viernes, 5 de abril de 2013

Los violentos

Tienen razón los radicales. Es al pedo, los peronistas somos unos violentos de mierda. En el '55 saltábamos a cabecear las bombas que tiraron los aviones gloster de la armada. En el 56 cagamos a pechazos las balas de los pelotones militares en José Leon Suarez. Otro famoso violento nuestro fue Felipe Vallese, que en el barrio de Caballito en Bs. As. se abrazó tan fuerte a un árbol que parecía que lo iba a quebrar, hasta que un policía caritativo le pegó un culatazo en la nuca para poder desprenderlo del inocente arbolito. Nunca más se supo de él, era 1962, seguro que de puro violento y de abrazarse excesivamente fuerte a los árboles, luego de vérselo por última vez en una comisaría lleno de moretones, terminó cayendo al Río de la Plata. Violencia extrema.

Muchos de nuestros violentos compañeros fueron con violencia extrema a pegarle cabezazos a las balas en la base naval Almirante Zar en Trelew, en el '72.

¿Y Rodolfo Walsh? Este escritor y periodista no era en un principio muy peronista, pero bastó que militara en una organización peronista para que se hiciera violento, tan violento que con una mísera pistolita calibre '22 agredió a los tiros a 16 pacíficos paramilitares que casualmente lo venían siguiendo. Pobres, no tuvieron más remedio que reventarlo a itacazos, de tan violento que era el periodista y escritor a quien poco tiempo antes habían tratado de curarle de peronismo y violencia auna hija. Fue inútil, su infección peronística seguramente hizo que agrediera a cabezazos a las balas de los caritativos uniformados.

No me permitan olvidar el caso de Héctor Oesterheld, un escritor y militante de Montoneros a quien le asesinaron a sus cuatro violentas hijas y quien, seguramente en un frenesí de venganza, se metió a agredir con su cuerpo desnudo y atando a un catre de hierro a las picanas eléctricas y a tirarse violentamente contra los cigarrillos encendidos de los amables paramilitares que lo rodeaban y trataban, entre susurros y voces de aliento, de que depusiera su violenta actitud.

Otro agresivo al pedo fue el negro Martín (Luis Alberto Vuistaz, salteño), mi amigo, que herido y rendido a la comitiva paramilitar que lo fue a convencer amablemente de deponer las armas, le pegó un brutal cabezazo a una bala de calibre '45, mientras, luego de haber arrojado lejos su arma, simulaba estar sentado y malherido en una terraza cercana al puente negro de Santa Fe. Su pareja, otra agresiva de mierda, se lanzó al vacío desde esa misma terraza, también herida y simulando rendirse, seguramente escapando de los brazos de los amables integrantes del grupo de tareas que trataban de ponerla a salvo. A pesar de su intento agresivo para con el pavimento de la calle al cual intentó partir de un cabezazo, sólo se rompió una pierna y gracias a sus vecinos que vieron cuando la llevaba una ambulancia hoy está viva y pudo llevarse los huesos del negro que, de puro violentos, aún muertos, se habían ido a esconder a un osario del cementerio municipal.

¿Y por qué no hablar de mi hermana? Otra violenta, que le pegaba tetazos a la picana, no obstante estar encadenada en un catre metálico en una amable casita. También, para nuestra vergüenza, intentó apagar varios cigarrillos con su torso desnudo, de pura violenta y para que los policías no pudieran disfrutar del placer de fumarse ni un puchito. Encima agarró a los narizazos, mandibulazos y golpes de cara a los puños de estos honestos y gentiles uniformados. Me da una vergüenza bárbara, pero ella y yo, somos peronistas, señor.  Qué le vamos a hacer, somos incorregiblemente pendencieros.

Otra agresiva fue Mónica Santucho, hija de peronistas y de sólo 14 años, quien luego de esconder a sus hermanitos menores en un barril para, taimadamente, esconderlos de una amable comisión paramilitar a la que previamente sus padres habían agredido a cabezazos y golpes de tórax contra sus inocentes balazos. Grupo de gentiles uniformados que seguramente planeaba llevar a los hijos menores del matrimonio a una mejor vida. Sí, seguro. Pero eso no fue todo, esta agresiva pichona de peronista también, siguiendo seguramente las malsanas y apátridas instrucciones de sus padres, cabeceó las inocentes balas de los amables uniformados.

En fin, la lista sería infinita si empiezo a contar las agresiones de los, moderadamente calculados, 20.000 peronistas más como Oesterheld, Walsh o el negro que se tiraron violentamente de aviones en un descuido de sus guardias que seguramente los habían sacado a refrescarse un poco y tomar aire sobrevolando el Río de la Plata. O que agredieron a pobres balas, por alguna extraña razón casi siempre con la cabeza. Hasta bebés, hijos de peronistas, agarraron esta violenta costumbre de cabecear balas. Agresivos hasta el extremo.

Buenas noches.



    

Esteban Cámara

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