No puedo quejarme demasiado de mi experiencia laboral.
Luego de un breve paso como docente particular, mis primeros años en la provincia, en el laboratorio de un hospital, fueron bastante buenos.
Empecé en el hospital en la categoría inicial, estando en mitad de la carrera de bioquímica y trabajando como técnico. Al principio, bueno, algunos me hicieron la guerra y se esforzaron en hacerme pagar el tan famoso por aquella época "derecho de piso". El derecho de piso justificaba el sadismo de los mayores hacia los nuevos y el traspaso de las tareas más repulsivas.
Pero en esa época conseguí graduarme y fui evolucionando hacia tareas más complejas merced, principalmente a voluntad de trabajo y estudio. Tal vez injustamente, pero creo que el único del área que estudiaba por qué las cosas se hacían de determinada manera era yo.
También estando en el hospital gané el concurso que me significó el acceso a una especie de posgrado en gestión pública y allí la cosa mejoró muchísimo, en cuanto a sueldo, oportunidades de crecimiento y a calidad de trabajo.
Recuerdo que en esa capacitación alguien de Nación nos dijo que en nuestra línea de trabajo (diseño y puesta en marcha de políticas y proyectos públicos) podíamos esperar un 20% de implementación, lo que fue un poco un balde de agua fría. Afortunadamente, al menos en mi caso, no se cumplió ese bajo porcentaje.
Antes de continuar, debo hacer una aclaración: en nuestra línea de trabajo, dependientes de la jurisdicción más cercana al gobernador, somos asignados a otros ministerios para colaborar en tareas que tienen que ver con innovación, nuevas áreas, procedimientos o servicios del estado. Esas asignaciones se llaman 'destinos' (melodramático, ¿no?) y no suelen duran más que un par de años, o no deberían, al menos.
Luego de un par de experiencias exitosas y algún desastre , fui designado en un cargo político, con presupuesto propio y bastante personal a cargo. La mayoría de los juicios acerca de mi desempeño en aquella ocasión no fueron malos, más bien todo lo contrario.
Al finalizar esa función y con la lógica crisis existencial, tengo que volver "al llano", sin poder, sin presupuesto, sin colaboradores (bueno, después de todo volvía a lo que fue siempre mi vida). Entonces me toca un destino que poco a poco empieza a perfilarse como desastre, con cambio (para peor) de referentes, y 'sociedades' laborales con personas nada recomendables, algunas por incapacidad, otras por malicia y falta de ética. La mayoría con ambas características juntas.
No suelo ser una persona que espera para dar el portazo y apenas ví que se cumplían los peores escenarios accioné con alma y vida para irme de allí. Ví que había vacancia en un área cercana a la anterior y me hice direccionar allí.
Al poco de desempeñarme en el nuevo destino, mi colega de ese momento me comenta que el organismo nacional (Plan de Seguridad Alimentaria) que financiaba las acciones estaba siempre pidiendo que diseñemos acciones nuevas, poco tradicionales. Entonces, ella misma propuso trabajar en el tema desnutrición.
Empezamos a estudiarlo en el mes de mayo, se lo planteamos a los interlocutores que nos había designado Nación, Karina y la Colorada (no recuerdo el nombre, perdón). La verdad, esas chicas eran de lo mejor que se podía esperar... y he trabajado muchísimas veces con organismos nacionales. Eran bien predispuestas, alegres, amplias, inclusivas, trabajadoras.
Claramente, les encantó nuestra idea. El financiamiento nacional estaba casi seguro en la medida en que diseñáramos bien el proyecto.
Conseguimos toda la información posible. No saben lo difícil que es esto, porque la información que suele manejar el estado respecto de lo social es paupérrima, generalmente, y cuando no lo es, es prácticamente imposible de conseguir. La gente se le "sienta encima" y trata de sacar el mayor partido de ella.
Bueno, concebimos un sistema tripartito que combinaba la asistencia monetaria para la compra de alimento, con capacitación y controles mensuales de salud obligatorios.
La asistencia alimentaria era bastante flexible y evitaba los "bolsones" y cajas de alimentos prediseñados y rígidos. Estos anticuados sistemas imposibilitan que la gente disponga de los mejores nutrientes, focalizando en "aporte calórico" (aceite, harinas y cosas por el estilo) y defectivos en micronutrientes (carne, vegetales). Parecen diseñados específicamente para que la gente luego aporte fuerza bruta con desmedro de su inteligencia. Por el contrario, el aporte en metálico diluye el beneficio nutricional, dispersando el aporte en otros gastos.
