domingo, 31 de marzo de 2013

Los ladrones del Poblenou

Aquel sábado de noviembre de 2007, otoño en el hemisferio norte, había viajado a Barcelona desde Madrid en una siesta bastante calurosa. El vuelo de RyanAir (¡la más low cost del mundo!) llegó a Girona y me tomé un colectivo para cubrir los 100 km hasta Barcelona.

La primera impresión no fue buena, el bus me había dejado en la vieja estación Nord, bastante alejada de Sants donde estaba mi hotel y lo que parecía predominar a la vista eran construcciones en curso, casas comunes y polvo.

No sin cierto sobresalto, nadie parecía conocer la calle Melcior de Palau, llegué al Hostel y me bañé para volver a salir, desesperado por conocer la rambla y volver a mi gran amor, el mar. Bueno, las ramblas no eran lo que yo hubiera esperado (avenidas costeras) y ya se hacía de noche, así que no valía la pena llegar hasta el mar. Al otro día fui al Port Vell, al mar y me empecé a sentir más cómodo en Barcelona. El lunes hice el City Tour, ya casi enamorado de la ciudad condal, lloré porque sí al tocar un muro interior de la Sagrada Familia y caminé extasiado por Parque Güell.

Dejé para el martes mi esperado contacto íntimo y sacro con el Mediterráneo, el primero de mi vida. Tomé el Metro y bajé en la estación Llacuna, en un barrio de talleres y casas modestas. A unas pocas cuadras de caminata llegué al mar, me calcé los auriculares y largué la lista de los Redonditos de Ricota mientras caminaba por la arena de las playas Marbella y Nova Marbella. Ese día pensaba hacer "el gasto" en restaurant, el único que me iba a permitir en el viaje sin reparar en costos. ¡Y a orillas del Mediterráneo!

Cuando empecé a sentir la típica acometida del hambre fui al chiringuito más cercano, Escribá. Pedí un aperitivo de mariscos (torrejas de gambas) y, como principal, las "Langostitas con cebollas caramelizadas" y una gaseosa de naranja. El aperitivo resultó magro y desabrido, pero las langostitas resultaron ser unos putos langostinos, 4 para ser más exactos y con menos carne que el dedo de un cuis. Ah, la gaseosa .. qué terribles hijos de puta: ¡60 cm3! ¡No daba ni para un trago! 

Llamo a la moza y le pregunto: ¿Éstas son las langostitas? Puez claro, aduce medio insolente. No, le digo yo, éstos son simples langostinos y unos de los más famélicos que yo haya visto en mi vida, que vinieron a dar con sus restos sobre un tercio de micro cebolla mal caramelizada. Puez no, que ezto y que aquello, porfiaba la tipa. Puez aquí lez dezimos langoztitas, berreaba y no sé que más, Sí, pensaba mientras tanto, y yo a mi verga le digo 'Máximo', pero a vos qué te importa.

-La cuenta, la interrumpí. Pagué y me fui sin darle propina. Que ladrones hijos de puta: Fue la comida más cara y magra de todo el viaje. Pensar que comía completos y sustaciosos kebabs a un décimo de ese costo cerca de la gare du nord en París y con una lata de bebida cinco veces más grande. O en el restoran hindu familiar no muy lejos de allí donde comi entrada, plato principal, guarnición y postre por menos de un cuarto del costo del mugroso Escribá.

Me alejé de allí indignado y con hambre y me metí para adentro buscando un simple bar de pueblo donde comer un bocata de atún o de tortilla. La cosa no era fácil, cruzar la avenida litoral es casi imposible fuera de los pasos peatonales sobreelevados. Una vez hecho esto fui hacia el norte del Poblenou pero no me pareció que me acercara a lo que buscaba. En eso me para un tipo morocho, corpulento y alto que me pide en inglés que lo ayude a encontrar la estación frnacia de trenes. Yo le dije que era turista y que no lo podía ayudar y lo dejé pagando, aunque quedé con un cierto sentimiento de culpa. Di un par de vueltas antes de volver para el sur y me lo volvi a encontrar. Me volvió a pedir ayuda (primer indicio de problemas, cuando uno se cruza en esas circunstancias con otro turista no le vuelve a preguntar) y yo pensé que era medio boludo. Esta vez me paré a ayudarlo y mientras miraba el mapa me acerqué a la esquina para ver esos horribles carteles de mármol con letras presuntamente medievales tan difíciles de leer. Tenés que ser mago para poder leerlos desde un auto en movimiento.

En eso se me vienen encima dos tipos medio mal vestidos, tambien morochos, no parecían catalanes para nada y me dicen: ¡Policía de Barcelona! mostrando una diz que credencial de cartón que tranquilamente podría haber hecho una hija mía jugando. Me piden el pasaporte y se los doy. Lo mismo al otro tipo, que dice ser italiano. Entonces empiezan a acusarnos de que cambiábamos dólares. Yo les decía, no muy convencido de que fueran policías, que estaba tratando de encontrar la estación Francia en el mapa.

En un momento dicen: ¡A ver las billeteras! y el otro tipo se la da. Yo lo miro con asombro, con cara de 'no podés ser tan pelotudo' y me doy cuenta de que es un cómplice, Los miro sonriente y les digo casi entre risas: A la billetera no te la doy, casi como un reproche pícaro. Estuve a punto de decirles, a modo de explicación: "Soy Argentino", experto en ese tipo de avivadas como la que elos intentaban. Pensé que me iban a cagar a trompadas entre los tres, dos de ellos muy corpulentos y me iban a robar igual. Yo tenía toda la plata encima, unos mil trescientos euros, aunque el 90% en un cinturón oculto sobre el torax.

