miércoles, 11 de abril de 2018

Ligas de superhèroes


En los últimos tiempos han aparecido muchas películas basadas en comics de superhéroes y cuando ocurren estos fenómenos de tema reiterativo siempre cabe la posibilidad de que haya detrás una interesante semiosis social o cultural. Podría citar Capitán América: Guerra Civil, la saga de los X-Men, La Liga de la Justicia, Los vengadores, etc.

Casi unánimemente se parte de uno o varios personajes con poderes extraordinarios. Me refiero a aquellas capacidades mágicas, que no existen en el mundo material. Es imprescindible aclarar que no se trata aquí, al menos en una abrumadora mayoría, de la exacerbación de habilidades humanas, como podrían ser la coordinación y velocidad mental y física de algún futbolista, o la extraordinaria memoria y capacidad de anticipación de escenarios que puede poseer algún legendario campeón de ajedrez, ni tampoco de la capacidad de levantamiento de peso de algún dedicado halterófilo. Estamos hablando de cosas que, de existir, excederían por mucho lo que pueden lograr los sujetos reales. De tal manera, esos personajes tienen una fuerza que cuadruplica la potencialidad  de personas reales de su misma contextura, o que pueden volar o anticipar el futuro o tienen una piel imposible de penetrar. O varias de ellas al mismo tiempo.

Estos superhumanos o superextraterrestres buenos, de los que casi invariablemente parte el relato, se suelen unir para enfrentar a otros con poderes similares, pero cuyo interés es asesinar, robar o dominar a la gente común.

Las personas comunes y corrientes, o sea reales, tienen casi siempre un desarrollo narrativo poco diferenciado y, aún intentando ayudar a los superhéroes, lo más frecuente es que terminen convirtiéndose en un obstáculo o impedimento para su efectiva defensa por parte de éstos. Suelen ser inefectivas, torpes, egoístas y miedosas y los pocos casos en los que esta regla no se cumple, tienden a ser fácilmente eliminadas de la ecuación por los supervillanos. Peor aún, en muchas ocasiones, esas personas valientes y/o valiosas son tomadas como rehenes y utilizadas en contra del ‘grupo de los buenos’. Las personas comunes tampoco atinan, en estos relatos, a organizarse y unir fuerzas en el objetivo su propia defensa. No es raro, incluso, que en momentos especialmente difíciles se vuelvan contra aquellos que tratan de defenderlos y terminen favoreciendo a los malos.

Este tipo de relatos, me parece a mí que representa un trasfondo histórico político aristocratizante y favorable a alguna clase de gobierno elitista. La élite, en definitiva, sería la única capaz de defender a las personas comunes de la maldad, la anarquía … y de sí mismas.

Trataba hace algunos momentos de recordar alguna obra de la cultura pop en donde exista un héroe colectivo, un grupo de gente común que, en base a valentía, voluntad y organización pudiera enfrentarse a los villanos y triunfar frente a los malos y poderosos. No obstante, fuera de obras algo añejas, como el western ‘A la hora señalada’, o el cómic ‘El eternauta’, no recuerdo muchos ejemplos y, sobre todo, ninguno cercano en el tiempo en donde un héroe terrenal convoca a una acción colectiva o, mejor aún, un colectivo de sujetos comunes, amenazado por fuerzas o fenómenos malignos, que poco a poco vaya tomando consciencia de que su destino está en sus manos y actúe sinérgicamente para salvarse del peligro o, tanto mejor, obtenga un triunfo que lo promocione en lo económico, o cultural o en su nivel de bienestar.

Un par de ejemplos interesantes que podrían configurar el raro caso de ‘excepción que confirma la regla’ son Iron Man o Batman, que siendo individuos biológicamente comunes consiguen, en base a su excepcional riqueza, disponer de herramientas que los acercan al desempeño de sujetos mágicos.

Incluso parecen haber caído en desgracia personajes extraordinarios con un base un poco más realista, personas comunes intervenidas por la biónica, como el hombre nuclear o su homóloga femenina.

Incluso se ha verificado en éste campo en los últimos tiempos un fenómeno paralelo a la enorme concentración económica a beneficio de corporaciones que oligopolizan la produccción de alimentos, bebidas o energía, o la prestación de servicios de comunicación, por mencionar sólo a algunos, cual fue la consolidación de dos grandes grupos de superhéroes de comic: Marvel (IronMan, Capitán América, Spiderman, Jessica Jones, Luke Cage, etc.) y DC Comics (Batman, Flash, Superman, etc.).

Los relatos de superhéroes no se desmarcan, en definitiva, del relato predominante en estas últimas décadas, relatos elitistas o individualistas de superación que, cuando toman como eje a alguna persona socialmente desfavorecida, la única alternativa que muestra es la aceptación de las reglas del juego (sufrir y aguantar) para al final terminar triunfando sin resquebrajar, sino ¡todo lo contrario!, el tejido de la situación. Un ejemplo perfecto de esto es la película En busca de la felicidad (The pursuit of happyness), EEUU 2006 en donde una persona en bancarrota consigue, luego de soportar condiciones de virtual esclavitud y en base a capacidad y trabajo (sufrir y aguantar), llegar al éxito material.

Una refrescante digresión en esta modalidad lo configuran las obras literarias o audiovisuales agrupadas como ‘Una serie de eventos desafortunados’, de Daniel Handler, en donde un grupo de hermanitos huérfanos (seguramente no encontraremos nadie más desprotegido y capaz de simbolizar a los excluídos que un niño huérfano) se defiende de los malos en base a conocimiento (Klaus), inventiva (Violet) y, sobre todo, un espíritu indomable. Nada supernaturial, con una única posible excepción dada por la sorprendente bebé Sunny, con mandíbula que doblega el acero, pero esta discontinuidad es sólo un soplo de frescura entre tanta maldad e infortunio. Ya haré una semiosis de esta serie.

Déjenme aclarar que no busco criticar a quienes gustan de la temática de superhéroes, ni siquiera a que tales películas se produzcan: simplemente me hace ruido que, precisamente en estos tiempos, el dominio de este tipo de relatos en las carteleras parece ser casi absoluto y hayan desaparecido por completo las épicas de grupos de gente común y corriente que se aglutina y consigue un éxito magnífico, como lo fue la caída de la aristocracia en Francia 1789 o la derrota de los nazis en Rusia en 1942/45.

Pareciera que el sistema cultural hegemónico quisiera aplastar y sofocar por todos los medios cualquier intento de conciencia colectiva que pueda amenazar el actual statu quo en el cual, poco a poco, individuos o supercorporaciones van apoderándose, como nunca antes en la historia de la humanidad, de todos los recursos y los medios de producción disponibles.

Estas, las corporaciones globales, son los villanos de la pelìcula de nuestros tiempos. Y contra ellas, sólo nos podremos defender mediante una épica colectiva. Y bien real.





Esteban Cámara
Santa Fe, 10 de abril de 2018


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