construcción de escuelas y la incorporación de sectores en la escolarización (incluyendo la provisión de útiles y materiales escolares) alcanzó un record que tardaría décadas en superarse. Se crearon muchísimas Universidades, en particular Tecnológicas con régimen de cursado vespertino-nocturno para que pudieran acudir los obreros. Todos los niveles de enseñanza en Argentina, hasta el día de hoy, tienen la posibilidad de ser gratuitos. La salud pública se potencia con la gestión de un sanitarista estrella como Miguel Carrillo, quien impulsa fuertemente los laboratorios públicos de producción farmacéutica.
No menos simbólica fue la nacionalización de los ferrocarriles y astilleros.
Como consecuencia de las políticas de industrialización se promovió la aparición de un nuevo tipo de empresariado o burguesía nacional, propósito nunca logrado del todo. Pero, aún así, el peronismo conforma un movimiento policlasista.
Desde lo normativo, se incorporan innumerables leyes de protección de los trabajadores y se impulsa la participación gremial, realzando el rol de los sindicatos. Es de particular importancia, desde lo simbólico y más allá, el otorgamiento del voto femenino y la sanción de la constitución de 1949.
Estas políticas, sumadas, significan la incorporación de la postergada masa trabajadora, humilde, proletaria a la vida social, política, cultural y económica del país.
Nuevamente, en el siglo XXI luego de dictaduras militares, traiciones, reformismo vacuo y shocks de neoliberalismo, llega un Peronismo refortalecido para volver a aquella senda y agregarle la incorporación de las protecciones de las minorías y la sensibilidad de género. Se sancionan las leyes de matrimonio igualitario, identidad de género, entre otras normativas inclusivas y de respeto por las minorías.
No menos importante, Argentina es tal vez el único país que castigó a los culpables de las violaciones de derechos humanos de sus dictaduras, dificultando nuevos excesos futuros y marcando una senda de avanzada en todo el mundo.
Ahora bien, aún sin cambiar de raíz el sistema, sacar a toda una clase social de la sumersión más absoluta, darle entidad política, instaurar derechos sociales, laborales, humanos, económicos, de vivienda, de educación y otros, provocando un verdadero cambio cultural ¿puede considerarse sólo reformismo?
Esteban Cámara
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