Pero para mi sorpresa me dicen: "Está bien, vaya" (¿?), cosa que hago inmediatamente, Tal vez me salvó que era pleno día y estábamos en una avenida abierta o tal vez fueran los ladrones mas ingenuos del mundo, no sé. Justo a la vista del lugar del intento de robo, a menos de 100 metros, veo un barcito del tipo que estaba buscando y me meto. Mientras comía mi bocata de atún, por supuesto con pantomaca, miraba por la ventana pero habian desaparecido los tres.

A los ladrones del Poblenou nunca más los ví. Ni a los falsos policías, los ingenuos, ni a los del chiringuito Escribá, los más hijos de puta. 

Si vuelvo a Barcelona, pasaré a escupirlos. Promesa.        




Esteban Cámara

sábado, 30 de marzo de 2013

Culorroti, adalid de la prensa

La Farmacia

Al volver de un viaje a Rosario, debido a mis funciones, me llaman de una radio y me preguntan si yo había clausurado una farmacia. Estaba cansado, hacia calor y era un viernes. Sin decirles ni si ni no les dije que el lunes me llamen de nuevo, que les iba a informar. No tenía ni la menor idea.

El lunes a primera hora llamé a la encargada de la inspección de farmacias y me informó que ante un llamado del colegio de profesionales respecto de medicamentos (anticonceptivos) con una etiqueta "Uso oficial" que habían sido comprados en una farmacia cercana a un gran hospital, habían decidido inspeccionarla y habían encontrado los medicamentos con aquel rótulo. La farmacia había sido clausurada por una semana, se había iniciado un sumario y se sabía que la droguería que el farmacéutico aducía le había vendido los fármacos estaba radicada en otra provincia. Esto era un problema porque implicaba gestiones muy indirectas y tiempos demasiado extendidos.

Cuando me llamaron de la radio les dije todo, sólo cambié el motivo de la inspección, porque el farmacéutico podía argumentar que lo estábamos persiguiendo y dije que era una inspección de rutina y que habíamos encontrado medicamentos con un rótulo que no correspondía con la comercialización. Por ende, el expendio de medicamentos fue clausurada.

Los del programa me presionaron todo lo que pudieron para que dijera que la inspección se había motivado en la denuncia que ellos estaban propalando. Incluso habían inventado todo un cuentito de que los fármacos habían sido robados en el hospital cercano a la farmacia. Averigüamos en el hospital y no había faltantes, además de que la leyenda que habían hecho estampar en los anticonceptivos era otra, diferente de la de los irregularmente expendidos  

Mientras se pedía a la provincia vecina que se investigara a la droguería vendedora para ver si los fármacos realmente habían sido vendidos por ellos y, en tal caso, si eran legales o provenían de alguna vía ilegal, el programa de radio de marras, conducido por un tal Culorroti me fusilaba sin piedad, sugiriendo que protegía un ilícito o bien que era un inútil. Esto tenía a mal traer a los idiotas de mis jefes, siempre tan sensibles a los medios mafiosos y a las presiones de los poderosos. Querían que fuera a la droguería de la otra provincia ilegalmente pasándome por el culo el principio de federalismo. Yo trataba de explicarles que los laboratorios fabrican medicamento de más ante una licitación, por la posibilidad de que el estado les compre un 20% más de lo licitado. Cuando eso no sucede deben rehacer los blisters, pero a veces el laboratorio incumple eso y los vende a alguna droguería poco cuidadosa y llega a parar al comercio. Igualmente es una infracción, pero menor.

Durante cerca de un mes, o más, Culorroti se ensañaba conmigo y mis preclaros superiores flameaban como una vela en el viento. Parecía imporatarles más esta presión que el hecho de hacer las cosas bien. Sabíamos por el dueño de la farmacia que el "periodista" lo chantajeaba para que anuncie en su programa. El  que yo dijera que la inspección había sido motivada por su denuncia era consustancial al chantaje. ¿Se entiende el interés y la insistencia en que yo reconozca el protagonismo del programa en el tema?

A mí me llamaba la atención que el resto del periodismo santafesino no se plegara al castigo hacia mí pero, claro, se ve que conocían a su colega y su particular negocio.

Los palazos continuaron hasta un jueves. El viernes se empezó a escuchar la publicidad de la farmacia durante el programa y el acoso terminó.

Pocos días después recibimos de la provincia vecina el informe con la factura del laboratorio hacia la drogueria y verificamos que la historia del dueño de la farmacia era verdadera. Era tal cual yo le decía al idiota del Ministro y al Subsecretario. 
 
Los presidentes de comuna, 

Unos años antes de aquel incidente, trabajando en el tema Comunas (entes de gobierno de nivel local con poblaciones de menos de 10.000 habitantes), muchos presidentes de comisión comunal nos contaban que recibían chantajes de "periodistas" para que anuncien en sus programas. De no hacerlo, las críticas eran terribles.

Recuerdo un caso muy jocoso de comuna, llamémosla por caso "Salix Añoso", que pasó, segun la linea editorial del programa, de ser el quinto infierno a ser un paraíso ideal para el turismo, el descanso y la instalación de casas de fin de semana. ¡Y fue de un día para otro!

Uno de los periodistas implicados en estos chantajes era un rubiecito de apellido alemán y cara de inocente, que hace rato que no lo veo. El otro era nuestro conocido Culorroti.


Corolario:


Hace uno años, mi hijo liberal me oponía, a mis elogios a Cuba: "¡Pero en Cuba no hay libertad de prensa!" Casi indignado me lo decía.

