La obra presenta buena estructuración y cohesión, aunque el diálogo (vainilla) es tal vez sobreabundante respecto de la acción (chocolate).
La distribución de las masas de texto y acción, lamentablemente, también ha fallado, concentrándose en algunos actos una verdadera catarata de diálogos, mientras que en otros (aunque esto es bastante menos frecuente) la acción es tan abundante que no se entiende totalmente el sentido que el autor pretende darle a la misma en la torta.
Los diálogos en sí son bastante insípidos y producen una irritante sensación de tedio. Afortunadamente, la acción rescata la pieza del sinsentido total, sin llegar a convertirla, claro, en una verdadera selva negra o una de hojaldre y dulce de leche.
El balance de dulzura/acidez de la pieza es adecuado, mientras que el resultado general se hace un tanto pesado por el exceso de términos populacheros - grasas, o viceversa.
El efecto melodramático del agregado de dulce de leche al medio de la obra, como casi siempre, mejora en algo la palatación del público al finalizar. Pero, como también suele ocurrir, introduce un factor de confusión que conspira contra el mensaje y le resta algo a aquella cohesión que se elogiaba al principio de la crítica.
En definitiva, sin llegar al extremo (empalagoso a juicio de este crítico) de la marquesa o a la exhuberancia barroca de la selva negra, puede ser una opción casi aceptable para un público que sólo desea salir un rato de su rutina.
Valoración final de la torta marmolada: * * (dos estrellas) sobre 5.
Esteban Cámara
Santa Fe, mayo de 2018