Una de las muchas consecuencias nocivas del modelo agroexportador/importador de manufacturas es cultural:
Los gobernantes afectos a ese modelo y sus mandamases, los agroexportadores, consideran a estos últimos como los padres de la patria, los que "le dan de comer al resto" (sic).
En ese clima cultural el trabajador no importa, porque para ellos la riqueza viene del suelo y del clima. Por supuesto que no es así, porque si no fuera por la gente que laborea sus campos no habría excedentes de riqueza. Pero como ellos piensan de esa manera tratan prácticamente como esclavos a sus peones, con salarios ruinosos, trabajando a destajo cuando al patrón se le cante, sin seguridad social, ni vacaciones.
Y, peor aún, menos le importa el obrero fabril: "¿para qué fomentar la producción local si 'podemos' importar todo?". O el empleado público (parásitos que según su visión, viven de ellos), el maestro (para qué si para echar al voleo unas semillas de soja o bajar las naranjas del árbol no hace falta estudiar. Y, el jubilado, mucho menos: es una carga para ellos. Cuanto antes se mueran, mejor (y lo mismo hacen con sus padres, para heredar antes).
Contra este modelo -Mitrista- han estado en lucha casi todos nuestros próceres. Sí, hasta de alguna manera, Sarmiento y Roca encarnaron cierta resistencia a esta visión.
El modelo agroesportador deja afuera a 30 millones de argentinos.
Mientras no derrotemos este modelo, mientras no entendamos que éste es el cáncer que nos está pudriendo por dentro, como sociedad no tenemos futuro.
Y hoy, el modelo Mitrista está a full.
Esteban Cámara
Santa Fe, 26 de diciembre de 2017
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