En Cuba puede que no haya libertad de empresa periodística, pero sin duda que lo que no hay es desnutricion infantil, todos los niños tienen atención medica y educación adecuada y pueden llegar a la universidad. Tienen mucho más que nosotros en ese sentido. Más que los yanquis incluso.

En Cuba no están los medios de comunicacion de Murdoch o Magnetto o de otros multimillonarios por el estilo. Y eso es bueno.

Teniendo aquello en cuenta, me cago en la libertad de prensa, sobre todo en la de Culorroti.




 

Esteban Cámara
Santa Fe, 30 de marzo de 2013

domingo, 24 de marzo de 2013

37 años

Acostumbro escribir algo los 24 de marzo, aniversario de una de las tragedias más poderosas de nuestra Argentina. Hoy debemos valorar que hay 400 represores tras las rejas y algunos tantos otros libres por ahí, haciéndose los bobos, pero en cualquier momento los encontramos. Esto se debe a la lucha implacable de las madres y abuelas de plaza de mayo, de tantos otros organismos de DDHH, de ex detenidos, ex perseguidos exiliados, familiares y de simples particulares como yo (que a su vez caigo en un par de las categorías auxiliares) y a la voluntad y la energía inclaudicable de este gobierno que nunca bajó los brazos a pesar de las contínuas jugarretas y leguleyadas del establishment socio de la dictadura y sus personeros enquistados en la justicia.

En años anteriores escribí "El negro Martín", memoria y homenaje a la militancia de los '70. El negro, Luis Alberto Vuistaz dirigente de la JP de Salta, estuvo viviendo en mi casa, refugiado cuando las balas le pegaban cerca, en 1975-76. Supo darme un consejo que me resultó vital, que me enseñó a no hablar tanto de lo que haría o quería hacer, sino simplemente a hacerlo. Creo haber sido merecedor de aquellas palabras, mi guitarra y mi militancia en todos los frentes, casi histéricamente celosa de mis valores, pueden atestiguarlo.

También inspirado en un 24 de marzo publiqué en este blog "El juego de la escondida en 1977" en donde recordaba un jocoso (aunque tal vez también peligroso) momento de aquel año de riesgos y persecuciones con una impronta de ingenuidad infantil en un marco de terror en ciernes.

Más allá en el tiempo escribí sobre mamá, la Coca, y sobre mi hermana que estuvo desaparecida y luego detenida por casi cinco años, relatando aquellos momentos de terror con la acometida de un hacha filosa sobre nuestras cándidas ilusiones. Ah, ahí lo encontré, ya fue publicado en facebook en el 2011, así que ahí va.


23 de marzo de 1977



Esa tarde de marzo estábamos en el departamento que habitábamos en el edificio en la ciudad de Santa Fe, con mamá y mi hermano Guillermo. Mi hermana Ana María había salido a la siesta o primera hora de la tarde, creo que a visitar a mi padre, quién residía a unos 3 kilómetros de nuestro domicilio desde la separación del matrimonio.



El clima estaba húmedo y caluroso y el cielo despejado.



Yo estudiaba en 5to. año de la secundaria, Colegio Nacional y mi hermana estaba cursando Filosofía en la Universidad Católica de Santa Fe y militaba en la Juventud Universitaria Peronista, Guillermo estudiaba en la UNL y trabajaba en el túnel subfluvial. Tanto Guillermo como yo habíamos militado en el FIP hasta que con la dictadura nos llamamos a jardines de invierno.



A eso de las 6 o 6.30 de la tarde, mamá atendió una llamada telefónica de la madre de una compañera de facultad y militancia de Ana, desesperada porque desconocidos habían secuestrado de su casa a su hija, la que también había militado en la misma organización.

En vista de la situación del país, comprendimos que era necesario avisar a Ana. Para ello, si bien suponíamos que estaría por regresar a casa, llamamos a la casa de nuestro padre pero Ana ya había partido.

Mamá, muy nerviosa, incluso bajó a esperarla en la parada de colectivo y advertirle pero, como ella no llegaba volvió a subir, supongo que para intentar llamar a las casas de amigas y conocidas de mi hermana para localizarla. Seguramente temía que la pudieran haber secuestrado en algún punto del trayecto.

Finalmente, pasadas las 20.30 llegaron a casa Ana María y su entonces novio, Néstor. Una vez al corriente de la situación, decidieron irse inmediatamente.

En eso sentimos la llegada del ascensor a nuestro piso (el edificio cuenta con 4 departamentos por piso) y luego gritos imperativos y golpes a la puerta del departamento contiguo a mi casa. Una vecina o el portero, quiero creer que a propósito, les había dado mal el número del departamento.

Ana María y su novio empezaron a subir por la escalera, en dirección al piso superior, pero mi hermana volvió a ingresar al departamento al darse cuenta de que se olvidaban la libreta universitaria de Néstor.

Antes de que volviera a salir mi hermana, apercibidos de su error, la patota que había ingresado a los gritos al departamento de al lado abrió bruscamente la puerta de casa. Por esa época teníamos la costumbre de dejar la puerta que da al pasillo del edificio sin llave. Nunca más volvimos a dejarla sin llave, oh, inocencia perdida.

