Me hice el boludo, ya la otra vez me había reconocido. Empezó con su retahíla de quejas y monsergas respecto de los tiempos modernos. Parece que para ella todo fue una mierda desde Pío XII El verdulero ya ponía cara de mártir y posible suicida. Miraba con cariño las chauchas ballina como sopesando si aguantarían su peso colgando de una viga por el cuello. Sin embargo, resiliente, sólo suspiraba.
Ella le preguntaba los precios de todo y amenazaba darle un soponcio con cada uno de ellos.
- ¿La papa a 2 kilos por 12$? ¡Qué barbaridad!
- ¿La cebolla a 2 kilos por 9$? ¡Adónde vamos a llegar!
- ¡19 el kiwi! ¡Die-ci-nue-ve-pe-sos-el-ki-wi!, aullaba enardecida como si la hubieran violado con una berenjena. O peor.
Entonces empezó la catarata.
- No ves, esto es lo que pasa con estos montoneros en el poder. Les dan a las negras guita por cada hijo que paren. Han jubilado a gente que no hizo aportes. No permiten la libre importación de los artículos que son imprescindibles para la gente de clase. Ahora encima les dan crédito para casa a cualquiera, como si el banco de mi nieto que se los daba al 45% anual fuera caca. Y han agarrado nuestros ahorros jubilatorios para su politiquería barata (una pequeña digresión: yo sé bien que Enriqueta es dueña de la mitad de algún departamento del centro oeste santafesino, soja de primera y que jamás aportó ni un solo centavo a ninguna caja de jubilaciones). Y así, una y otra vez.
Repitió, insistió como mil veces con que encima metieron en prisión a gente buena como massera, videla y astiz, "así todo el mundo les tiene miedo y ellos se hacen su agosto".
Atrás mío se fue formando una pequeña colita. Nadie intervino ni le dió la razón, lo que fue raro en ese barrio. Yo cada vez que la vieja me miraba buscando aprobación yo daba vuelta la cara, como si controlara que no me roben el auto que no tengo. No quería que por nada del mundo la vieja me volviera a reconocer. Sé que tiene buenos contactos con la mano de obra desocupada de los servicios y ... uno nunca sabe.
Cuando parecía que la catarata de quejas no se iba a terminar más y algunas personas se fueron a navegar verdulerías más propicias, el verdulero hizo un pase de magia. Sin dudas que el hombre era un genio.
Al ver que la vieja se interesaba en las manzanas, a la sazón en 15$ el kilo, le dijo:
- Le dejo dos kilos a 20$.
Enriqueta paró con su sermón, sonrió y un destello dorado relumbró en la cavernosa boca. Asintió casi sin poder hablar de la alegría. Pagó y se fue rauda, arremolinando las patitas regordetas como en los dibujitos animados, no sea cosa que el verdulero se arrepienta.
Me dieron ganas de aplaudir al genio. El tipo me miró como reconociéndome, sabedor de que yo sólo, en todo ese barrio, podía apreciar su magistral truco. Creí ver en su perfil un reflejo de Discepolín y unas mandíbulas parecidas a las de Jauretche.
Así es nuestra burguesía, lloriquean, rebajan, desprecian y cansan ... hasta que consiguen una manzana de ventaja. Ese verdulero genial nos ahorró horas de perorata deprimente. Vaya mi admiración en estas líneas.
Esteban Cámara
Santa Fe, 18 de noviembre de 2013
Me hiciste acordar a la película "La Manzana" de Samira Makhmalbaf, iraní, sobre dos niñas gemelas, que por un tema social, un vecino les pone una manzana que la hace subir y bajar....tiene todo un contexto...por lo diferente, que relatas, por lo miserable de la mujer esa..en fin. Mirala si podes....
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