Una cuestión bastante escuchada en estos días es la asociación entre la tasa de delitos y los derechos humanos. Cuando se habla de algún hecho resonante, con las 'sirenas' de los medios a máximo volumen y repetido el hecho hasta el límite de lo soportable, generalmente se escucha algo así como: ¿Y, qué querés, con estos de los derechos humanos? O, lisa y llanamente, me cago en los derechos humanos. O, en alguna manifestación pidiendo por justicia o venganza ante alguna atrocidad, estas mismas personas claman, acusativos: ¿Y dónde están ahora los de los derechos humanos? A este sector lo llamaré "los protortura".
De Daniel Paz y Rudi, publicado mucho después de este texto en Página 12, el 01 de febrero de 2013 |
Es sorprendente: No me imagino ninguna vinculación entre derechos humanos y delito. Tampoco escuché jamás a los organismos de derechos humanos pugnar por la liberación de ladrones, asesinos o pedófilos. La prédica de este sector, básicamente, consiste en proscribir/impedir la tortura por parte de policías, agentes penintenciarios y otros integrantes de fuerzas estatales a detenidos o sospechosos, o en pedir juicio y castigo a torturadores y asesinos que desde las organizaciones del estado han brutalizado a cualquier ser humano.
Ante esta imposibilidad, la de entender esta pretendida relación derechos humanos/delito, quiero suponer que lo que están pidiendo no es venganza (lo cual sería una posibilidad, algo así como: ¡Torturen a ladrones, pedófilos y asesinos!, tal vez con propósito "pedagógico"). A esto se refieren ciertas voces cuando piden "un fallo ejemplificador", tratándose de delitos cometidos contra ellos o sus familiares. No, al menos en el marco de este artículo, no descartando textos futuros que analicen otras hipótesis, voy a analizar aquí una posible vinculación para la santificación de la totura: La "obtención oportuna de información".
Dice el Coronel de Inteligencia Yanqui: "Se justifican los interrogatorios duros (verbigracia para la tortura por medio del submarino seco o simulación de ejecuciones y otras torturas psicológicas), para obtener información rápida que prevenga un ataque terrorista"
Dicen los militares sudamericanos, en defensa de sus atrocidades de los '70: "Teníamos que obtener información en menos de 24 horas porque en ese lapso las células terroristas se daban cuenta de la captura de su integrante y desaparecían".
Dice el policía: "Si no les pegamos unos bifes (son modestos), no confiesan".
Y así mas o menos vienen los justificativos de agentes penitenciarios, de inteligencia, guardias de frontera, antinarcóticos y otros varios.
Bien, hasta aquí, muchas personas podrían acordar cierta "lógica" a la tortura pero, nuevamente, pensemos un poquito:
Yo nunca fui torturado, a diferencia de amigos y familiares, pero me imagino que primero trataremos de defender nuestra inocencia o esconder el hecho, según sea el caso, así como salvaguardar de detenciones a amigos y compañeros de militancia. Incluso por defensa de nuestros ideales, se impone no sucumbir a la tortura. Esto hasta cierto punto, lo que se sabe con certeza es que no se puede resistir eternamente a la tortura, es una cuestión de tiempo. Tarde o temprano el torturado es quebrado por el sistema. En los '70, los militantes de izquierda trataban de resistir 24 horas para dar tiempo a los compañeros a escapar, pero no se podía aguantar mucho más que eso. Ahora bien, ¿qué dice uno cuando no tiene nada que declarar porque no sabe, no estuvo o se olvidó? Entonces, lógicamente, allí lo que se "confiesa", seguramente, es lo que uno 'supone' que el torturador quiere oir. Malas noticias: En el otro caso también, porque por más verdad que uno diga si al torturador no lo satisface, la tortura continuará.
O sea, a la larga, tanto inocentes como "culpables" tendrán que decir lo que el torturador quiere oir. Esto implica que, obviamente, la tortura no sirve como fuente de información porque sólo servirá para la ratificación de un prejuicio. En ningún caso la tortura resulta en algún beneficio. Lo que hay que hacer es investigar bien, encontrar pistas, analizar. Tenemos en sudamérica agentes de seguridad que contaminan escenas de crimen (ex-profeso o por ignorancia) o que omiten pruebas fundamentales e ineptitudes similares, pero que son especialistas en "mano dura". Ésa es una de las principales causas de inseguridad, junto con la corrupción policíaca. Si los agentes honestos investigaran pensando, los resultados serían mucho mejores. Y eso para no hablar de los efectivos delincuentes y/o que presionan a chicos de las villas para que delincan en su beneficio (el de los policías)...
El problema de la seguridad, entonces, no son los derechos humanos: Son las fuerzas de seguridad.
Esteban Cámara
Santa Fe, 15/08/2012
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