Entraron dando gritos, dijeron pertenecer a algo así como “Coordinación Federal”. Yo en ese momento me encontraba leyendo, para descargar un poco la tensión, en el dormitorio que está al final del pasillo interno del departamento, habitación de mi madre y al escuchar el ruido, instintivamente me dirigí hacia el pasillo con la intención de llegar al living. En ese momento ví que la persona que estaba de frente al pasillo, armada con una especie de ametralladora o pistola de repetición, alzaba el arma apuntándome y hacía un movimiento aprontando la misma para disparar. Al mismo tiempo escuché un grito, proferido por alguna persona de las que acababa de entrar: ¡Quieto, muchacho! Otro efectivo, el que luego nos pareció que actuaba como jefe del grupo, le dijo al que me apuntaba: “Dejá, no dispares” o “No abras fuego”, o algo por el estilo. A mí me dijo: ¡Manos arriba, muchacho!, Avance despacio.

Personajes

1- El “jefe” era de contextura robusta, aproximadamente 1.70-75 m., morocho, de cutis trigueño, pelo corto al estilo militar. Vestía camisa clara y jeans y portaba una pistola automática de dimensiones similares a las 9 mm. Con mi hermano y mi madre pensamos que era el jefe del grupo dado el ascendiente sobre los demás (obedecían sus órdenes y le consultaban ante alguna duda).

2- "El de la ametralladora", que casi me manda al otro barrio tenía pelo castaño oscuro lacio y cutis trigueño, aproximadamente 1.70 metros de altura o menos, robusto, el pelo no tan corto, contextura normal-robusta. Vestía remera clara y jeans, con una gorra verde de tela, con visera similar a las de los militares de baja graduación. Portaba una ametralladora de pequeño tamaño, de un tipo que nunca había visto y que creería volver a ver en las películas de Hollywood al estilo Duro de Matar. De expresión como “perdida” fue el que, al ingresar, quedó vigilando el pasillo.

Yo me acerqué al living, lentamente y con los brazos en alto.
Uno de ellos, de campera verde, encabezó una inspección de los objetos y espacios de mi casa. Entre tanto, efectuó una o dos salidas del departamento, aparentemente para coordinar con otros efectivos que se encontraban vigilando el ingreso del edificio.

3- "El de campera verde". Éste nos pareció el segundo a cargo. De contextura delgada, aproximadamente 1.70-1.75 m., de cutis blanco, pelo color castaño, largo y con ondas, bigote y barba de las denominadas candado o “chiva”. Vestía jeans y campera de tela parecida a las de los militares. Portaba una ametralladora también desconocida. A mi hermano y a mí nos pareció vagamente conocido. Revolvió todas las habitaciones del departamento. Algunos artículos desaparecieron luego de su paso, como por ejemplo una colección de pipas con su soporte giratorio que nos había regalado mi padre, junto con algunos libros y alhajas familiares y de mi madre.

4- "Cara de pajarraco". Había otro efectivo, de pelo negro largo, sin barba ni bigote, de ojos prominentes, con una cara fea como de pájaro, también de ametralladora, sólo que esta vez era una Pam, habitual en las fuerzas de seguridad.

Éstos son los que recuerdo aunque seguramente había un par de efectivos más, creo, pero no me los grabé ya que entraban y salían permanentemente. A estos cinco me parece verlos todavía, los busqué o temí todos esos años y todavía los busco entre la multitud, aunque ya no son, no los reconocería.

Me preguntaron quién era y qué hacía. Una vez informados de mi identidad me ordenaron que me siente en el pequeño sofá del living, en el que ya estaba mi hermano Guillermo (estudiante universitario, también había militado). En esa situación nos interrogaron, mientras nos encañonaban, sobre lo que hacíamos y sobre las actividades de nuestra hermana.

Mi madre Elsa, de 53 años, docente, estaba en la cocina, también con un efectivo que la encañonaba y la interrogaba.

Pasadas una hora y media o dos horas y sin reparar que en la mesa del living había servicio (platos y cubiertos) para 5 personas, siendo 4 los que estábamos en ese momento en la casa, se marcharon llevando a mi hermana esposada. Ellos no cayeron en la cuenta, no vieron ese detalle, no eran para nada inteligentes y se fueron sin esperar ni preguntar por el quinto comensal. 

Algunos vecinos recuerdan a Ana saliendo con la cabeza bien en alto, con un vestido verde. En el barrio algún “gracioso” hizo correr el rumor de que estaba involucrada en el terrorismo económico, con Graiver (sí, el mismo al que le robaron Papel Prensa). Muchas calumnias se dijeron de nosotros en el barrio. Recuerdo a dos soretitos (un tal Carlos Fernández y un tal Baumann, que después se hizo el defensor de los derechos humanos y llegó a dirigente gremial bancario) que recorrieron varias casas del barrio allá por 1979 calumníandonos a los Cámara y a los Peralta Pino, unos chicos amigos. De nosotros decían irónicamente: "Familia modelo" "La madre, borracha, la hermana mayor terrorista económica, el del medio, guerrillero (por Guillermo) y el menor, drogadicto". Lo de drogadicto viene de que yo escuchaba música 'progresiva' (hoy se dice 'rock'), tenía el pelo largo y los jeans rotos, no rotos de ir a la moda sino de viejos. Muchas veces no teníamos ni para cenar y el recambio de ropa era todo un tema.

Nosotros no estábamos tan preocupados, pensábamos que a lo sumo a Ana le darían unas cachetadas en la comisaría y en cosa de un mes estaría de vuelta en casa. Ya habían empezado a aparecer cadáveres al costado de las rutas pero no quisimos vincular tantas cosas. Recién un par de años después tomaríamos conciencia del horror que pudo haber empezado allí, en nuestra casa y que de hecho terminó con 30.000 desaparecidos, asesinatos, robos de bebés, robos de empresas, etc.

