Casi cada cosa que pasa en nuestro país me parece (a mí) estar más o menos cercana o lejanamente relacionada con mi persona. Esto puede ser indicio de enfermedad mental, una especie de paranoia. Bueno, es lo que hay.
Por ejemplo, hace pocos días, un anciano discapacitado, referente de la lucha por los derechos humanos y víctima de cárcel y tortura durante la dictadura de videla, abofeteó absurda e injustificadamente a una empleada de boletería de empresa de colectivos porque el micro no respetaba los horarios. No lo voy a nombrar, porque el caso es ampliamente conocido.
Sucede que el hombre es originariamente santafesino y del Partido Comunista, aunque radicado luego de su cárcel en Buenos Aires (se sabe que, al menos en nuestro país, dios tiene en esa ciudad sus oficinas y cualquier persona va a tener mayor trascendencia, oportunidades e ingresos si se radica allí).
Aquí en Santa Fe, fue secuestrado, vejado y torturado por la misma patota (ellos no delegaban nada) que se llevó a mi hermana. Ana María Cámara (mi hermana, ya fallecida a causa de una cruel enfermedad congénita agravada por los tormentos), sufrió prácticamente lo mismo y en las mismas manos en los 13 meses en los que estuvo injustificada e injustamente represaliada y agredida por la dictadura en la ciudad de santa fe. Y luego, en el penal de Villa Devoto de la ciudad de B. A. por un total de 5 años.
Bueno, finalmente, este abofeteador fue testigo en el mismo juicio contra los represores de la dictadura en el que lo fui yo, sumando a esa condición de testigo, la de víctima. Yo no soy considerado una víctima, pero creo que debería reverse, aplicando esta consideración para el caso de los familiares que sufrimos persecución y acoso por parte de los esbirros aquellos.
Un día de diciembre de 2009, finalmente logramos en el TOF 1 de Santa Fe, la condena de Brusa, Ramos, Colombini, Perizotti, Aebi y otros. Ese anhelo de justicia germinó desde los organismos de derechos humanos y algunos sectores políticos y floreció como bajo el gobierno kirchnerista. Memoria, verdad y justicia. Yo cuando declaré en el juicio (octubre de 2009) juré por ello: Memoria, verdad y Justicia.
Volviendo a diciembre de 2009, festejamos junto a muchos jóvenes y viejos santafesinos en el gremio ATE, las condenas. Allí estaba este hombre, a quien no conocía en ese entonces. En un momento, él impulsó fuertemente un cántico en donde prácticamente se apropiaba del logro de justicia a nombre de la Fede (federación juvenil comunista). Esa postura fue mirada con sorpresa por mí y supongo que por muchos más. Allí habían como víctimas apartidarios, ex montos, ex perros, guevaristas y una amplia gama de sobrevivientes de las atrocidades de la dictadura, organismos de derechos humanos, familiares, partidos, sindicatos y otros. Ese hombre quedó en mi memoria como un energúmeno.
Si es por decir, digamos todo. El PC argentino justificaba la dictadura y apoyaba a Videla por aquellos años. A mí, a mi hermana, a todos, nos decían que había que apoyar a Videla porque había otros peores. No quiero ser injusto: Era la línea que bajaba de la URSS (un país, una revolución). Era el mismo partido que años después de la dictadura me agredía a mí (izquierdista nacional y popular acoplado al peronismo en 1982), caracterizándome como facho, ignorante y patotero (por el sólo hecho de definirme como peronista). Yo perdono, pero no olvido. Memoria. Hoy están circunstancialmente cerca en nuestra lucha, pero yo jamás escuché una disculpa por los epítetos de aquellos años a todos los que éramos peronistas. Otros que también se decían comunistas en aquel entonces hoy son fervientes neoliberales. Ojo, también hubo voltereta de montos, perros, etc. Yo sigo pensando más o menos lo mismo que en 1973 cuando empecé a militar en el FIP de Jorge Abelardo Ramos, partido que integré hasta 1975 cuando el partido declaró su apoyo a Isabel Perón.
Una pequeña digresión: Algún día entre abril y junio de 2020, saliendo de comprar en el supermercado Alvear de General Paz, un auto se me tiró encima. Yo lo reputié y me le fui al humo. Era un tipo mayor que yo con aire de robot que se hizo bien el que no había escuchado nada. Me pareció vagamente conocido, tal vez por eso no le dije ni hice nada más. Tenía un auto gris tipo hatchback y estaba con la esposa. También bajó del auto una típica esposa rubia oxigenada con aires de oligarca desvencijada de barrio guadalupe (o candioti o centro-sur, da lo mismo). Al final, no pasó a mayores. Meses después recordé el episodio y me dí cuenta de que el tipo era increíblemente parecido al ex policía santafesino, torturador, ladrón, corrupto y violador de chicas indefensas sometidas a vejámenes, Ramos. Ramos había sido condenado en 2009 y para la fecha supongo que gozaba de libertad condicional por razones humanitarias. No tiene nada que ver, pero en algún lado tenía que publicar este incidente, por las dudas.
En fin, hace un tiempo se me ocurre que me parezco a Forrest Gump, un Gump argentino. Cada cosa que pasa hoy en el país parece haberme tocado más o menos de cerca. O tal vez sea una especie de paranoia. Vaya a saber.
Esteban Cámara
Santa Fe, febrero de 2022