Los argentinos pareciera que elegimos descubrir cada día, como eterna novedad, que el 'mundo exterior' es falso, engañoso o ni siquiera existe. Fervientemente.
Debatimos con obcecación e ignorancia cuestiones universales que en otras latitudes fueron resueltas y avanzaron hace mucho tiempo ya. Y más nunca volvieron atrás. No importa que precisamente en esas latitudes se dan los casos de mayor opulencia y/o inclusión.
Debatimos el aborto, la separación de la iglesia y del estado, el matrimonio igualitario y la identidad de género, por ejemplo, como si no hubiera ciencia, como si no hubiera existido nunca ni una Rusia, ni una Cuba, ni China, Canadá, Francia, Inglaterra, España o etcétera.
Subjetividades manipuladas y aisladas, ahistóricas y sincrónicas.
Sabemos más del bache en un barrio porteño o de un cuaderno inventado y voluntariamente perdido que del Darfur o de las islas de basura en el océano.
Somos, peor que insulares, ombliguistas, individualistas y anómicos.
Pero, sobre todo, a la mayoría le chupa un huevo el otro.
Esteban Cámara
Santa Fe, 12 de agosto de 2018
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