Al rato, apenas repuesto de la agitación que la situación me había generado bajé al frente e inmediaciones del edificio para ver si encontraba a Néstor o veía algún otro movimiento, infructuosamente. A su vez, mamá había subido a la terraza  pero no lo vio ni respondió a sus llamados. Mucho después supimos que Néstor estuvo sobre el enorme tanque de agua en la terraza del edificio hasta las 2 de la mañana, pero no escuchó los llamados de mi madre. Luego se escapó a otra provincia a la casa de amigos. Volvería a Santa Fe recién unos años después.

Los individuos que irrumpieron en mi casa no estaban vestidos con uniforme militar ni policial ni se identificaron como policía o ejército, apenas como “coordinación federal”, que no significaba nada. Todos vestían pantalones tipo “jean” o vaquero o bien algún tipo de pantalón de uso civil y camisas o remeras propias de la indumentaria civil, o al menos eso parecían. En general llevaban zapatos (aparentemente) o zapatillas. Lo único que recordaba a vestimenta militar era la campera verde del ídem. Esto evidencia el  carácter delictivo-ilegal de la patota y su procedimiento.

Volviendo a Ana, estuvimos unos 15 días sin saber de ella, a pesar de que Mamá no dejó de mover cielo y tierra: despachos del gobierno provincial, policía, comisarías, ejército, jueces, hasta al arzobispado recurrió. Pero nada, hasta que una madre de un alumno de la escuela de mamá le dijo que estaba detenida y que ya la iban a legalizar. Así lo hicieron pasadas otras semanas y estaba detenida ¡A 150 METROS DE CASA!, en la Guardia de Infantería Reforzada, Urquiza al 700. Desde las ventanas de casa mirábamos con tristeza y esperanza aquel edificio hermoso de diseño y fatídico de funciones.

En la primera visita que pudimos hacerle, en el patio de la GIR Ana nos mostró las marcas de la picana y las quemaduras de cigarrillo. Había pasado más de un mes. También le habían pegado y simulado fusilarla muchas veces. Estábamos contentos de volvernos a ver y al mismo tiempo tristes por tanto dolor y por la situación terrible en que se encontraba Ana.

Yo para ir a la visita, que era matutina y en horario escolar, tuve que lidiar con Esquivel un gordo hijo de puta, jefe de preceptores del Nacional que se había empeñado en desconocer la nota de excusa que me había dado mi madre argumentanto que eso no estaba permitido. Se la peleé hasta lo último, ¿cómo no iba a tener mi madre derecho a sacarme de la escuela? Ya cansado de la porfía le dije que o me dejaba ir o me escapaba y al final me dejó salir.

En esas semanas en que estuvo desaparecida Ana pasó por la tristemente célebre comisaría 4ta de Santa Fe, al mando de Facino (apellido que bien podría derivar de facineroso) y luego por alguna de las muchas “casitas” de la represión en Santa Fe, varias de las cuales han sido demolidas o son inhallables.

Usaron la declaración obtenida bajo tortura en una causa federal donde su crimen era haber participado en dos pintadas. 3 años de cárcel que excedería largamente a disposición del PEN (Poder Ejecutivo Nacional, artilugio del estado de sitio que les permitía a los dictadores disponer a su antojo de vidas y destinos). El juez federal que le tocó era Mántaras (tremendo fascista) y el escribiente era Brusa, quien ya en democracia fue designado juez…

Brusa iba a tomarles declaración y las presionaba con volver a ponerlas en manos de la patota si cambiaban lo que les arrancaron en el catre de tortura, con un revólver sobre el escritorio y mientras ensayaba patadas y puñetazos de karate muy cerca de las cabezas de las chicas. Todo esto en la misma GIR en donde a veces, antes de entrar a la reunión con Brusa, algunos miembros de la patota "aconsejaban" a las detenidas en la puerta para que no cambien su declaración bajo tortura so pena de volver a llevarlas a "la casita".

Al abogado que pusieron mis padres, el Dr. Antille un viejo bonachón muy vinculado con la “society” local no le permitían acceder al expediente. No obstante, por sus múltiples contactos consiguió bajo cuerda una copia del expediente que todavía supongo mi hermana tiene en su poder.

Junto con Ana secuestraron a varias de sus compañeras y compañeros de militancia: al día siguiente venía Videla y querían hacer buena letra.

Al llegar a su lugar de encierro las flamantes detenidas se encontraron con varias reclusas menores de edad (tenían la misma edad que yo y que los secuestrados en “La noche de los lápices” y luego asesinados) que habían secuestradas cerca de un mes antes. Una de ellas era Silvia Suppo a la que habían violado y embarazado y a quien luego hicieron abortar. El compañero de Silvia, Reynaldo Hattemer todavía está desaparecido. Ya volveré sobre esto.

Ana estuvo detenida en la GIR poco más de un año hasta que una mañana la sacaron a las patadas junto con casi todas sus compañeras de encierro y, sin dejar de pegarles las subieron a un avión y las llevaron a la cárcel de Villa Devoto. La sacó relativamente barata: muchos compañeros fueron a dar a Rawson y otros penales igualmente lejanos. Allí estuvo hasta totalizar casi 5 años.

Mamá no dejó nunca de visitarla en los 6 días corridos en que los milicos permitían que la gente del interior visitara a sus familiares, cada mes y medio. A pesar de su tendencia a la depresión y su vida difícil sólo flaqueó varios años después de salir Ana en libertad y se pasó años deprimida, y con varios intentos de suicido. 

