jueves, 29 de octubre de 2015

Con mis disculpas

Estimada Misia Nifunifá:



He leído atentamente sus desinteresadas recomendaciones y sugerencias para que no perdamos el ballotaje y desde ya se las agradezco a pesar de que, evidentemente, usted frunce la nariz de sólo pensar en nosotros. Claro, al mismo tiempo se ve que es usted una persona bienpensante y progresista y no puede dejar de valorar las políticas de avanzada que nuestro espacio político, junto a un puñado de grupos (que me sobran unos cuantos dedos de una mano si los cuento), nos hemos esforzado por llevar adelante a despecho de los sabotajes, del fuego mediático universal y operaciones sucias de las corporaciones, de la oposición y las zancadillas del establishment, de las amenazas (algunas veces concretadas) de los sectores reaccionarios, de la reluctancia oligárquica de la corporación judicial y de los palos en la rueda que las personas más o menos como usted nos han venido poniendo en estos años.

Que somos soberbios, puede ser. Que no escuchemos, le aseguro que es una calumnia totalmente injusta e inmerecida de parte suya. Que vayamos a cambiar para los que no supieron ver las más de cien políticas de avanzada que este gobierno ha llevado adelante en total soledad y bajo el fuego cruzado de izquierdas y derechas, no lo veo posible ni aceptable. Nunca hicimos nada que los excluyera o los ofendiera o les impusiera un cambio de identidad y los invitamos a sumarse una y otra vez, contentos con la sola esperanza de que lo fueran a hacer.

Quisiera que la gente como usted entienda lo que es tener que discutir una y mil veces para desarmar las mentiras y tergiversaciones con las que tenemos que lidiar permanentemente a cada paso. En ellas jamàs recibimos el apoyo de la gente neutral como usted, aun si valoran esas políticas que jamás defendieron, ni rompieron una lanza por ellas. Y nos pasa cotidianamente: en el trabajo, en el taxi, en la verdulería, en la cola del banco y hasta en nuestros propios hogares. Me imagino, a su vez, que usted nunca estuvo en la plaza bajo una tormenta feroz como nosotros para bancar (me la imagino diciendo, jocosa, frente al televisor "¡Arreados...!") esas misma políticas que usted dice valorar desde arriba del alambrado, así que difícilmente pueda entendernos. Sospecho que usted nunca dejó a sus hijos, a su pareja, a sus negocios para viajar miles de kilómetros a ponerle el cuerpo a esas mismas políticas que tal vez a usted la hayan beneficiado. La facilidad de la crítica es inversamente proporcional a lo que uno haya invertido y arriesgado en cada acción. 

Así, nuevamente, le agradezco, pero veo difícil que la mayoría de nosotros pueda cambiar mucho en el sentido en que usted lo pretende. En definitiva somos seres humanos, imperfectos, polutos, salpicados por el barro de las calles que debemos transitar en defensa de nuestras ideas y tenemos el mismo olor a sudor que tiene el laburante, no el perfume de los laboratorios. Eso sí, jamás me atrevería a hacer lo que hace usted y decirle que la próxima vez que haya un gobierno soberbio y sordo, pero que hace lo que el pueblo necesita trate de, al menos una vez, salir a defender lo valorable. No me deja mucho tiempo la lucha como para ponerme a dar consejos. 

Ganaremos y perderemos fieles a nuestra esencia y si nos tenemos que ir, como en 1955, nos iremos sabiendo que no nos hemos guardado nada de lucha y sudor. Ya sabrá el pueblo defender las conquistas, o se quedará sin ellas.

Atentamente.



Esteban Cámara
Santa Fe, 29 de octubre de 2015

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