Nación orientaba a las provincias a que la prestación fuera en bonos alimentarios, restringidos a la adquisición de ciertos alimentos, los que fueran propicios al desarrollo biológico e intelectual. Esa definición la debían hacer las áreas efectoras provinciales. Convocamos a Paola, una nutricionista "de lujo" para que nos asista en éste aspecto sustantivo.
Además de los bonos, y como requisito para recibirlos, las mamás debían llevar a sus hijos a los controles de salud pública con un talón que venía junto con las chequeras de bonos y que el médico debía completar con el peso y talla del niño bajo programa y su firma y sello. Yo mismo diseñé (con la ayuda de excel) una fórmula de evaluación peso/talla basada en las Tablas de Lejarraga Morasso. Eso permitía que al introducir el peso y la talla, el resultado indicara el nivel de nutrición/desnutrición y el grado de esta última, de corresponder. También tomamos un margen un poco más holgado y, a su vez para no estigmatizar, definimos a nuestra población objetivo como niños en riesgo nutricional, acotada al mismo tiempo a los menores de 6 años, porque por encima de esa edad, lamentablemente, el daño de la desnutrición ya no se puede reparar ni en lo cognitivo ni en lo estructural.
El sistema era tan bueno que nos permitía darnos cuenta de cuando había adulteraciones porque la talla 'bajaba' o subía 10 centímetros en sólo un mes. O porque el índice de masa corporal de un mes era inconsistente con los valores anteriores.
Pero el aspecto más importante, a nuestro juicio, era la capacitación (ya sé que los puristas me dirán que el nombre es incorrecto y prejuicioso), otro requisitos indispensable para la recepción del bono. Las mamás (o abuelas, o tías a cargo del niño) debían ir a una reunión mensual de cerca de una hora con un equipo de dos capacitadoras (nutricionista y alguna otra profesional del trabajo social o psicóloga o terapista ocupacional). Las capacitadoras, a su vez, firmaban el talón mencionado en el componente "salud" completando el requisito para la recepción del siguiente talonario. Finalmente, las capacitadoras asistían y colaboraban en la entrega de los talonarios, como reconocimiento de lo cual habíamos agregado un par de horas cátedra en sus salarios.
En las reuniones de capacitación se trabajaba la atención de los niños, la composición adecuada a la edad, las mejores relaciones costo/beneficio, recetas, ymodos de alimentación. También se les solicitaba recetas a las mamás, podían contarnos lo que hacían y, las más expertas, podían ayudar a otras. Las metodologías estaban orientadas a ser lo menos catedráticas y formalistas posibles, con juegos y formatos abiertos y soportables.
A todo esto (menos a los sueldos de mi colega y míos) lo financiaba Nación. También logramos de ellos el aporte de nueve coordinadores zonales de salud, uno para cada zona de salud provincial. Estos coordinadores tenían la función principal de coordinar las capacitaciones en su región, cargar los datos de peso y talla de los niños bajo programa y colaborar con las entregas de chequeras. Como en general disponían de excedentes de tiempo y debían trabajar en instalaciones de la zona de salud, los autorizábamos a que colaboren con la zona de salud en esos excedentes.
Entre unos y otros, aquí y allá, armamos un equipo de medio centenar de personas.
Bueno convocamos a las empresas de bonos y se presentaron 3, con las cuales lanzamos una prueba piloto, previo sorteo de zonas. Los desempeños de las empresas también fueron evaluados en esa prueba piloto y tambien les sirvió a ellas para calibrar sus costos. Luego de 3 o 4 meses de prueba piloto (en 3 de los 19 departamentos en los que se divide territorialmente mi provincia), mientras planificábamos la extensión del programa a toda la provincia, estuvimos en condiciones de definir la totalidad del programa.
Luego redactamos los pliegos de bonos y licitamos.
Bueno, la verdad es que el resultado se demostró muy bueno, prácticamente desde el inicio. Yo me fui luego de poco más de un año de programa y en ese lapso conseguimos sacar a más de 1200 chicos del riesgo nutricional.
Debo aclarar también que cuando los niños salían de la zona de riesgo en tres controles sucesivos, pasaban a tres meses de vigilancia y luego seis meses de aporte reducido para al fin egresar del programa. Esto significaba el cese del aporte, cosa que fue muy criticada, sobre todo por los asistencialistas. Pero el programa era un programa con objetivo "salud" y en salud, cuando un paciente se cura, hay que terminar con el tratamiento. Por otro lado, eso nos permitió dar "egresos" y lo hicimos con la mayor alegría.
