jueves, 19 de diciembre de 2013

De amores malogrados


Quiero, a la sombra de un ala,
contar este cuento en flor:
la niña de Guatemala,
la que se murió de amor.

Eran de lirios los ramos;
y las orlas de reseda
y de jazmín; la enterramos
en una caja de seda...

Ella dio al desmemoriado
una almohadilla de olor;
él volvió, volvió casado;
ella se murió de amor.

Iban cargándola en andas
obispos y embajadores;
detrás iba el pueblo en tandas,
todo cargado de flores...

Ella, por volverlo a ver,
salió a verlo al mirador;
él volvió con su mujer,
ella se murió de amor.

Como de bronce candente,
al beso de despedida,
era su frente -¡la frente
que más he amado en mi vida!...

Se entró de tarde en el río,
la sacó muerta el doctor;
dicen que murió de frío,
yo sé que murió de amor.

Allí, en la bóveda helada,
la pusieron en dos bancos:
besé su mano afilada,
besé sus zapatos blancos.

Callado, al oscurecer,
me llamó el enterrador;
nunca más he vuelto a ver
a la que murió de amor.

José Martí


La niña de Guatemala - Poemas de José Martí http://www.poemas-del-alma.com/jose-marti-la-ninia-de-guatemala.htm#ixzz2nva1hEQL

Cuánta delicadeza en estos versos románticos (en todo sentido), escritos por aquel que volvió casado y partió el corazón de esa niña tan dulce. Él, el mártir, el héroe, el independizador, el orador, el filósofo, el poeta cubano, jamás le mintió sobre su compromiso. No sabemos a cuánta intensidad llegó la relación entre el poeta y esa dulce niña guatemalteca de buena familia, de 17 años, pero sí sabemos, de su puño y letra, que él jamás la engañó respecto de su compromiso.


Escribe José María Izaguirre, compatriota y protector de Martí en Guatemala (adonde había llegado luego de cárcel y exilio por su ímpetu independentista) sobre María, la niña: "Era alta, esbelta y airosa: su cabello negro como el ébano, abundante, crespo y suave como la seda; su rostro, sin ser soberanamente bello, era dulce y simpático; sus ojos profundamente negros y melancólicos, velados por pestañas largas y crespas, revelaban una exquisita sensibilidad. Su voz era apacible y armoniosa, y sus maneras tan afables, que no era posible tratarla sin amarla. Tocaba el piano admirablemente, y cuando su mano resbalaba con cierto abandono por el teclado sabía sacar de él notas que parecían salir de su alma y que pasaban a impresionar el alma de sus oyentes...", "...desde que Martí frecuentaba la casa, se notó en ella cierta tristeza que nadie se explicaba, así como el silencio en que se encerraba delante de él. Era evidente que algo pasaba en su interior; pero ese algo nadie se lo explicaba y quizás ella misma ignoraba la causa...".


Martí había llegado a Guatemala desde México en donde se había comprometido con Carmen Zayas Bazán, también cubana pero con escasa adhesión independentista y casi nula tolerancia para con la militancia de José.


Sabemos que el poeta, el héroe, nunca le ocultó su compromiso y ella lo aceptó con la paciencia y la comprensión que sólo da el amor verdadero, aquel que defeccionaba en otra. Una vez titularizado en el cargo docente que le consiguió su protector volvió a México y se caso con la prometida para luego retornar a Guatemala.


Hace seis días que llegaste a Guatemala, y no has venido a verme. ¿Por qué eludes tu visita? Yo no tengo resentimiento contigo, porque tú siempre me hablaste con sinceridad respecto a tu situación moral de compromiso de matrimonio con la señorita Zayas Bazán. Te suplico que vengas pronto, Tu niña.”, escribió María, hija de un ex presidente y general guatemalteco. Paciencia y amor: ella sólo aspiraba a verlo. Él, en su rectitud, eludió verla, seguramente por respeto a su reciente esposa.

Ella "Se entró de tarde en el río,/la sacó muerta el doctor;/dicen que murió de frío,/yo sé que murió de amor.

Años después su esposa, calificada como caprichosa y egoísta por algunos contemporáneos, lo abandonó, denunciándolo incluso ante la embajada española.

El, realmente amó a aquella niña tan dulce, tal vez idealizando al momento de escribir el poema, 14 años después, en la reciente separación de Carmen: "era su frente -¡la frente/que más he amado en mi vida!...". Más maduro y doliente en su fracaso, ahí entendió el universo único que había perdido. Jamás volvería a amar, poco después se inmolaría buscando la independencia de su patria.

Vemos en esta narración el fuerte y recto carácter moral de José Martí, tal vez erróneo en responder a la palabra asumida y postergar un amor tan dulce, tan puro ... pero sin dudas renunciante, priorizando la palabra empeñada.

Lo que me interesa por sobre todo es resaltar aquel amor tan puro, comprensivo y paciente, de esa niña. Ella sólo quería verlo y el no verlo, la mató ("Ella, por volverlo a ver, salió a verlo al mirador; él volvió con su mujer, ella se murió de amor."). Cada amor es único, irrepetible y precioso. Ese amor era una delicada flor perdida, arrojada sobre la árida roca.

Doblemente, murió la niña ... y murió su amor.




Fuente: Mario Goloboff, La niña de Guatemala, Página 12, contratapa, 19/12/2013





Esteban Cámara
Santa Fe, 19/12/2013

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