Desde hace varios años, los medios de incomunicación hegemónicos de nuestro país (lo mismo ocurre en varios otros países neo o postcoloniales de iberoamérica) presionan con un mensaje que dice que hay que irse del país. A los otros les dicen, porque ellos ni piensan con abandonar la vaca que tan rica y abundante leche les da.
No, el mensaje va directamente dirigido a los jóvenes. No a los hijos de ellos, futuros ceos o terratenientes, sino a los muchachos y muchachas de clase media.
Ocurre que aquí en Argentina hay un modelo que viene repitiéndose desde hace dos siglos que es el modelo mitrista. El modelo mitrista es muy simple: exportar barato produciendo commodities de bajísima incorporación de valor (soja, trigo, petróleo, gas, etc.) e importar bienes industrializados. Y con la decisión concentrada en una clase social y en un territorio geográfico (la zona AMBA). Y le llamo mitrista a pesar de que es un modelo anterior a Mitre. ¿Por qué? No hay por qué.
Claro, este modelo no cierra con una población de más de 7 u 8 millones de personas. Y los argentinos somos 47 millones. Esos 40 millones 'excedentes', en su gran mayoría, deben ser alimentados, educados, deben financiárseles servicios de salud y deben ser provistos de trabajo/empleo. Todos 'gastos' para los que creen en el modelo mitrista. Y gastos que serían innecesarios de reducirse la población del país a lo mínimo indispensable que requiere un modelo de producción primaria (banqueros, terratenientes, peones rurales o trabajadores de la industria minera).
Encima, a ese 'excedente' poblacional puede ocurrírsele la peregrina idea de ideologizarse y exigir derechos. Y, en tal sentido, militar y votar proyectos opuestos al mitrista. Modelos inclusivos, industrialistas y/o federales, por ejemplo.
Entonces, a esas personas jóvenes y desideologizadas a las que va destinado el discurso de que 'la única salida es Ezeiza', pueden aspirar a sacarlas de su camino antes de que se conviertan en un obstáculo.
Esteban Cámara
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