En un principio tratamos de que nuestra provincia premie a las madres con un set de cocina, algo útil y relativo al origen del problema. Pero no conseguimos nada de eso: lamento decir pero mi provincia, que en realidad es bastante rica, se comporta como una provincia amarreta, basurera y pobre. Lo que sí conseguimos en un principio fue darles certificados a las mamás, con la felicitación del ministro del área. Sabemos que esos certificados fueron muy bien valorados y, tal vez, el único título que la provincia les iba a dar nunca.
En un principio tratamos de que nuestra provincia premie a las madres con un set de cocina, algo útil y relativo al origen del problema. Pero no conseguimos nada de eso: lamento decir pero mi provincia, que en realidad es bastante rica, se comporta como una provincia amarreta, basurera y pobre. Lo que sí conseguimos en un principio fue darles certificados a las mamás, con la felicitación del ministro del área. Sabemos que esos certificados fueron muy bien valorados y, tal vez, el único título que la provincia les iba a dar nunca.
Finalmente, mi relación con mi colega se fue haciendo cada vez más difícil por un cambio de carácter que pareció experimentar. No sé a qué se habría debido, si a un problema familiar o a alguna interferencia de parte de los funcionarios de reporte, pero mi coautora se puso criticona, mandona, refunfuñante y 'bossy' (dirían los anglosajones). O sea se puso en jefa y en cuestionadora, a voz en cuello, de todo el mundo.
Al mismo tiempo, el asesor que había quedado a cargo nuestro, un inútil para todo servicio que no aportó nada, pero que al menos no molestaba, se empezó a poner un poco irritante y a meter en el programa a gente que nosotros no conocíamos ni sabíamos de sus propósitos. También había cambiado el ministro, pasando de Osvaldo Miatello, con quien habíamos trabajado excelentemente bien y que nos apreciaba, a un ... burro del cual no podíamos esperar más que un rebuzno ... o una patada.
Tampoco Paola había continuado, pero su reemplazante, Virginia, no fue para nada conflictiva. Bueno, igualmente: tantos cambios producen cierta disgregación.
Nosotros decíamos en aquel momento que el éxito del programa se debía a la capacitación, que el aporte económico era simplemente una carnada para que la gente fuera a capacitación e hiciera atender a los chicos. Pero creo que esa explicación fue algo esquemática.
Hoy pienso que el éxito del programa fue la conformación de equipos que INCLUIAN a los beneficiarios, en donde eran escuchados.
El problema del estado es que en su funcionamiento termina siendo percibido por la gente como una sucesión de mostradores. Mostradores que frecuentemente es más lo que los problematizan que lo que les solucionan y, mucho más frecuentemente, les dicen "no es acá". O sea, se les da una solución prediseñada y limitada, no se los escucha, no se los acompaña y en cuanto se puede, se desembarazan del solicitante. Los mostradores tienen, más que proporcionar un lugar para apoyar papeles, como función principal el "dejar afuera".
"Nuestro" programa, al menos en el tiempo que yo estuve englobaba, escuchaba, dialogaba, recuperaba, acompañaba y controlaba (sí, también ¿está mal?) a los beneficiarios, pero dando herramientas y opciones.
Como decía, FUNCIONÓ. Y muy bien sin ser ninguno de los autores originales profesional ni de la nutrición ni del trabajo social. Más de 1200 niños, repito, salieron del riesgo nutricional.
Luego vino la desvirtuación: Nación dejó de financiar el componente capacitación y la provincia (esa provincia linyera, avarienta, paupérrima en imaginación aunque no en recursos) rehusó hacerse cargo y "transfirió" el componente a los municipios. Las reuniones de capacitación dejaron de hacerse o, en el mejor de los casos, dejaron de ser personalizadas (grupos de menos de 10 mamás por capacitador habíamos conseguido establecer nosotros) a reuniones masivas de 100 personas. Una tristeza.
Sospecho que incluso peso y talla dejaron de controlarse.
Las nuevas autoridades (hubo cambio de signo político en la gestión), con criterio asistencialista-demagógico dejaron de dar egresos. Es más nos calificaron de 'perversos', por el hecho de sacar de programa a los chicos curados. O sea, fuimos perversos por dar altas, por curar... Nunca me voy a olvidar de la reunión con una trabajadora social funcionaria de la nueva gestión, una gordita rubia, en la que nos calificó con ese epíteto. En fin. Dudo que en su vida haya dejado una huella tan positiva como la que dejamos nosotros en este proyecto.
La cuestión es que éste fue "mi" producto joya, mi orgullo de coautor y organizador: 1200 niños fuera del riesgo nutricional.
Esteban Cámara
Santa Fe, 26 de marzo de 2018
Santa Fe, 26 de marzo de 2018