jueves, 23 de agosto de 2018

El brillo púrpura no es una aurora boreal




El extraño haz púrpura llamado Steve. A la derecha la aurora boreal. Fuente: LiveScience

A última hora de la noche del 25 de julio de 2016, un delgado río de luz violeta atravesó los cielos del norte de Canadá en un arco que parecía extenderse cientos de millas hacia el espacio. Fue un espectáculo magnífico, misterioso, al límite de lo milagroso, y el grupo de ciudadanos observadores del cielo que lo presenciaron decidió darle al fenómeno un nombre propiamente majestuoso: "Steve".
Dada su coincidencia con la aurora boreal, se pensaba que Steve era parte de la aurora boreal: esas hojas brillantes de color nocturno que aparecen en el cielo cuando las partículas de plasma cargadas salen del sol, navegan por el espacio con vientos solares y se precipitan hacia la Tierra sacudiendo el campo magnético cerca de los polos del planeta. Sin embargo, un nuevo estudio publicado hoy (20 de agosto) en la revista Geophysical Research Letters sugiere que la explicación no es tan simple.
Según investigadores de la Universidad de Calgary en Canadá y de la Universidad de California en Los Ángeles, Steve no contiene trazas de las partículas cargadas que 'estallan' en la atmósfera de la Tierra durante las auroras. Steve, por lo tanto, no es una aurora en absoluto, sino algo completamente diferente: un fenómeno misterioso, en gran parte inexplicado, que los investigadores han denominado un "resplandor del cielo".
Nuestra principal conclusión es que STEVE no es una aurora, dijo la autora principal del estudio Bea Gallardo-Lacourt, física espacial de la Universidad de Calgary en Alberta, Canadá, en un comunicado. "Así que ahora mismo, sabemos muy poco al respecto. Y eso es genial".

Hay algo acerca de STEVE
Para los fotógrafos y observadores de estrellas en los climas del norte, Steve ha sido un fenómeno nocturno familiar durante décadas. Pero las misteriosas cintas de luz solo ingresaron a la literatura científica por primera vez a principios de este año, gracias en gran medida a los esfuerzos de seguimiento de Steve coordinados por grupos de Facebook como Alberta Aurora Chasers. Escribiendo en la revista Science Advances en marzo, los investigadores (incluido Gallardo-Lacourt) decidieron mantener el nombre "Steve" como la nomenclatura oficial para el colorido fenómeno, pero lo cambiaron a un acrónimo que significa "Fuerte incremento de la velocidad de emisión térmica" (Strong Thermal Emission Velocity Enhancement") - alias STEVE.
En comparación con las auroras boreales, que tienden a brillar en amplias franjas de luz verde, azul o rojiza según su altitud, Steve es notablemente delgado, y suele aparecer como una sola cinta de luz purpúrea. Lo que le falta a esta cinta en grosor, lo compensa en longitud; a diferencia de las luces onduladas del norte, Steve parece apuñalar directamente el cielo nocturno, a menudo abarcando más de 600 millas (1,000 kilómetros) de altitud.
Este estudio descubrió que, a pesar de sus peculiaridades, Steve parecía verse y actuar como su primo más familiar, la aurora boreal. Cuando un satélite de la Agencia Espacial Europea pasó directamente a través de Steve en julio de 2016, los instrumentos a bordo confirmaron que un gas increíblemente rápido y ridículamente caliente estaba atravesando la atmósfera. A unas 200 millas (300 km) sobre la Tierra, el aire dentro de Steve resplandecía a unos 5.500 grados Fahrenheit (3.000 grados Celsius) más que el aire de cada lado, y se movía unas 500 veces más rápido. Esta banda de gas caliente y creciente tenía unas 16 millas (25 km) de ancho.
El 28 de marzo de 2018, Steve apareció de nuevo en los cielos del norte de Canadá, a la vista de los equipos de grabación basados ​​terrestres y espaciales. En el nuevo estudio de la Universidad de Calgary, Gallardo-Lacourt y sus colegas decidieron utilizar los datos registrados esa noche para investigar más a fondo los misteriosos orígenes de Steve.

Un misterio particular
Para su nuevo estudio, el equipo combinó imágenes tomadas por una red de cámaras terrestres con datos recopilados de uno de los satélites ambientales operacionales en órbita polar de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica, que estaban equipados con instrumentos capaces de detectar partículas cargadas que descendían a través de la Tierra. atmósfera.
Contrariamente a los hallazgos del estudio de Steve publicado a principios de este año, el satélite no detectó partículas cargadas que caen hacia las líneas de campo magnético de la Tierra, lo que indica que lo que creó Steve no siguió las mismas reglas que las partículas solares que crean la aurora.
Según los autores, eso significa que Steve probablemente no sea una característica de la aurora sino que en realidad es algo completamente diferente. ¿Qué podría ser ese algo? Según Gallardo-Lacourt, eso es "completamente desconocido". Pero, por el bien de mantener la conversación en marcha, ella y sus colegas calificaron a la misteriosa fuerza como "resplandor del cielo".
Basándonos en nuestros resultados, afirmamos que STEVE probablemente está relacionado con un proceso ionosférico, escribieron los investigadores en su estudio, refiriéndose al nivel de la atmósfera de la Tierra que se extiende entre 50 y 600 millas (80 a 1,000 km) sobre la superficie de la Tierra y debajo de su campo magnético. Se necesitarán más observaciones tomadas a diferentes niveles de la atmósfera para desentrañar completamente las causas de ese misterio de misterios: el bueno de Steve.

Fuente: LIVE SCIENCE.

domingo, 12 de agosto de 2018

Una isla de millones de kilómetros

Los argentinos pareciera que elegimos descubrir cada día, como eterna novedad, que el 'mundo exterior' es falso, engañoso o ni siquiera existe. Fervientemente.

Debatimos con obcecación e ignorancia cuestiones universales que en otras latitudes fueron resueltas y avanzaron hace mucho tiempo ya. Y más nunca volvieron atrás. No importa que precisamente en esas latitudes se dan los casos de mayor opulencia y/o inclusión.

Debatimos el aborto, la separación de la iglesia y del estado, el matrimonio igualitario y la identidad de género, por ejemplo, como si no hubiera ciencia, como si no hubiera existido nunca ni una Rusia, ni una Cuba, ni China, Canadá, Francia, Inglaterra, España o etcétera.

Subjetividades manipuladas y aisladas, ahistóricas y sincrónicas.

Sabemos más del bache en un barrio porteño o de un cuaderno inventado y voluntariamente perdido que del Darfur o de las islas de basura en el océano.

Somos, peor que insulares, ombliguistas, individualistas y anómicos.

Pero, sobre todo, a la mayoría le chupa un huevo el otro.





Esteban Cámara

Santa Fe, 12 de agosto de 2018