Nota: Daniel Arroyo es un reconocido político argentino, Licenciado en Ciencia Política (UBA) y docente, que fue Ministro de Desarrollo Social a nivel nacional(2019-2021) y actualmente se desempeña como Diputado Nacional por el Frente de Todos.
A principios de 1994 yo seguía trabajando como técnico de laboratorio del Hospital Cullen de Santa Fe a pesar de haberme recibido de Bioquímico en 1991 y haber pedido el cargo profesional. Por razones que desconozco y a pesar de múltiples antecedentes de gente que había logrado el mismo propósito, ese cambio no me fue concedido. La cosa no estaba bien. me re forreaban en el laboratorio porque cuando les convenía era técnico y tenía que limpiar mierda y cuando no, podía llevar a punto un equipo re complejo, poner en marcha una técnica nueva, decidir en una licitación, investigar, hacer controles de calidad, etc. Dos en uno, vamos. Pero sin ningún reconocimiento ni de palabra ni de billete.
Cierta mañana, una carta apareció sobre una de las mesadas de mi laboratorio sin que nadie pudiera informar cómo (hasta un par de años después). En esa carta se me invitaba a participar de un proceso de selección para conformar un cuerpo multidisciplinario de profesionales del estado. Yo algo había escuchado hablar del tema porque ya era la segunda camada que se iba a gestar.
Me resultó muy curioso el hecho de que me hubieran invitado individualmente y creo que por eso me presenté, junto con otros 454 profesionales (se requería título universitario de cuatro años o más). La primera etapa fue un examen escrito de tres horas. Quedamos 240 (yo estaba por ahí por el #57 del ranking).
La segunda etapa fue tremendamente complicada, el examen escrito duró cuatro horas y consistió en simular la preparación de un proyecto para el banco mundial, entre otras cosas. Quedé por el puesto 17 o 18 del total de 64 que pasamos el corte.
La tercera etapa consistió en una batería de talleres (5 días) con observadores y calificadores que duró una semana. Ahí seleccionaron a 16, uno de los cuales fui yo.
Luego nos dieron un curso de un año con módulos sobre derecho, diseño de organizaciones, sociología, políticas sociales, análisis de políticas públicas, comunicación, semiótica, etc. Todo orientado a la administración superior del estado, o gestión estratégica de organizaciones públicas.
El docente de políticas sociales fue Daniel Arroyo (dentro de un cuerpo de capacitadores de excelencia). Durante el cursado y en el asado despedida del cursado del módulo que hicimos le pregunté en dos o tres ocasiones qué nivel de desempleo puede soportar un país. Estábamos en 1995, recién y el proceso neoliberal que estaba destruyendo el aparato productivo del país no era cabalmente caracterizado como nocivo por el grueso de la población. De hecho, Menem fue reelecto poco más tarde ese mismo año.
El déficit fiscal a esa altura era notable y el de balanza comercial también, aunque pareciera que mis conciudadanos no lo querían ver. Yo ya me había dado cuenta de que, además de aquellos preocupantes indicadores, el desempleo estaba aumentando acelerada e inexorablemente y que eso sólo podía conducir a alguna clase de estallido social. Esa conmoción, inevitable a mi juicio, finalmente ocurrió en 2001, con un nivel de 27% de desocupación y 60% de pobreza.
Arroyo nunca me contestó el interrogante acerca del nivel máximo soportable de desocupación: con su singular habilidad discursiva le dió vueltas y addendas sin fin al tema. En su descargo, supongo que ni él ni nadie sabría la respuesta.
Lo importante es saber que todo proceso neoliberal termina de la misma manera: con desempleo, miseria, desnutrición, endeudamiento y sangre en las calles.
Ah, volviendo al asado de despedida y para explicar el título, cuando llegó Arroyo al predio de paddle y futbol 5 en donde era la despedida (y asado) de fin de cátedra, le dimos una silla como cualquiera de aquellas en las que estábamos sentados todos, de plástico. Resultó que la silla estaba rota, tal vez la única en malas condiciones y nuestro joven docente se dió un flor de porrazo azotando toda su humanidad muy fuertemente contra el piso. Por pura suerte, no hubo ninguna lesión.
Espero que no haya pensado que se trataba de una especie de broma porque lo valorábamos mucho, de hecho fue la única despedida de módulo que hicimos con asado y todos los chiches.
Esteban Cámara
Santa Fe, agosto de 2022