Por aquellos días de abril de 2003 cuando se desarrollaba la primera elección presidencial post crisis de 2001, luego del desastroso gobierno de De La Rua, los candidatos me parecían horrorosos o desconocidos. La desocupación había llegado a un 27% y la pobreza al 60%, la sangre de treinta y pico de muertos regó las calles argentinas jalonando la crisis y la transición. De La Rúa se fue en helicóptero y mucha gente pensó que era un incapaz. Creo que era algo mucho peor.
Uno de los horrorosos candidatos era Menem, principal causante de la catástrofe. Otro era López Murphy, tambien responsable de muchas cosas malignas y muy obtuso en su credo neoliberal. Algunos eran payasescos. De La Sota había desertado de la contienda, mostrando uno de sus rasgos característicos: La cobardía.
Uno de ellos era un ricachón del sur, gobernador de su provincia. Por el sólo hecho de ser rico ya era pasible de desconfianza por mi parte. Encima contó con el apoyo del sinuoso Duhalde. Razón de más para que no me guste.
Éste candidato sacó el 22% de los votos, un par de puntos menos que el mefistofélico Menem. Debían ir a ballotage, pero el maligno renunció a pesar de su mínima ventaja: Su imagen negativa alcanzaba valores estratosféricos y, al menos, 6 de cada 10 votos independientes se irían a su oponente.
El ricachón ganó y a mí en un principio me pareció que volvía la vieja política, esa que despreciaba. Más de lo mismo, pensaba. Igualmente me callé porque no acostumbro criticar a los gobernantes democráticos, sí a los dictadores, cosa que hoy la mayor parte de la gente subvierte. Yo no me olvido de la dictadura, no se puede comparar a ningún gobierno democrático por malo que sea. Aquí hubo represión, coacción, encarcelamientos ilegales, secuestros, asesinatos, desapariciones, robo de bebés, torturas, desempleo, destrucción del patrimonio productivo y entrega de las riquezas del país. Todo junto, intolerable. Incomparable.
Mientras tanto, la economía se empezó a normalizar, se anularon las leyes de indulto a los genocidas, se descolgaron los cuadros que, increíblemente los homenajeaban. El desempleo y la pobreza empezaron a retroceder. Ya no vimos más enfrentamientos por un paquete de fideos ni ollas populares.
No obstante, yo seguía incrédulo.
Pero en el 2007 pasó algo que creo yo ser el único que valoró: Néstor Kirchner, el ricachón sureño, postuló a su esposa para la presidencia, pudiendo candidatearse él nuevamente. Eso me pareció insólito, un gesto de un vigor político sin precedentes. Jamás se me hubiera ocurrido que un político, argentino o de donde fuera, iba a postular a otra persona pudiendo postularse él. Casi ni se podía creer. Repito, jamás escuché a nadie valorar esto, pero para mi fue definitorio. Encima Cristina era un cuadro político consecuente, enormemente capaz y obstinada en sus convicciones. Y por si fuera poco, era mujer. Un signo rarísimo hay en esto. Yo decidí votarla para presidente y uno de los precandidatos a gobernador a Santa Fe era nada menos que su principal operador legislativo: El chivo Rossi, de quien pude averiguar que era una persona honesta. Nada más. Nada menos. El chivo perdería las internas (yo milité para él y eso probablemente no lo haya ayudado).
Pero mi conversión definitiva fue con el conflicto por las retenciones, la resolución 125. Ahí visualicé claramente cuáles eran los alineamientos del campo político: La lucha de clases no se había atenuado ni mucho menos había muerto. Sólo la habían ocultado detrás de una gran miseria y un tremendo aparato mediático. Comprendí cual era mi lugar: Era contra la oligarquía agraria, sus patronales y sus partidos políticos. Era contra el aventurerismo de cierta izquierda payasa e iluminista que siempre se pone contra el pueblo y en cuyo esquema es preferible convertirse en forro de la oligarquía que luchar codo a codo con el pueblo.
Me dí cuenta de que había confluido en el kirchnerismo. Yo, kirchnerista.
Despues vinieron las condenas a los genocidas. Empezamos a ver los frutos dulces del modelo kirchnerista en lo económico. El 'mundo' desarrollado, amado por los opositores empezó a venirse abajo. El discurso del 'viento de cola' empezó a desmigajarse: A nosotros parece que solamente nos quedó el viento de cola. Los colosos económicos empezaron a tenerlo de contra. Vinieron los informes internacionales de la duplicación de la proporción de clase media en Argentina, inédita. La juventud empezó a participar de nuevo en política. Hubo un cambio cultural. Hubo matrimonio igualitario e identidad de género. Recuperamos muchos recursos para nuestro desarrollo, como YPF, Aerolíneas Argentinas, fondos jubilatorios. Muchos aires traen el perfume de aquellos cálidos años de fines de los sesenta y principios de los setenta. Y esperamos que no termine de la misma manera, creemos que las condiciones hoy posibilitan el soñar.
Desde el 2008 vengo escuchando pelotudeces apocalípticas: Que se viene el corralito, que se funde todo, que nos hundimos, que estamos afuera del mundo, que se viene la crisis energética. Agorerías vacías, que terminan cayéndose solas de tan ridículas. Hace días vengo escuchando dos: Que se viene una gran devaluación y que para mayo o junio explota todo.
Tenemos opositores idiotas o desquiciados. Y eso no es bueno. Tenemos opositores comprados por el gran capital argentino, por monopolios opuestos al bien del pueblo.
No se preocupen: Aquellas agorerías son más o menos las mismas de siempre.
Allá estaremos, militando por el pueblo.
Kirchnerista.
Esteban Cámara
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Los comentarios son en su totalidad moderados. No se admiten mensajes de odio, descalificaciones, insultos, ofensas, discriminación y acusaciones infundamentadas. El autor se reserva el derecho de no publicar comentarios anónimos.