Partamos de un
supuesto: yo soy hincha de determinado club de fútbol y ante un
eventual empate en otros aspectos ¿es válido elegir un candidato a
intendente, por caso, porque es hincha del mismo club que yo? He
escuchado alguna vez hablar a gente que está convencida de que es
así. Yo, por el contrario, estoy persuadido de que no debería tener
nada que ver.
Otro supuesto:
supongamos que usted es comerciante y le es requerido apoyo para
algún candidato ¿realmente es valiosa la consideración de si el
candidato es también comerciante?
Un tercer supuesto:
yo soy trabajador, soy proletario, ¿debería votar a un dirigente
sindical o a otro trabajador, por el sólo hecho de serlo?
Por último: ¿Es
válido votar a un vecino, por el sólo hecho de serlo o adjudicando
a esta situación alguna importancia por mínima que fuera?
Creemos que hay
aspectos mucho más importantes para considerar ante una elección
que éstos, a saber:
- La ideología que ha guiado la actuación política del candidato, o las motivaciones que lo llevan a presentarse frente a la ciudadanía (‘Por qué’).
- El programa de acción o plataforma política que presenta como elementos de sustentabilidad de su candidatura (‘Para qué’).
- La convicción y fortaleza que haya manifestado para defender su ideario frente a las presiones y estrategia de los actores del poder opuestas a ellas (‘Personalidad/Actitud’).
- El historial ético y la honestidad manifestada en el historial del postulante, como indicio de fidelidad a lo manifestado (El ‘Quién’).
Frente a estos
pilares de análisis, la vecindad, la pertenencia socio-laboral, la
ocupación o la particular afición deportiva, claramente, pierden
casi todo su valor, si es que alguna vez lo tuvieron.
Respecto de la
pertenencia de clase, sobran ejemplos en el mundo de desclasados, de
sujetos de procedencia humilde que traicionaron a sus vecinos y
compañeros de clase para venderse al poder económico. Y también a
la inversa: Engels, Fidel Castro y el Che fueron personas de origen
más o menos acomodado que eligieron clara y tajantemente la causa de
los más postergados y son ejemplos de lucha desinteresada por su
inclusión y derechos.
De manera similar,
¿es válido que un representante político fundamente su elección
en, por ejemplo, su adopción de determinado credo religioso? Esta
situación es bastante aceptada pero, ¿es bueno esto? Los
representantes electos deben decidir lo mejor para el común de la
población en el momento y lugar en el que, en el marco rápidamente
cambiante de la dinámica social, se encuentre la posibilidad de la
decisión.
Antes de continuar
necesito que se me otorgue la licencia de efectuar una digresión:
cuando se trata de derechos de una parte
de las personas, sobre todo cuando se trata de minorías, no es
lógico argumentar la necesidad de fundamentar la decisión en una
herramienta plebiscitaria. Si los derechos de las minorías deben
plebiscitarse y no basarse en la lógica humanitaria y democrática,
en el estado que haya adquirido la cultura civilizatoria en una
sociedad en un momento preciso, entonces se hace muy tangible el
riesgo de que las minorías nunca vayan a tener ni el más mínimo
derecho. En este supuesto, los beneficios del reconocimiento de
derechos a una minoría se debe entender como una mejora del clima
civilizatorio, de la tolerancia y la aceptación de las diferencias
que va a resultar inequívocamente beneficioso para el conjunto de la
sociedad.
Como ejemplo de lo
que antecede, permítaseme remitirme a lo ocurrido a partir de 1492
en España con la persecución y expulsión de intelectuales,
comerciantes, artesanos y profesionales musulmanes y judíos, hecho
que acarreó el consiguiente empobrecimiento cultural e industrial de
la sociedad española. Como consecuencia de esto, las ingentes
riquezas que ingresaron en el país fruto del saqueo del continente
americano posibilitaron un escaso agregado de valor, comparativamente, si consideramos
que otras sociedades tales como las existentes en la europa nórdica,
fueron infinitamente más beneficiadas al proporcionar a la sociedad
española manufacturas (porcelanas y tejidos, entre otros) y
servicios (por ejemplo, financieros) mucho más finos y elaborados
que los existentes en el país y llevándose a cambio lo más sustancial de la opulencia rapiñada a los pueblos del 'nuevo' mundo.
Retomando el tema
principal, es lógico, incluso obvio, que las experiencias, los
intereses (tanto colectivos como individuales), la procedencia
social, las creencias religiosas y la ideología de base van a
influir en las decisiones de las personas, pero hay muchos otros
elementos que un representante debe tener en cuenta. Y creemos que el
fin fundamental de cada opción política debe pasar mucho más cerca
de la valoración de las opciones respecto del siguiente listado de
objetivos generales, entre otros, que de los factores mencionados en este mismo
párrafo:
- ¿Es bueno para los ciudadanos en general, para la sociedad o para el bien común, lo que el representante decida? (Mérito).
- ¿Es la decisión un aporte a la inclusión social o una ampliación de derechos? (Mérito).
- ¿La decisión es extemporánea o representa una necesidad de la época, del clima civilizatorio y/o de justicia en el que se encuentre esa sociedad y cultura? (Oportunidad),
- ¿Es mejor la nueva decisión que la, o las, alternativa ya existentes o que se pudieran adoptar en lugar de aquella? (Conveniencia).
La incidencia de la
ideología y creencias del representante político en la valoración
de estos aspectos, repito, es muy fuerte. Seguramente la valoración
que se haga de oportunidad, mérito o conveniencia de cada opción va
a estar tamizada, atravesada, sesgada por la ideología, los valores
y las creencias de la persona.
Pero el sólo hecho
de que una persona cierre sus argumentos, los automatice con base en
sus creencias, ideología o historia, anula la amplitud y la riqueza
que el análisis y valoración pueden aportar al fundamento y
argumentación de toda decisión. A su vez es dable cuestionarse si
esa persona, al escudarse en sus creencias, no está ocultando detrás
de ello (justamente al expresarlo de tal manera habilita esta
sospecha) y en la intimidad de su pensamiento, una forma diferente de
ver la solución al problema.
La pertenencia a un
determinado dogma sólo puede tener valor justificatorio de una
posición dentro de una comunidad puramente homogénea respecto de
ese mismo dogma. Para ser más explícito, ejemplificando: la
remisión a un mandato bíblico no tiene el menor sentido si dentro
de la comunidad existen personas que descreen parcial o totalmente de
ese texto religioso.
Por estas razones,
claramente, no se debe reducir las decisiones exclusivamente a lo
establecido como norma canónica por las creencias individuales, sino
atenerse, en una praxis de honestidad interna que debe ser
inmaculada, a la elección de la mejor alternativa para el conjunto
de los ciudadanos en base a preguntas de jerarquía similar o
superior a las cuatro anteriores.
Esteban Cámara
Santa Fe, junio de
2018