Leí el libro de José María Arguedas (Los ríos profundos) allá por mis lejanos 21 años, creo, el mismo año de una maratón de letras al tiempo que cursaba el tercer año de Bioquímica.
Me dejó una huella imborrable. Tanta maestría literaria, tanto río tan hondo como la mejor escritura latinoamericana, al borde del precipicio, precipicio peruano, andino. Recuerdo que el protagonista caminaba al borde de los desfiladeros de los andes, amenazados por el bullicio de ríos turbulentos guiado sabiamente por su padre, en ese estilo de exponer cuidando de los buenos padres originarios (aún aquellos de ojos azules). Creo que fue particularmente impactante para mí por mi orfandad, al menos orfandad de un padre así, que camine y proteja de los muchos peligros desde la tiniebla de las primeras sangres americanas.
"Mi padre llegó en ese instante a la esquina. Oyó mi voz y avanzó por la calle angosta.
— El Viejo ha clamado y me ha pedido perdón —dijo.— Pero sé que es un cocodrilo. Nos iremos mañana. Dice que todas las habitaciones del primer patio están llenas de muebles, de costales y de cachivaches; que ha hecho bajar para mí la gran cuja de su padre. Son cuentos. Pero yo soy cristiano, y tendremos que oír misa, al amanecer, con el Viejo, en la catedral. Nos iremos en seguida. No veníamos al Cuzco; estamos de paso a Abancay. Seguiremos viaje. Este es el palacio de Inca Roca. La Plaza de Armas está cerca. Vamos despacio. Iremos también a ver el templo de Acllahuasi. El Cuzco está igual. Siguen orinando aquí los borrachos y los transeúntes. Más tarde habrá aquí otras fetideces... Mejor es el recuerdo. Vamos.
—Dejemos que el Viejo se condene —le dije—. ¿Alguien vive en este palacio de Inca Roca?
—Desde la Conquista.
—¿Viven?
—¿No has visto los balcones?
La construcción colonial, suspendida sobre la muralla, tenía la apariencia de un segundo piso. Me había olvidado de ella. En la calle angosta, la pared española, blanqueada, no parecía servir sino para dar luz al muro.
—Papá —le dije—. Cada piedra habla. Esperemos un instante.
—No oiremos nada. No es que hablan. Estás confundido. Se trasladan a tu mente y desde allí te inquietan.
—Cada piedra es diferente. No están cortadas. Se están moviendo.
Me tomó del brazo.
—Dan la impresión de moverse porque son desiguales, más que las piedras de los campos. Es que los incas convertían en barro la piedra. Te lo dije muchas veces.
—Papá, parece que caminan, que se revuelven, y están quietas.
Abracé a mi padre. Apoyándome en su pecho contemplé nuevamente el muro." De Los ríos profundos, de José María Arguedas, escritor despreciado por Cortázar.
Al libro creo que lo conseguí en una mesa de saldos, entre algunas basuras y otros muchos tesoros despreciados por la incultura social.
A decir verdad, agradezco a Cortázar, inicialmente gorila y cosmopolita al estilo pequeñoburgués, sus libros, pero sobre todo el cariz final de su trayectoria, guevarista y procubana. No es mi intención desmerecerlo, al contrario, simplemente era un hombre y como tal no podía dejar de tener sus errores y devaneos. Claramente, creo que si no gustó en particular de Los ríos profundos es una pena, por él.
Pero bueno, "Tal vez pretendamos lo mismo", dijo Arguedas, también.
Amo la hechura y los ecos añejísimos de Los ríos profundos, me parece un texto muy superior a cualquiera que hayan escrito Borges, Cortázar y muchos más. Pero bueno, es tal vez sólo mi herencia originaria, que bulle en el particular puk-tik' yawar k'ocha de mi corazón.
Sobre la polémica Cortázar Arguedas la fuente es la nota de Mario Goloboff en Página 12 sobre Cortázar y su polémica con Arguedas. http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-258707-2014-10-30.html
Los ríos profundos (libro) se puede bajar de: http://www.bibliotecayacucho.gob.ve/fba/index.php?id=97&backPID=103&begin_at=32&tt_products=38
Nota: como detalla Arguedas (escritor y etnógrafo) en Los ríos profundos, puk-tik' yawar k'ocha quiere decir lago de sangre que hierve.
Esteban Cámara