Al llegar Joseph Fouché (Ministro de Policía de Francia) a una reunión de gabinete napoleónico en 1804, viendo la agitación y las quejas de sus cumpas de gabinete (qué crimen!, decían) respecto de la ejecución del Duque de Enghien, les dijo: Il a été pire qu'un crime, il a été une erreur (es peor que un crimen, es un error). A esta frase, muchos se la adjudican erróneamente a Talleyrand. El Jefe de todos ellos, Napoleón, había hecho asesinar al Duque, acción de la que asumiría la autoría sin la menor duda.
En este marco conceptual, me interesa abordar los actos genocidas de Israel en Gaza, Cisjordania y El Líbano, perpretados abiertamente por sus Fuerzas de Defensa (IDF), cuya ejecución se ha llevado las vidas de más de 40.000 personas, en su mayoría mujeres y niños, con la excusa de eliminar a unos 1.500 terroristas de Hamás y Hezbollah.
Los que me conocen saben que desde que me intereso en la política, mediados de 1973, siempre proscribí a la violencia como una herramienta política. Puede aceptarse como una herramienta de defensa propia frente a una agresión que ponga en riesgo la supervivencia o la dignidad humana, pero no como una herramienta política. He tenido grandes discusiones por este tema con amigos y familiares que en su mayoría ya no están, granjeándome la acusación de cobarde por negarme a participar de, y condenar, hechos armados contra el gobierno de Perón o acciones suicidas como la contraofensiva montonera.
No obstante, de existir una necesidad revolucionaria asumida por la mayoría del pueblo como ocurrió durante la sangrienta dictadura de Batista en Cuba, mi parecer cambia. Esto se debe al supuesto de necesidad de supervivencia antes mencionado, así como se da en los casos de ocupación violenta por parte de una potencia colonial.
Esta defensa que postulo, excluye explícitamente al terrorismo, el asesinato o el secuestro de civiles, los atentados indiscriminados a objetivos civiles y actos similares. Hamás cometió varios de estos crímenes el año pasado y no los avalo, por el contrario, los condeno firmemente.
Pero las acciones de las IDF en los últimos años, particularmente en el gobierno de Mileikowsky-Netanyahu son igualmente abominables e inadmisibles a mi juicio.
No obstante, volviendo a la frase de Fouché, no me interesa la moralina burguesa. Creo que por sobre todas las cosas, las acciones de la Israel de Benjamin Netanyahu son erróneas y, si realmente quiere terminar con el terrorismo, está engendrando muchos más terroristas de los que elimina. Sus acciones, propias del terrorismo de estado colonialista contra la población civil, hospitales, profesionales de la salud, cascos azules de la ONU, integrantes de organizaciones humanitarias, etc., están produciendo tal vez 100.000, o más, nuevos activistas violentos. Una ratio de 100 nuevos combatientes por cada uno eliminado.
Un problema no menor de los genocidios es que son tremendamente ineficientes. No les funcionó a los turcos, tampoco a los nazis. A propósito, nadie hizo tanto por reivindicar al nazismo como Netanyahu.
En comparación, la invasión de Rusia a Ucrania, que tampoco avalo, ha producido una cantidad infinitamente menor de víctimas civiles. A contrario sensu Rusia y Putin son considerados por la prensa del mundo libre y civilizado como delincuentes y criminales violentos. En fin, la hipotenusa.
Como colofón, postulo que la moralidad nunca debe estar en el centro de la acción política, sino en sus márgenes, configurando un límite.
En política, una cosa es peor que un crimen. Esa cosa es un error.
Esteban Cámara
Santa Fe, 14 de noviembre de 2024