El sueldo de maestra de mamá no alcanzaba casi ni para pagar la cuenta del almacén y nuestro padre prácticamente no aportaba nada. Muchas noches no cenábamos. Por las madrugadas me quitaba el sueño y me hacía un nudo en la garganta escuchar a través de las paredes el llanto de impotencia de mi madre porque el sueldo de maestra no le alcanzaba para pagar la libreta del almacén.

Yo pude ir a Devoto a visitar a mi hermana algunas veces. Había que presentarse en el penal a las 12 del mediodía, hacer primero una cola afuera hasta que en una especie de boletería de cancha te tomaban los datos del DNI luego de una cola que podía durar hasta una hora. Luego a hacer cola de nuevo para pasar el primero de una serie de cinco portones de metal muy gruesos. Y así sucesivamente hasta llegar a la requisa en el cual a las mujeres hasta les metían los dedos … ya saben donde. El personal, aún el más amable, gritaba, amenazaba y prepoteaba a más no poder. Pobre gente infeliz y sin perspectivas. Luego de todo esto recién pasábamos a la sala de locutorios en dónde un grueso vidrio tipo blindex nos separaba de nuestra frágil detenida. Podíamos hablar, pero sólo a través de un tubo grueso de metal con una especie de colador de pastas en cada extremo, sólo que el “colador” era de hierro fundido. Hacíamos la clásica de las películas de superponer las manos a ambos lados del vidrio, como ínfimo intento de contacto, calor, humanidad y cariño. A diferencia de en la GIR, sólo una vez tuvimos en Devoto una visita de contacto y fue en la pascua de 1981. Salíamos unas seis horas después de entrar.

A Guillermo y a mí nos seguían esporádicamente al ir a  la escuela o facultad. Tengo una anécdota entre macabra e inocente yo y un amigo jugando a las escondidas con un esbirro al cual desorientamos dando vueltas entre el Parque Sur y las calles del barrio. Lo escribí y tal vez alguna vez lo publique (N de hoy: ya fue publicado en este blog y creo que en alguna revista, se llama El juego de la escondida en 1977).

Ana salió en noviembre de 1981, mamá la fue a buscar a Devoto y la trajo en el colectivo de la noche. Ese día, la familia se reunió por primera vez desde 1977 en la terminal de colectivos de santa fe y esa misma mañana, bien temprano, nos fuimos a tomar mate al Parque, evitando más encierro en el departamento. Mi hermana, muy flaquita, estaba como alucinada, mareada de ver tanto espacio y árboles. No es fácil imaginarse eso.
Pasaron muchos años de injusticia y excusas de los gobernantes. El Punto final y la obediencia debida de las “felices pascuas” de Alfonsín, los indultos de Menem, la bobaliconada criminal de De la Rúa. Ana incluso declaró ante Baltasar Garzón, pero nada.

Hubo, finalmente, un juicio que comenzó en setiembre de 2009. Los acusados fueron Brusa, Facino, Ramos (policía miembro de la patota), Colombini (también miembro de la patota), Perizotti (jefe de la GIR) y Aebi (guardiacárcel) y se los condenó a entre 19 y 22 años de prisión común y efectiva.

A Silvia Suppo, también testigo en el juicio, la mataron en su Rafaela natal en un turbio caso que ni a mi ni a muchos de los otros testigos del juicio nos tranquilizó, precisamente. Según la versión del gobierno y policía santafesinos, dos cuidacoches de la misma cuadra en la que estaba el negocio de cuero de Silvia, que nunca habían matado una mosca, decidieron (¿?) convertirse en asesinos un 29 de marzo al mediodía, casualmente a pocos días del 33º aniversario del golpe militar. No sólo temían los aberrantes ricachones, policías y militares de la zona a esta pequeña gran mujer por el caso Brusa, sino porque era clave en el juicio por la desaparición de Reynaldo Hattemer.

Los organismos de derechos humanos suponen que hubo unos 60-70 represores actuando en Santa Fe, pero sólo conocemos los nombres de 7...

Una vez una conocida me dijo: ojalá obtengan lo que esperan de esto. Yo creo que sugería que teníamos algún interés espurio. Yo le dije: yo lo que quiero es verdad y justicia (y ése fue mi juramento al pasar el blindex de la sala de audiencias del tribunal federal, con los represores y sus defensas a la derecha, los jueces y secretario al frente y los querellantes y sus abogados a la izquierda). Pero por sobre todo quiero que Martín, Matías, Julieta e Irina, mis hijos, puedan, si así lo quieren, tener ideales de un mundo mejor y luchar por ellos sin exponerse a ser secuestrados, torturados, encarcelados, desaparecidos, robados y tantas otras atrocidades como las que nos propinaron Videla, Massera, Agosti, Viola, Menéndez y sus secuaces. Y también quiero lo mismo para Javier, Luciana y Florencia, los hijos de Ana, tanto como para la Pupi, hija de Guillermo. Y lo mismo para todos nosotros, nuestros hijos, nietos y los que vengan. E incluso aquellos que sospechan de nuestras motivaciones y para sus hijos y demás descendencia.

Ana y yo tuvimos suerte y pudimos ser testigos en aquel juicio histórico. Seguro que mamá asentía nuestro testimonio desde algún lugar del infinito con su semisonrrisa de mona lisa y su cara surcada por las arrugas y otros signos de su lucha eterna.




