sábado, 14 de septiembre de 2013

Diagnósticos e ideología: Inflación

Originalmente publicado en Facebook el 27 de octubre de 2011 a la(s) 12:51. Sigue siendo actual.

Hay una determinante obvia: el diagnóstico que se hace de un problema y sus causas depende del sistema de ideas que ostenta el diagnosticador.

Si nos referimos a la economía argentina, ciertos sectores hacen eje en la inflación como problema fundacional de la economía.

La inflación argentina implica cerca de un 15% anual si tomamos un conjunto de precios de bienes y servicios en series a largo plazo. Estos niveles están lejos de la hiperinflación, la que se define como una inflación con tendencia al desequilibrio, a la aceleración. Uno de los primeros estudiosos de la hiperinflación, Phillip Cagan, la definió como una inflación superior al 50% MENSUAL.

Un dato importante de la inflación es que cualquier proceso de drástica expansión del producto bruto (crecimiento) está indisolublemente ligado a inflación moderada.

A su vez, Joseph Stiglitz (Premio Nobel de Economía 2001) explicaba recientemente que frecuentemente el alto nivel de los precios de las commodities (por ejemplo, carne, leche, soja y otros granos) origina inflación “importada” en los países productores.

Por todas estas razones creemos que la inflación argentina no es un problema que deba centralizarse.

Pero el principal problema de exacerbar la problematización de una inflación leve o moderada es que las recetas para abordarla son claramente recesivas y pasan por el “enfriamiento de la economía” y el ajuste. Estas medidas, tales como devaluación de la moneda, ajuste fiscal, baja de salarios, apertura de la economía, endeudamiento externo, entre otras, y que son reclamadas por los políticos de matriz neoliberal, es obvio que van a significar desocupación y miseria. Ya vivimos un ciclo como ése en la convertibilidad que desembocó en una recesión nunca antes vista con tasas de pobreza del orden del 60% y desocupación lindante con el 30%.

Tampoco han sido eficaces en nuestro país las políticas de otro cuño como el control de precios y los acuerdos con sectores empresarios.

No pretendo en este escrito, como seguramente van a querer leer algunos, expresar que la inflación no es un problema. Sólo quiero advertir sobre las intenciones e ideología de aquellos que exageran su problematización.

No nos equivoquemos, los exégetas de la lucha contra la inflación provienen inequívocamente del neoliberalismo (más allá de que se digan progresistas) y pretenden llevarnos por caminos que ya nos han conducido al fracaso, las crisis profundas, los saqueos, la desocupación y la miseria.



Esteban Cámara

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