Hay dos respuestas en mi vida que siento que un poco me redimen, que de no ser por ellas me consideraría un pelotudo total.
En la más cercana, una compañera de trabajo (persona de origen popular aunque desclasada) me destina una crítica diciéndome:
-Pasa que vos escribís largo.
Y yo: - Bueno, capaz que vos entendés corto.
Párrafo aparte: me he encontrado una y otra vez con personas que parecen odiar el hecho de que uno escriba. No digo que yo escriba bien, entiendan. Pero parecen tener recelo, envidia, no sé, del simple hecho de que otro escriba.
Volviendo: La otra respuesta es mejor, todavía. Transcurría la década del 80, yo trabajaba en un hospital. Un médico que se las daba de tener un gran ingenio me dice, de buenas a primera (no por nada, se ve que tenía ganas de agredir a alguien, no más):
-Porque vos sos un intelectual … de barrio.
Se ve que el hombre, marxista maoísta de la boca para afuera (porque a los empleados los negreaba bien negreados), se consideraba a sí mismo un intelectual del centro.
Y yo le contesto: -Intelectual, no. De barrio, sí.
En la cara se le veía la incredulidad, no podía concebir esa respuesta mía. Trataba mentalmente de darla vuelta o qué se yo. Se sorprendió tanto que me sorprendí de su expresión, casi parecía asustado. Sólo pudo tartamudear: ¿Co - cómo?, guturalmente.
Le volví a repetir lo mismo, remarcando las palabras. Viendo que no salía de su pantano lo dejé ahí parado con carita de mono que no puede alcanzar la fruta.
Intelectual, no. De barrio, sí.
Nunca volvió a tocar el tema.
Ojalá hubiera sabido responder así unas 15 o 20 veces más.
Esteban Cámara
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