Esteban Cámara, 25 de marzo de 2011
 


viernes, 22 de marzo de 2013

Parque Chas con Kurt

"Tomate el subte B hasta avenida de los Incas, final del recorrido
y ahì nomás está el barrio" me escribió Eduardo. Yo le había consultado por lugares a visitar para mi viaje a Buenos Aires de 
fines de marzo. Yo hace unos meses le había mandado un artículo sobre Parque Chas, el que para mí era mítico por el libro del negro Dolina. Barrio enrrevesado, de cortadas e intersecciones tramposas, diagonales y misterio, con el Ángel Gris que complicaba todo. Resultó que existía. En su respuesta, Eduardo me contó una anécdota, el había estado recientemente y confirmaba el carácter complicado del diseño barrial: "...estaba  por cruzar una callecita y frena un Falcon Rural cargado de muebles con el tipo totalmente desencajado me pregunta: no sabe donde mierda está la calle ... (no recuerdo), tengo que entregar un mueble, hace 45 minutos que estoy dando vueltas, le pregunté a 10 tipos y ni siquiera puedo salir de este puto barrio. Con calma agarramos mi planito y descubrió que la calle estaba al otro lado de una avenida. recontraagradecido por la precisiòn del dato saludó y siguió. Habrán pasado 2 minutos y nos volvemos a encontrar en una esquina; volvió a mirar el mapa y siguió. Todavía lo ví 2 veces cruzar perpendicularmente otras calles, hasta que alguna fuerza centrífuga lo habrá sacado del misterioso barrio."

Bueno, la cuestión es que fuí, ya sacada la visa cubana y comprado los "neuros" que pude, tras pasar mucho calor y rebotes y con los pies ampollados. Ya antes de llegar al barrio hay como una premonición, calles que se cruzan sesgadamente e indicaciones voluntariosas a direcciones "izquierdas" que en realidad son "adelante". Ya muy cerca, resultó ser la entrada del barrio, pregunté en una verdulería y el hombre, muy amable, me indicó: "Cruce la calle y siga por esa callecita de ahí. Ahí empieza el lío." Era una broma para entendidos, se había dado cuenta de lo que estaba buscando. Yo le seguí el tren: Si no salgo en dos horas, avise a la policía, le dije. Nos reímos, crucé la avenida y entre por la callecita que, no podía ser de otra manera, apenas divergía de la avenida, en un ángulo muy, muy agudo.

Me puse los auriculares y puse la lista de rock internacional, comenzando por Nirvana: Nevermind.

La primera calle que cru se llama Treveris. Se me vinieron a la mente las legiones romanas y sus luchas con los germanos, Julio César, el hombre que pensó que bastaba que los idus llegaran y no los terminó. Los idus terminaron con él y el adivino tuvo razón.

Pensaba en las Legiones romanas que fueron completamente destruídas por los germanos. Creí ver una punta de una tela púrpura con unos picos paralelos, como la garra de un águila dorada pero cuando llegué a esa esquina no había nada. Claro, pensé, si germania si el bosque por Teutoburgo era como Parque Chas no sería nada raro el desastre romano.

Para esa altura un conejo blanco tramposo saltaba desde mis auriculares 'shuoni' (juá, que truchos!). Pero no sospechen de dimetilaminaciones raras o cosas por el estilo, mi estado se explicaba sólo por los emepe layer tres.

Seguía por Parque Chas como quien navega un mar apenas encrespado cuando se me unió Frank Zappa y las madres del invento. Sofá, Caminos del Inca (¡justo! ¡con todo lo que tenía que ver el paseo con la avenida de los ídem!)Gente en pijamas no ví, bah, casi no vi gente salvo un flaco narigón de enmarañado pelo negro que hablaba graciosamente en una esquina con un bigotudo de apariencia arábiga, con una carpetita de la que brotaban y brotaban  papeles garrapateados

Luego de un buen rato, ya distraído creo que con 'Andy', me para desesperado un tipo en una camioneta. Me pregunta por una calle, está desesperado, rojo, transpira. Parece 'demasiado' preocupado y la situación me recordó algo. Me acordé de la anécdota de Eduardo y no le dí mayor bola. No me presté a mostrarle el plano que había comprado hace poco. Trató de chantajearme emocianalmente, hasta una lágrima hizo rodar el forro. No le dí bola, el dije que no era de ahí que no sabía nada, que lo iba a desorientar más. El tipo suplicaba, mentaba a sus cinco hijos que se iban a quedar sin el alimento por estar perdido. Yo inmutable, ya sospechaba del engaño.

Al final me hice el que me alejaba y a los veinte metros me paré a espiar detrás de un árbol. El farsante se recompuso de golpe apenas me hube alejado y esbozó una sonrisa pícara. Subió a su camioneta y arrancó con un suave zumbido, parecía de motor eléctrico. No había caño de escape ni ningún humo de gasoil se veía saliendo por detrás del vehículo.

Unas cuadras más lo ví cruzar de nuevo por una bocacalle y, recién ahí, pude leer el letrero de su camioneta de falso mueblero: decìa Muebles y Antigüedades "El ángel gris".



  

