En los últimos
tiempos han aparecido muchas películas basadas en comics de
superhéroes y cuando ocurren estos fenómenos de tema reiterativo
siempre cabe la posibilidad de que haya detrás una interesante
semiosis social o cultural. Podría citar Capitán América: Guerra
Civil, la saga de los X-Men, La Liga de la Justicia, Los vengadores,
etc.
Casi unánimemente
se parte de uno o varios personajes con poderes extraordinarios. Me
refiero a aquellas capacidades mágicas, que no existen en el mundo
material. Es imprescindible aclarar que no se trata aquí, al menos
en una abrumadora mayoría, de la exacerbación de habilidades
humanas, como podrían ser la coordinación y velocidad mental y
física de algún futbolista, o la extraordinaria memoria y capacidad
de anticipación de escenarios que puede poseer algún legendario
campeón de ajedrez, ni tampoco de la capacidad de levantamiento de
peso de algún dedicado halterófilo. Estamos hablando de cosas que,
de existir, excederían por mucho lo que pueden lograr los sujetos
reales. De tal manera, esos personajes tienen una fuerza que
cuadruplica la potencialidad de personas reales de su misma contextura, o
que pueden volar o anticipar el futuro o tienen una piel imposible de
penetrar. O varias de ellas al mismo tiempo.
Estos superhumanos o
superextraterrestres buenos, de los que casi invariablemente parte el
relato, se suelen unir para enfrentar a otros con poderes similares,
pero cuyo interés es asesinar, robar o dominar a la gente común.
Las personas comunes
y corrientes, o sea reales, tienen casi siempre un desarrollo
narrativo poco diferenciado y, aún intentando ayudar a los
superhéroes, lo más frecuente es que terminen convirtiéndose en un
obstáculo o impedimento para su efectiva defensa por parte de éstos.
Suelen ser inefectivas, torpes, egoístas y miedosas y los pocos
casos en los que esta regla no se cumple, tienden a ser fácilmente
eliminadas de la ecuación por los supervillanos. Peor aún, en
muchas ocasiones, esas personas valientes y/o valiosas son tomadas
como rehenes y utilizadas en contra del ‘grupo de los buenos’.
Las personas comunes tampoco atinan, en estos relatos, a organizarse
y unir fuerzas en el objetivo su propia defensa. No es raro, incluso,
que en momentos especialmente difíciles se vuelvan contra aquellos
que tratan de defenderlos y terminen favoreciendo a los malos.
Este tipo de
relatos, me parece a mí que representa un trasfondo histórico
político aristocratizante y favorable a alguna clase de gobierno
elitista. La élite, en definitiva, sería la única capaz de
defender a las personas comunes de la maldad, la anarquía … y de
sí mismas.
Trataba hace algunos
momentos de recordar alguna obra de la cultura pop en donde exista un
héroe colectivo, un grupo de gente común que, en base a valentía,
voluntad y organización pudiera enfrentarse a los villanos y
triunfar frente a los malos y poderosos. No obstante, fuera de obras
algo añejas, como el western ‘A la hora señalada’, o el cómic
‘El eternauta’, no recuerdo muchos ejemplos y, sobre todo,
ninguno cercano en el tiempo en donde un héroe terrenal convoca a
una acción colectiva o, mejor aún, un colectivo de sujetos comunes,
amenazado por fuerzas o fenómenos malignos, que poco a poco vaya
tomando consciencia de que su destino está en sus manos y actúe
sinérgicamente para salvarse del peligro o, tanto mejor, obtenga un
triunfo que lo promocione en lo económico, o cultural o en su nivel
de bienestar.
Un par de ejemplos
interesantes que podrían configurar el raro caso de ‘excepción
que confirma la regla’ son Iron Man o Batman, que siendo individuos
biológicamente comunes consiguen, en base a su excepcional riqueza,
disponer de herramientas que los acercan al desempeño de sujetos
mágicos.
Incluso parecen
haber caído en desgracia personajes extraordinarios con un base un
poco más realista, personas comunes intervenidas por la biónica, como el hombre nuclear o su homóloga femenina.
Incluso se ha
verificado en éste campo en los últimos tiempos un fenómeno
paralelo a la enorme concentración económica a beneficio de
corporaciones que oligopolizan la produccción de alimentos, bebidas
o energía, o la prestación de servicios de comunicación, por
mencionar sólo a algunos, cual fue la consolidación de dos grandes
grupos de superhéroes de comic: Marvel (IronMan, Capitán América,
Spiderman, Jessica Jones, Luke Cage, etc.) y DC Comics (Batman,
Flash, Superman, etc.).
Los relatos de
superhéroes no se desmarcan, en definitiva, del relato predominante
en estas últimas décadas, relatos elitistas o individualistas de
superación que, cuando toman como eje a alguna persona socialmente
desfavorecida, la única alternativa que muestra es la aceptación de
las reglas del juego (sufrir y aguantar) para al final terminar
triunfando sin resquebrajar, sino ¡todo lo contrario!, el tejido de
la situación. Un ejemplo perfecto de esto es la película En busca
de la felicidad (The pursuit of happyness), EEUU 2006 en donde una
persona en bancarrota consigue, luego de soportar condiciones de
virtual esclavitud y en base a capacidad y trabajo (sufrir y
aguantar), llegar al éxito material.
Una refrescante
digresión en esta modalidad lo configuran las obras literarias o
audiovisuales agrupadas como ‘Una serie de eventos
desafortunados’, de Daniel Handler, en donde un grupo de hermanitos
huérfanos (seguramente no encontraremos nadie más desprotegido y
capaz de simbolizar a los excluídos que un niño huérfano) se defiende de los malos en
base a conocimiento (Klaus), inventiva (Violet) y, sobre todo, un
espíritu indomable. Nada supernaturial, con una única posible
excepción dada por la sorprendente bebé Sunny, con mandíbula que
doblega el acero, pero esta discontinuidad es sólo un soplo de
frescura entre tanta maldad e infortunio. Ya haré una semiosis de
esta serie.
Déjenme aclarar que
no busco criticar a quienes gustan de la temática de superhéroes,
ni siquiera a que tales películas se produzcan: simplemente me hace
ruido que, precisamente en estos tiempos, el dominio de este tipo de
relatos en las carteleras parece ser casi absoluto y hayan
desaparecido por completo las épicas de grupos de gente común y
corriente que se aglutina y consigue un éxito magnífico, como lo
fue la caída de la aristocracia en Francia 1789 o la derrota de los
nazis en Rusia en 1942/45.
Pareciera que el
sistema cultural hegemónico quisiera aplastar y sofocar por todos
los medios cualquier intento de conciencia colectiva que pueda
amenazar el actual statu quo en el cual, poco a poco, individuos o
supercorporaciones van apoderándose, como nunca antes en la historia
de la humanidad, de todos los recursos y los medios de producción
disponibles.
Estas, las corporaciones globales, son los villanos de la pelìcula de nuestros tiempos. Y contra ellas, sólo nos podremos defender mediante una épica colectiva. Y bien real.
Esteban Cámara
Santa Fe, 10 de abril de 2018
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