Esteban Camara
Buenos Aires, 22 de marzo de 2013

domingo, 17 de marzo de 2013

Sobre Cambio de piel, de Horacio Verbitsky

A continuación transcribo el encabezado de la nota "Cambio de piel" publicada en el diario Página 12 de Argentina, el mismo que fuera caracterizado ayer por el Vaticano como pasquín  de izquierda.
 "La primera conferencia de prensa del vocero del papa Francisco fue para desprenderse de Jorge Mario Bergoglio, acusado por la entrega de dos sacerdotes a la ESMA. Como los testimonios y los documentos son incontestables, el camino elegido fue desacreditar a quien los difundió, señalando a este diario como izquierdista. Las tradiciones se conservan: es lo mismo que Bergoglio dijo de Jalics y Yorio ante quienes los secuestraron." H. Verbitsky. 
A mí me llamó mucho la atención la respuesta vaticana (bastante más 'cana' que 'vati'): maccartista (como lo fue el joven jorge bergoglio) y política, fuertemente política, casi electoral. Para nada religiosa, se ve que eso de "poner la otra mejilla" sigue rigiendo para todos menos para las jerarquías eclesiales. 
Volviendo sobre el cariz político de la respuesta (que en realidad no responde, dado que acusa) es realmente muy pobre y me retrotrajo al discurso setentista de la triple a, guardia de hierro, la cnu, la jsp y similares. Se ve que ciertos reflejos nunca se pierden. 
Es innegable, ante el cúmulo de indicios, que Jorge Bergoglio, entre muchos otros jerarcas católicos colaboraron, ya sea por acción o por omisión, con la dictadura militar argentina (1976-1983) que costó 30.000 desaparecidos, miles de muertos más y centenares de miles de torturados, zaheridos, perseguidos, exiliados, aterrorizados argentinos por el sólo hecho de pensar diferente.
Para desincriminar a aquel nefasto personaje hoy se dice que una de sus víctimas ya no lo incrimina (Jalics, uno de los dos jesuitas secuestrados, desaparecido y torturado por más de 5 meses en la infame ESMA), que se ha reconciliado. Transcribo parte de la nota, por demás de significativa:  
'...Jalics, hoy de 85 años, aclaró que se sentía reconciliado con “aquellos acontecimientos, que para mí son asunto terminado”. Pero aún así reiteró que no haría comentarios sobre la actuación de Bergoglio en el caso. La reconciliación, para los católicos, es un sacramento. En palabras de uno de los mayores teólogos argentinos, Carmelo Giaquinta, consiste en “perdonar de corazón al prójimo por las ofensas recibidas” 1, con lo cual sólo indica que Jalics ya perdonó el mal que le hicieron. Esto dice más de él que de Bergoglio. Jalics no niega los hechos, que narró en su libro Ejercicios de meditación, de 1994: “Mucha gente que sostenía convicciones políticas de extrema derecha veía con malos ojos nuestra presencia en las villas miseria. Interpretaban el hecho de que viviéramos allí como un apoyo a la guerrilla y se propusieron denunciarnos como terroristas. Nosotros sabíamos de dónde soplaba el viento y quién era responsable por estas calumnias. De modo que fui a hablar con la persona en cuestión y le expliqué que estaba jugando con nuestras vidas. El hombre me prometió que haría saber a los militares que no éramos terroristas. Por declaraciones posteriores de un oficial y treinta documentos a los que pude acceder más tarde pudimos comprobar sin lugar a dudas que este hombre no había cumplido su promesa sino que, por el contrario, había presentado una falsa denuncia ante los militares”. En otra parte del libro agrega que esa persona hizo “creíble la calumnia valiéndose de su autoridad” y “testificó ante los oficiales que nos secuestraron que habíamos trabajado en la escena de la acción terrorista. Poco antes yo le había manifestado a dicha persona que estaba jugando con nuestras vidas. Debió tener conciencia de que nos mandaba a una muerte segura con sus declaraciones”.'
También se habla de que ayudó a una persona (de quien no se da el nombre ni ningún otro dato) a huir de los militares dándole su propio documento. Otro sacerdote afirma que Bergoglio dió refugio en su propia casa a "muchos perseguidos", también sin dar nombre ni fechas. Estos testimonios carecen de verosimilitud al ser completamente imprecisos, vagos. Son imposibles de chequear. Es lo mismo que decir "Yo lo ví consumir droga", sin dar fechas, detalles, otros testigos. No sirven.
Por el contrario, no hay un sólo registro de que Bergoglio haya realizado ninguna gestión por alguna persona perseguida o desaparecida siendo que 6 miembros de su congregación (siendo él el Provincial) pasaron por los campos de concentración y varios de ellos continúan desaparecidos.
El otro jesuita torturado, Orlando Yorio, fallecido en 2002 tenía terror de Bergoglio, a tal punto que se autoexilió en Uruguay cuando el actual papa fue elegido arzobispo de Buenos Aires. Aquí me parece interesante plantear una cuestión: Cuando hablamos de víctimas de hechos aberrantes no cabe el "palabra contra palabra", la duda, la equiparación de sus testimonios con los del torturador y sus cómplices. Las víctimas de delitos aberrantes, como los niños abusados, no mienten. Su daño es tan profundo que no pueden falsear.
También es claro el colaboracionismo de Bergoglio cuando declara en los juicios que no sabe nada de nada de la represión ilegal. Particularmente, en el caso de los niños apropiados ilegalmente, consta que recibió consultas de familiares y que los derivó a otro sacerdote, subalterno suyo, para que informe a la gente. ¿Acaso éste no compartió con el superior su conocimiento?
En fin, no quiero ahondar en esto que para mí está meridianamente claro y ya lo manifesté en la nota anterior en este mismo blog (El animal, casualmente de cuyo título parecería hacerse referencia cuando se habla de 'cambio de piel').
En cuanto al presente, me preocupa cada vez más la respuesta del Vaticano, espero que ésta no implique la vuelta de la triple a y sus prácticas macartistas y asesinas. Mi familia y yo fuimos objeto de insultos y amenazas por parte de esta gente, lo llevo marcado a fuego en la piel. Pero no me dan miedo, sólo asco.
No saben lo gratificante que es para un sobreviviente de los setenta saber que en el Vaticano hay un Papa maccartista, ex integrante de las organizaciones que por aquella década nos insultaba y perseguía. Y su pensamiento, evidentemente, no ha cambiado.
 
Nota completa 
 
 
Esteban Cámara